Se han cumplido diez años de la publicación del “Informe Stern. La verdad del cambio climático”. El economista británico, Nicholas Stern, realizó el primer estudio sobre el alto precio de la demora en actuar contra el aumento de la temperatura del planeta. Con las políticas actuales la temperatura superará los 3ºC y se estima una pérdida entre el 5% y el 10% del PIB global. Según Stern “se trata del mayor fallo del mercado del que el mundo haya tenido noticia frente al que se debe imponer una asignación de precios al carbono, el despliegue de tecnologías cero emisiones y la eliminación de barreras a la eficiencia energética”.
La gravedad de los huracanes Harvey e Irma no sólo ha desplazado la información sobre los daños que los monzones han provocado en Asia, sino que ha puesto en circulación un análisis economicista del cambio climático por el que analistas y servicios de estudios consideran que los desastres naturales juegan un papel importante en la actividad macroeconómica y que pueden servir como estímulo para el PIB a medio y largo plazo. La mayor temperatura de mares y océanos o el deshielo del Ártico son cosas del destino.
La visión economicista del clima coincide con la nueva ideología del Antropoceno que viene a señalar que, “si ya hemos destruido medio planeta, dejemos que la historia siga su curso y destruyamos el resto”. El medio ambiente sólo tiene sentido como producto y no como el principal objetivo de la solidaridad intergeneracional.
Ante la destrucción histórica de los huracanes en EEUU, su presidente ha ratificado la salida del Acuerdo de París y reducido el presupuesto para la agencia de protección medioambiental; ha retirado las restricciones al fracking, ha concedido permisos para más exploraciones de hidrocarburos en alta mar, ha desbloqueado la construcción de 30 gasoductos y oleoductos por todo EEUU y 18 más en proyecto; tampoco ha dudado en donar un millón de dólares de su fortuna personal para los afectados. Frente al cambio climático la solución de Trump es caridad y más CO2.
Los gobiernos de Rajoy han declarado las renovables como el mayor riesgo para el sistema energético y la intermediación del gas que importamos del exterior como una prioridad para la seguridad nacional; han ratificado la prioridad del carbón y la nuclear en el mix de generación, han ahuyentado la inversión renovable, incentivado la exploración y explotación de hidrocarburos y fracking y relajado las declaraciones de impacto ambiental; han fijado impuestos para la energía del sol, alcanzado récords históricos de importaciones de combustibles fósiles y rechazado objetivos vinculantes de ahorro de energía, renovables y emisiones en Europa. Frente al cambio climático el CO2 no existe en la agenda de Rajoy.
España permanece en un estado de enajenación climática. Se mantiene la conciencia de que los desastres naturales no nos afectan y no se publican evaluaciones de los riesgos que ya estamos sufriendo. El interés en desprestigiar las renovables y la despreocupación por el medio ambiente responde a la prioridad de asegurar la sostenibilidad económica de los combustibles fósiles y la energía nuclear por encima de todo.
Paul Krugman ha definido la existencia de un eje del mal climático que controla la política de los gobiernos, compuesto por la industria de los combustibles fósiles, los ideólogos de las políticas liberales con respecto al Estado y los intelectuales ególatras que adoptan una posición escéptica sobre el cambio climático por ego o interés. En España se habla mucho de Trump, pero muy poco de que se pretende diseñar una transición energética con más carbón, más gas y más nuclear.