Javier García Breva
Director general de SOLYNOVA ENERGIA
jgarciabreva@solynova.com
La Agencia Internacional de la Energía (AIE) acaba de anunciar para 2015 una crisis de suministro de petróleo, con precios mucho más altos que los alcanzados en noviembre y más emisiones de CO2. El Panel de Cambio Climático de la ONU ya ha advertido de que los desastres son inevitables y la AIE ha pedido una inmediata reacción de los gobiernos para promover un modelo energético más sostenible con renovables y eficiencia energética. Las emisiones de CO2 se han incrementado un 70% en los últimos treinta años y el 80% de su reducción depende del sector energético y la industria. ¿Para cuándo se va a afrontar con honestidad y con medidas enérgicas esta crisis anunciada?
El presidente francés Sarkozy acaba de proponer un impuesto sobre la emisión de CO2; antes lo hicieron Nicholas Stern y el Premio Nobel Robert F. Engle y el economista M. Feldstein. Hay que establecer un impuesto sobre las emisiones en el marco de una Planificación Energética sostenible y abrir un debate sobre el uso de la energía en España.
La Comisión Europea presentará en enero la nueva directiva de renovables para que en 2020, con carácter obligatorio, se alcance el 20% de consumo de renovables. Es una gran oportunidad para España, para potenciar la industria nacional de renovables, defender el éxito del sistema de primas y ser más ambiciosos en el crecimiento de nuestro mercado de energías limpias, acabando con la permanente tentación de enfriar el sector por ser caro e inflacionista. Semejante falacia no cabe en el escenario que la ONU y la AIE han planteado a los Gobiernos.
Cada dólar que sube el petróleo eleva en 200 millones de euros el déficit comercial español y las importaciones de petróleo ya suponen más del 4% de nuestro PIB. Ante estas previsiones, las políticas económicas siguen impasibles, se nos vuelve a recordar que las energías renovables son caras y algunas voces piden que se deje de esconder la energía nuclear. Pero la energía nuclear no sirve como remedio a esta crisis anunciada por tres razones: para 2015 quedan ocho años, tiempo insuficiente para desarrollar nuevas centrales; no son posibles nuevas nucleares sin fuertes ayudas públicas, y el incremento del rearme nuclear en el mundo durante 2007 supone la mayor amenaza para el planeta.
James Lovelock en su libro “La Venganza de la Tierra” defiende la energía nuclear como única salida. GAIA –que sí es capaz de gestionar los residuos nucleares– no puede autorregular el impacto de las energías renovables y Lovelock llega a decir que cualquiera de nosotros podría tener un contenedor de residuos nucleares en el jardín de su casa. En realidad, la cuestión de fondo se plantea cuando afirma que GAIA no puede alimentar a más de mil millones de habitantes, por lo que hay que controlar la natalidad y limitar la expectativa de vida. Pero el progreso ha hecho que en los últimos años la esperanza de vida para los españoles haya pasado de 78 a 80 años y las españolas sean las más longevas del mundo.
Consumimos 2,6 veces más de la capacidad de nuestros ecosistemas. Aunque a los economistas esto les da igual –porque el cambio climático creen que se mide por miles de años y la economía sólo por trimestres– hay que ser tenaz e insistir en la necesidad de cambiar la cultura energética de nuestra sociedad. Ya ha caído el tópico de la inexistencia del cambio climático. Toca ahora hacer caer los tópicos sobre las renovables para avanzar hacia una nueva identidad global sobre la base de la sostenibilidad y, como ha dicho Emilio Lledó, “la filantropía, ese amor a todos los seres humanos”.
Por cierto, ¿saben la edad de J. Lovelock?