Desde la primavera árabe de enero de 2011 y después del desenlace de la crisis Libia se podía prever la incertidumbre que se cernía sobre Argelia. El ataque terrorista a la planta de extracción de gas de In Amenas hace que la seguridad de abastecimiento de gas argelino se convierta en un riesgo de enorme gravedad. Una estrategia energética durante la última década basada en optimizar las inversiones gasistas ha incrementado la dependencia del gas argelino hasta el 45% del total de la demanda mediante contratos “take or pay” que obligan a pagar el gas antes de que se consuma. La crisis ha reducido la demanda y la sobrecapacidad gasista cuestiona el rating de las empresas. MEDGAZ es la mejor expresión de lo que está pasando. El gasoducto que enlaza Argelia con España entró en funcionamiento en 2011 a un 40% de su capacidad por el menor consumo por la crisis y las empresas españolas, como Iberdrola y Endesa, han vendido sus participaciones de manera que la empresa pública belga Fluxys ha pasado a ser el socio con mayor participación. España sigue obligada a importar gas argelino sin controlar el suministro ni los precios ni los gasoductos.
Las únicas declaraciones del Ministro de Exteriores diciendo que aquí no pasa nada no pueden ser tranquilizadoras. Un análisis más riguroso pone en evidencia la falta de estrategia y que las inversiones gasistas se han desarrollado al margen de los intereses de la seguridad del país. El modelo gasista se ha apoyado en un incremento continuado de las importaciones de gas argelino, un incremento de los pagos por capacidad y por restricciones técnicas y unas previsiones de continuo aumento del consumo. La crisis ha reducido la demanda eléctrica y el modelo se hace insostenible.
España carece de estrategia energética exterior como carece de estrategia energética interior. Que en el balance energético de 2012 se haya incrementado la dependencia del gas argelino hasta el 45% y se haya reducido la inversión en energías renovables un 68% demuestra a las claras el suicidio energético de la política española. Un disparate que se oculta detrás de la falta de competencia de los mercados, simplemente porque la mayor competencia reduce los beneficios del cártel eléctrico, aunque sea a costa de la seguridad de todo un país.
Causa estupor que ningún organismo regulador haya planteado la urgencia de revisar nuestra elevada dependencia energética y del gas argelino en particular. Hay que cambiar la política energética sobre la base de invertir en fuentes autóctonas y limpias y reducir el consumo de fuentes importadas. Defender la independencia energética de España es tener claro que invertir en energías renovables es mucho más barato que importar gas de Argelia. Solo por su carácter autóctono las renovables deberían ser consideradas como fuentes estratégicas porque en un futuro próximo serán las fuentes que garanticen la seguridad de abastecimiento energético y esa es una cuestión clave de nuestra propia seguridad nacional.