Termina febrero y el precio del petróleo ha alcanzado los 124 dólares. Sólo en los dos primeros meses de 2012 la subida del crudo supone un incremento de coste para la economía de más de 9.000 M€, mucho más que las primas de las renovables en todo el año. El precio de la gasolina y el gasóleo ha superado todos los récord. La previsión es que el precio del barril alcance los 150 dólares a fin de año por el embargo de Irán y la demanda asiática.
Para España es una ruina ya que, sin políticas de ahorro, el petróleo sigue cubriendo casi el 50% de nuestro consumo energético y las importaciones de hidrocarburos ya representan el 85% del déficit comercial. Es el dato que mejor describe el atraso y falta de competitividad de la economía española, aunque nadie lo diga.
En la reciente ola de frío Italia y Alemania han visto cómo Rusia les recortaba el suministro de gas un 30% sin poder hacer nada. Nuestros ministros de exteriores e industria han viajado a Argelia a tratar el negocio del gas y no han informado de ningún resultado. Todo en el gas es tan opaco y secreto que mientras se ha descubierto que en la tarifa del gas hay un déficit de varios cientos de millones y se pide una investigación por la desviación de 1.000 M€ en las inversiones de los almacenamientos subterráneos de gas, no se duda en echar la culpa a las renovables del nuevo déficit y se anuncia una fuerte subida del gas. Es el discurso que se puede leer en el preámbulo del RDL 1/2012.
El déficit del gas es un ejemplo de cuánto se miente en el análisis del déficit tarifario. De la misma manera que el déficit en la tarifa del gas lo ha provocado la mala gestión de las infraestructuras gasistas, el origen del déficit en el recibo de la luz está en la contabilidad creativa pactada con las eléctricas para no subir la luz cuando las renovables apenas existían en España. La crisis de los bancos en 2008 lo ha convertido en deuda soberana.
Standard&Poor´s ha manifestado que la moratoria renovable apenas contribuirá a reducir el déficit tarifario. Y esto es lo que ha puesto nerviosas a las empresas de UNESA que han ejercido más presión sobre el Gobierno ante una posible quita o tasa y no satisfechas con la moratoria plantean que se acabe con las inversiones renovables para que no suba la luz. Pero lo que puede convencer a sus accionistas es insostenible ante las agencias de calificación, porque si parando las renovables no es suficiente, alguien no dice toda la verdad.
Las decisiones del Gobierno de congelar la tarifa, llevar al recibo los costes extrapeninsulares, más los intereses de la deuda eléctrica, han descontrolado el déficit de tarifa más de lo que ya estaba añadiendo 5.000 millones más. Tampoco se atreven a reconocer que la crisis ha afectado severamente al consumo de energía y las eléctricas han visto mermados sus ingresos en cerca de 1.000 M€ al año desde 2007. Y esto, en un modelo energético más especulativo que otra cosa, ha acabado por afectar a la contabilidad de las empresas.
El problema es el modelo de negocio energético basado únicamente en el mayor consumo de energía fósil y en la mayor facturación a los consumidores. La falta de eficiencia energética no es por falta de decisiones de ahorro sino porque va contra la naturaleza misma del modelo establecido. Lo que ha pasado con el incumplimiento de plazos para la renovación de los contadores eléctricos es paradigmático. Persistir en este modelo especulativo solo conduce a una futura crisis energética de la que solo podremos defendernos con más renovables.