Si tuviésemos que comparar la evolución de las renovables con la Historia, podríamos decir que estamos inmersos en los locos años 20. El impulso generado por el actual gobierno a las energías limpias ha desatado una euforia sin paragón en los últimos diez años. No somos el único mercado atractivo para los inversores, pero sin duda estamos en el centro del universo renovable.
Todos sabemos qué pasó en 1929 y seguro que cuando ustedes han leído el primer párrafo, es lo primero que les ha venido a la cabeza y no fue precisamente un final de fiesta para lanzar cohetes. ¿Pueden las renovables vivir el mismo final? La respuesta depende del propio sector.
La punta histórica de demanda del sistema eléctrico es del 17 de diciembre de 2007 y fue de 45.000 MW y a la hora de escribir este artículo, la demanda real estaba calculada en menos de 37.000 MW. Según los datos del propio operador del sistema, existen permisos concedidos de acceso y conexión por 92 GW de fotovoltaica y 30 GW de eólica. Dos tecnologías principales dentro de las fuentes renovables –aunque no las únicas– con diferentes velocidades de tramitación y puesta en marcha y a priori complementarias en disponibilidad. 2020 ha sido un año en el que la potencia instalada ha aumentado significativamente hasta los 110 GW.
Llama poderosamente la atención el hecho de que la suma de solicitudes de eólica y fotovoltaica denegadas, supera los 114 GW, por tanto, más que la capacidad ya instalada y equivalente a la que está autorizada. Tres cifras prácticamente idénticas. Veremos si la subasta de 3.000 MW anunciada para enero de 2021 pone un orden necesario.
Para los más técnicos, es importante recordar que necesitamos un nivel mínimo de potencia firme del sistema para la garantía del suministro. Con tal objetivo, el almacenamiento asociado a la generación se convierte en un aliado perfecto que además puede aprovechar toda la infraestructura de generación y evacuación para evitar vertidos y para mejorar la gestionabilidad del sistema. Mejorar la rentabilidad de las inversiones autorizadas puede generar un efecto llamada, pero también facilitar el acceso a la financiación y el cumplimiento de los objetivos del PNIEC, aparentemente al alcance de la mano.
Con toda esta ensalada de datos, podemos concluir que el futuro es de las renovables, que tendrán que sustituir a otras tecnologías y que el esfuerzo de las últimas décadas ha servido para generar un tejido industrial y empresarial excelente en un sector clave en la economía mundial en el futuro. Tendremos que dimensionarnos correctamente para crecer con realismo sin dejarnos llevar exclusivamente por el entusiasmo. El mercado regulará y hará que muchos proyectos no lleguen a ejecutarse. Nuestra industria debe acompasar el crecimiento y salir a otros mercados, no podemos quedarnos colgados de la brocha como en 2008 y 2009.
La pandemia en torno a la cual ha girado todo en este año que termina, nos ha puesto en el centro de la recuperación y las esperanzas de reactivar la economía pasan por el apoyo a un sector que tradicionalmente ha generado cinco veces más empleo que las tecnologías no renovables. El Private Equity está dispuestos a invertir en un sector que es medioambientalmente sostenible, pero que también lo es desde el punto de vista de la rentabilidad.
Aún así, conviene tener presente que el objetivo de la transición energética es poliédrico. Generación de empleo, independencia energética y reducción de emisiones son los verdaderos objetivos y que el sector financiero, gran aliado, es un medio y no un fin.
Las grandes energéticas, tanto eléctricas como petroleras y gasistas, enarbolan hoy el discurso renovable, aunque convendría repasar la hemeroteca porque no siempre ha sido así. Hoy somos caballo ganador, pero debemos recordar que, en la última década, los de las renovables éramos algo más parecido a la resistencia, bien organizada, pero mal vista de cara al “establishment” de algunos economistas y políticos.
Si las renovables son competitivas hoy, es gracias al esfuerzo de aquellos que tenían que competir en un mercado de gigantes y ha sido la reducción de los costes tecnológicos y no la internalización de costes de las otras tecnologías, lo que nos ha puesto en cabeza. Imaginemos la comparativa de indicadores como el famoso “LCOE” o “levelized cost of energy” en caso de que se hubiese producido esa internalización.
El hecho de que todas las comercializadoras estén apostando fuerte por el autoconsumo, ya sea simplemente por fidelizar a sus clientes o porque realmente creen en la sostenibilidad, marca una huella aún más profunda en una transición de la que ya no habrá forma de sacar las ruedas de nuestros cada vez más numerosos vehículos eléctricos. Otra de las grandes apuestas sostenibles para el año que viene.
Somos un gran sector, valiente y pertinaz, del que podemos presumir. Nuestros hijos se sentirán orgullosos de nosotros. La prueba está en la celebración del congreso anual de APPA, con gran éxito de convocatoria presencial y virtual.
Quizás algún día veamos en Netflix o en HBO una serie, al estilo de “House of Cards” en la que se hable de los galimatías e intrigas de nuestro sistema eléctrico y la evolución de las renovables, aunque la imaginación de cualquier director se quede corta para explicar cómo hemos llegado hasta hoy. Este mes de diciembre cerramos un año extraño, pero también ponemos el broche a una década bizarra, quizás también numantina, en la que las renovables hemos atravesado tormentas y días soleados a partes iguales, pero no tengo duda de que jugamos en el equipo ganador.