La proverbial lentitud de Bruselas hace que las medidas lleguen tarde ante la inflación provocada por los precios del gas y sean insuficientes, como ha denunciado España, por haber aplazado la reforma del mercado eléctrico, que aún utiliza como referencia los precios del gas. La inacción de la Comisión Europea y la subida de tipos mantienen la especulación en los mercados, aceleran una próxima recesión y aumentan la dependencia del gas con nuevos suministradores.
1. Del gas como energía de la transición energética al gas como fracaso de Europa
El año perdido por las instituciones europeas ha tenido un enorme coste por el aumento del gasto público de los Estados miembros, que supera el medio billón de euros y anuncios por medio billón más, a lo que se suma el coste de la inflación, del déficit comercial energético y el aumento de la intensidad de las emisiones por el mayor uso de combustibles fósiles.
La Comisión Europea defendió que el gas sería la energía de la transición energética y lo etiquetó como energía verde para impulsar nuevas inversiones gasistas. Ahora no ha sabido reaccionar a las consecuencias de la dependencia del gas ruso. La renuncia a una política energética común ha provocado que los intereses nacionales, coincidentes con los de los monopolios energéticos de cada país, hayan contado más que el interés de Europa.
Alemania y Países Bajos insisten en imponer el criterio de no tocar el mercado gasista y no modificar la formación de precios de la electricidad. La inflación fósil, de origen especulativo, ha contagiado la economía sin que las instituciones europeas hayan reaccionado a tiempo. La Comisión Europea observa cómo se acerca la recesión y se frena la transición energética, pidiendo más gas a EEUU, Catar, Argelia o Azerbaiyán.
2. La alternativa a la guerra del gas está en la demanda
En una crisis de oferta la alternativa no es aumentar la oferta y solo queda la demanda para cambiar el mercado de arriba abajo. Las directivas europeas reconocen un papel activo a los consumidores a través de su derecho a participar, directamente o mediante agregadores independientes, en los mercados energéticos.
Las directivas del “paquete de invierno”, bajo el lema “Energía limpia para todos”, reiteran el objetivo de que los consumidores accedan a una energía segura, limpia y barata y se beneficien de las ventajas del autoconsumo, sin establecer limitaciones, y de las funciones de eficiencia energética de los contadores inteligentes. La energía renovable distribuida y las aplicaciones inteligentes para la gestión de la demanda hacen posible la flexibilidad energética desde el lado de la demanda, es decir, desde el consumidor.
Las directivas de renovables, eficiencia energética de edificios y mercado interior de la electricidad hacen de la flexibilidad el concepto fundamental de la transición energética y obligan a evaluar la capacidad de energía flexible en la planificación y en el análisis de cobertura antes que la necesidad de nueva generación.
La flexibilidad energética es la capacidad de ajustar la oferta y demanda de energía en tiempo real. Hasta ahora ha sido un concepto que solo se ha considerado desde el lado de la oferta (generación a gran escala) pero la competitividad que han alcanzado los recursos energéticos distribuidos (autoconsumo, almacenamiento, vehículos eléctricos, agregación y gestión de la demanda) hace posible alcanzar más capacidad de energía flexible en cada centro de consumo a través del control del consumidor sobre su generación y demanda.
La proximidad es la clave de la generación distribuida al hacer coincidir la generación y el consumo. A través de la agregación permite sumar la capacidad de oferta y demanda de múltiples centros de consumo para que los consumidores participen en los mercados energéticos en igualdad de condiciones. La flexibilidad desde el lado de la demanda rentabiliza la inversión de los consumidores activos, reduce las inversiones y costes del sistema eléctrico y abre la competencia a millones de consumidores.
Las directivas europeas establecen los instrumentos de eficiencia energética que permiten reducir la demanda, abaratar los precios y sustituir el uso del petróleo y gas fósil por energías limpias. El autoconsumo, las comunidades energéticas, el almacenamiento, la agregación independiente, contadores y aplicaciones inteligentes, microrredes, redes de calor y frio renovable, vehículos eléctricos, edificio de energía positiva, son elementos que hoy no participan en los mercados energéticos y que se sitúan en el lado de la demanda.
Si el mercado está roto, como la Comisión Europea ha acabado por reconocer, es porque solo incluye la oferta y mecanismos especulativos que cierran la competencia. La flexibilidad desde el lado de la demanda es la alternativa para sacar la energía de los mercados especulativos y sustituir la posición de dominio de las grandes energéticas por el poder de mercado de los consumidores activos.
Hay dos sectores clave, la edificación y el transporte, que deberán transformar los edificios y los vehículos en centrales eléctricas inteligentes. Y dos objetivos a alcanzar, la autosuficiencia energética y la cohesión social, para abordar el reto inmediato de la adaptación al cambio climático. Si la alternativa a la crisis energética está en la demanda y está desarrollada desde hace cuatro años en las directivas europeas, ¿por qué las instituciones europeas y los Estados miembros no la aplican?
