Los recientes informes del FMI y la OCDE han situado a España a la cabeza del liderazgo mundial de la desigualdad. Llama la atención que sin ninguna autocrítica, los mismos que impusieron los ajustes digan ahora que la austeridad ha provocado la ampliación de la brecha entre las rentas más altas y las más bajas. Pero lo más revelador es que el 10% más rico no ha sentido la crisis y que las ayudas públicas no están orientadas hacia los más perjudicados por la crisis, como son los jóvenes.
El espejismo de la recuperación se puede contrastar comparando algunos datos. Los beneficios de las empresas cotizadas del IBEX se han incrementado en 2013 un 119%, gracias sobre todo a los bancos con un rescate de 40.000 M€ pagado con los recortes de gasto público y sin que haya llegado el crédito a las PYMES, con crecimiento negativo de la economía y del consumo, aumento incontrolado de la deuda pública, la pérdida de 500.000 empleos, devaluación salarial y una pérdida del 8,5% de la renta de los hogares. La satisfacción del Gobierno y de los banqueros, pidiendo a la vez más rebajas salariales e impuestos indirectos, es una hipocresía que se sustenta en el malestar de una inmensa mayoría para el beneficio del 10%.
“Hemos ganado muchísimo dinero, aunque últimamente no tanto”. Es la frase del Director General de Coca-Cola Iberian Partners que mejor expresa la falta de equidad en la que se ha asentado la política del gobierno de los sabios. La incompetencia de los gobernantes se ha legitimado a través de los expertos elegidos a dedo por los ministros para establecer las bases de la reforma de las pensiones, la reforma bancaria, el banco malo o la CNMC, la retribución de las renovables y ahora la reforma fiscal. A través de las puertas giratorias y de un nepotismo sin límite se ha instalado un déficit democrático en decisiones que afectan a toda la sociedad que, en realidad, supone el mayor ataque a la cohesión social que nadie hubiera imaginado en democracia.
El Presidente de Iberdrola acaba de pedir un rescate europeo para el sector energético similar al del sector financiero, es decir, más dinero de todos para sostener los ingresos del sistema eléctrico. La petición es una bofetada al 90% de la ciudadanía aún mayor que la frase del directivo de Coca-Cola.
Es la falta de competencia y el carácter de oligopolio del negocio eléctrico lo que impide conocer la realidad del déficit de tarifa y la causa de los altos precios de la energía, así como las verdaderas razones de por qué ahora las eléctricas deciden no invertir en España cuando llevan ya años vendiendo activos para reducir deuda y mejorar su rating para superar una crisis originada por sus inversiones gasistas, ahora innecesarias, ejecutadas en un mercado liberalizado, es decir, por decisiones exclusivamente empresariales. En este sentido, el paralelismo de los bancos y las eléctricas es total.
La CNMC ha reconocido que es la integración vertical de las eléctricas la mayor barrera para la competencia. Y ya se sabe, a mayor competencia, bajan los precios de la energía y los ingresos del sistema eléctrico. Por eso la regulación pretende que los precios del mercado mayorista sean altos, pero las renovables han venido a complicar esa tendencia: bajan el precio del pool. De ahí la paradoja de que mientras la eólica europea (EWEA) ha premiado a España por su liderazgo eólico en el mundo, la reforma eléctrica la para en seco.
La destrucción de las renovables en España es también paralela a la falta de política industrial y estrategia energética. El sector industrial ha pasado de representar el 39% del PIB al 14%. Es el triunfo de la economía especulativa. Y eso explica el dato más injusto de España: una tasa de ocupación del 44%. Pero es que ni los jóvenes ni los parados cotizan en bolsa.