Ha pasado el mes de enero y la ola de frío ha provocado una crisis en el sistema eléctrico que, como establece la regulación, ha acabado pagando el consumidor. La explicación oficial ha sido de absoluta normalidad, es un fenómeno que se repite cada cierto tiempo, compartido en toda Europa y que no requiere ningún cambio sino acostumbrarse. Una resignación tan perversa no puede ocultar que, tras miles de páginas en el BOE, la reforma energética no ha servido para nada y que las razones que la justificaron no han sido las correctas. Veamos las causas que se han esgrimido para explicar el precio record de la electricidad:
Encarecimiento de los precios del petróleo y del gas
Si analizamos las diferentes magnitudes de dependencia energética e inflación entre la UE y España, se observa cómo la dependencia de las importaciones de gas, carbón y petróleo es más de 20 puntos superior en España, así como su intensidad petrolera. En el mes de enero la inflación española casi ha duplicado la media de la UE, un 3% frente al 1,8%. Este hecho es consecuencia de que en España no se ha hecho ningún esfuerzo, ni siquiera durante la gran recesión, para reducir tan elevada dependencia energética, equivalente al 4% del PIB de media, ni para reducir las puntas de demanda con medidas de ahorro de energía, gestión de la demanda a través de la generación descentralizada o autoconsumo. La reforma no ha reducido la vulnerabilidad energética de España.
No ha llovido ni hecho viento
Los datos de enero de REE indican que con un aumento del 7,4% de la demanda el mix eléctrico ha sido similar al de los meses anteriores. El hecho histórico es que el Gobierno ha reconocido expresamente, y por primera vez, que con más renovables el precio de la energía habría sido más bajo. La realidad es que desde la moratoria aprobada en enero de 2012 se paralizó la instalación de nueva potencia renovable y con la subida del 100% del término de potencia se incentivó el mayor consumo y no la eficiencia energética. Se ha impedido así el control de la demanda con más eólica, solar y ahorro de energía. La reforma solo pretendía el sostenimiento del mix convencional.
Problemas de suministro de gas argelino
La opacidad de los contratos de suministro hace difícil entender cómo con una gran sobrecapacidad de nuestro sistema gasista, cuando más hace falta, resulta que no hay gas. Faltan explicaciones y sobra incertidumbre para futuras olas de frío o de calor. La elevada dependencia del gas argelino se ha manifestado como un riesgo para el sistema y los pagos por capacidad un insulto a la inteligencia. La figura del “creador de mercado” como respuesta a este grave problema resulta ridícula si no fuera porque es la pantalla para no abordar la falta de transparencia sobre la intermediación internacional del gas que importan las empresas españolas.
El parón nuclear de Francia
La “solidaridad” con Francia también requeriría una explicación. Siempre se ha defendido el incremento de nuestra reducida capacidad de interconexión (no alcanza ni el 4% del sistema) como una garantía de precios más bajos. Pero cuando la interconexión ha funcionado al máximo los precios de la electricidad se han disparado. ¿Qué pasará cuando la interconexión aumente hasta el 10% y el 15% aprobado por Bruselas? Quizá sería buen momento para replantear por completo la necesidad de las interconexiones y que no se conviertan en otra infraestructura innecesaria para cargar a los peajes.
Vigilancia para que no se den prácticas abusivas en el mercado de electricidad y de gas
Se pone a trabajar a la CNMC, como otras tantas veces, para investigar si ha habido comportamientos que eleven el precio de la luz de forma artificial. Justo cuando España debe cumplir el mandato por el que la Comisión Europea obliga a modificar la Ley 3/2013, de creación de la CNMC, para darle más competencias en el establecimiento del precio de la electricidad y más independencia frente al poder ejecutivo. Si los informes de la CNMC no vinculan al Gobierno y los tribunales anulan todas sus sanciones al sector energético, la falta de un regulador independiente convierte en retórica cualquier investigación o auditoría.
Primero subió el petróleo, luego la energía, la inflación y los tipos de interés. Así se originó la gran crisis de 2008. ¿Ha comenzado el camino hacia una nueva crisis? En lo que se refiere a la energía España está igual que entonces. La reforma energética no ha cambiado nada porque seguimos con una alta dependencia de los combustibles fósiles y hemos paralizado las únicas fuentes para prevenir las puntas de demanda: las energías renovables y el ahorro de energía. Dejarlo todo a merced del dios de la lluvia demuestra que nuestra situación es mucho peor que la de la mayor parte de países europeos.
La política energética debe abandonar la ideología perversa por la que todo lo que es bueno para el sistema es malo para el consumidor y todo lo que es bueno para el consumidor es malo para el sistema. Por el contrario, la política energética debe facilitar todo lo que sea bueno para el consumidor porque también será bueno para el sistema y para el país.
Este artículo se publicó originalmente en la Oficina de Javier García Breva