3. La gobernanza de la energía en un mercado inclusivo
Afrontar la guerra del gas como crisis del modelo energético es apostar por el liderazgo europeo. Es la diferencia entre una gobernanza de la energía que solo piensa en optimizar los beneficios de las empresas y el crecimiento económico, pensando que los demás objetivos se resolverán por añadidura, o una gobernanza que tenga en cuenta que la democracia, la cohesión social y la lucha contra el cambio climático tienen vuelta atrás, como explica el presidente del Consejo Económico y Social, Antón Costas; una gobernanza que dé respuesta a los dilemas entre seguridad y autosuficiencia energética, cobertura de la demanda y eficiencia, derechos de los consumidores, pobreza energética y estabilidad de precios, descarbonización, desigualdad y salud.
Cuando la percepción de la irreversibilidad del cambio climático es unánime no se puede actuar como las autoridades de Florida ante el huracán “Ian” que, como cuenta Paul Krugman, esperaron a tener pruebas definitivas antes de ordenar la evacuación; para entonces, fue demasiado tarde. Es el pretexto para que los interesados en alargar el dominio de los combustibles fósiles propongan retrasar la transición energética.
No modificar el actual diseño especulativo de los mercados de la electricidad y el gas (“pool” y TTF) garantiza el triunfo de los combustibles fósiles, frenando la mitigación y adaptación al cambio climático. Es una amenaza que retrotrae la economía al escenario de la recesión de 2008, entonces originada por los precios del petróleo y ahora por los precios del gas, y es un incumplimiento de las directivas europeas que establecen las bases de la descarbonización y de la energía de proximidad para abaratar los precios con más energías limpias.
La dependencia de los combustibles fósiles es el origen de la inflación. Las estrategias para su eliminación deben acelerarse o la geopolítica del petróleo y del gas, cargada de retórica nacionalista, acabará con el proyecto de Europa. No se puede combatir la falta de suministro de gas con más inversiones gasistas ni se puede combatir la inflación con una recesión porque, en 2022 como en 2008, la pagan únicamente los consumidores.
4. La flexibilidad energética desde el lado de la demanda
El Reglamento (UE) 2018/1999, sobre la gobernanza de la Unión de la Energía y la Acción por el Clima, establece que los planes integrados de energía y clima (PNIEC), incluirán objetivos de flexibilidad que se concretan en capacidad de generación distribuida, agregación, gestión de la demanda y almacenamiento. Los recursos energéticos desde el lado de la demanda forman parte del sistema eléctrico y participan en los mercados energéticos.
La Directiva (UE) 2019/944, del mercado interior de la electricidad, desarrolla la gestión de la demanda, la agregación, las comunidades energéticas, los contadores inteligentes, el vehículo eléctrico y el almacenamiento como instrumentos de eficiencia energética que deben integrarse en los mercados de electricidad al mismo nivel que la generación. La participación de los recursos desde el lado de la demanda en el mercado eléctrico aportará flexibilidad al sistema al reducir la necesidad de nueva generación y contribuir a la seguridad de suministro.
El incumplimiento de las directivas europeas es la principal barrera para que la flexibilidad energética desde el lado de la demanda se pueda activar. Ese incumplimiento provoca que los recursos energéticos distribuidos se desarrollen de forma incompleta, como es el caso del autoconsumo, la recarga del vehículo eléctrico, la agregación, el almacenamiento, las comunidades energéticas o la rehabilitación de edificios. Que los recursos distribuidos no se cuantifiquen ni participen en los mercados elimina la competencia y eleva los precios.
La insistencia europea en más gasoductos e infraestructuras gasistas, sin los estudios de demanda a que obligan las directivas, es un ejemplo de cómo los combustibles fósiles se refuerzan. Desde el inicio de la agresión rusa a Ucrania, mientras la producción de electricidad renovable crece a niveles récord en Europa, ahorrando 11.000 millones de euros en costes de gas, la UE gastó 82.000 millones en gas fósil para suministrar el 20% de su electricidad, según E3G y Ember. El ritmo de reducción de la intensidad de carbono se ha frenado.
El informe de Smart Energy Europe y DNV, “Flexibilidad de la demanda: cuantificación de los beneficios en la UE”, ha valorado los beneficios de la activación de la flexibilidad en los edificios, el transporte y la industria para reducir un 55% las emisiones en 2030. Los activos flexibles ahorrarían a los consumidores cada año 71.000 millones de euros de consumo eléctrico, entre 11.000 y 29.100 millones en inversiones en redes y 300.000 millones anuales en beneficios indirectos por la reducción de precios de la energía, coste de nueva generación, infraestructuras de red y emisiones.
La flexibilidad desde el lado de la demanda es el derecho del consumidor a ajustar su generación y consumo de energía en tiempo real a través de los recursos energéticos distribuidos. Es la alternativa que no se ha citado en ningún Consejo Europeo y refleja la distancia que la incoherencia de las instituciones europeas ha puesto entre la necesidad de multiplicar el esfuerzo para reducir las emisiones y la oportunidad de avanzar con más ambición en el desarrollo de las energías limpias.