El Ministro de Industria, José M. Soria, ha advertido la necesidad de reducir la dependencia energética con más prospecciones de gas y petróleo no convencional y la prórroga a las centrales nucleares. Los datos de nuestro déficit comercial en 2012 son escalofriantes, a pesar de haberse reducido un 33%; pero las importaciones energéticas han crecido un 14% con crecimiento negativo del PIB. Son 45.503 Mˇ que representan el 4,5% del PIB y una pérdida de renta nacional irrecuperable que no ha dejado de crecer desde 2007. El carácter inflacionista de esta dependencia es otro coste añadido para todos los consumidores y una barrera determinante para la salida de la crisis.
Causa perplejidad que un déficit energético tan enorme no haya preocupado lo más mínimo a nuestras autoridades que han decidido eliminar el ahorro de la política energética. En los balances energéticos de los últimos años se puede comprobar cómo el mayor consumo de renovables reduce cada año las importaciones energéticas y las emisiones de CO2. En 2011 las renovables redujeron las importaciones de gas y petróleo en un 6,8% y evitaron más de 33 millones de toneladas de CO2. Pero se ha optado por eliminar también las renovables, a pesar de constituir la única fuente autóctona capaz de sustituir hoy esa enorme dependencia.
¿Por qué ahora? Porque el precio del barril de crudo está asentado por encima de los 110 dólares, su tasa de reposición es negativa frente al incremento de la demanda mundial y su precio se elevará hasta los 215,7 dólares en 2035. Lo que antes no era rentable, como las exploraciones a grandes profundidades del mar o el gas no convencional, ahora lo es por los altos precios de los hidrocarburos. Artículos recientes, como los de Walter Laqueur o Ramón Jáuregui, llaman la atención por sus argumentos, que reconociendo las incertidumbres, la inseguridad y la falta de criterio para opinar, acaban apostando por el gas no convencional porque no vamos a ser nosotros más listos que los americanos, porque es barato y porque las renovables son caras. Tanta ligereza recuerda la carta de dimisión del anterior Secretario de Energía de EEUU, Steven Chu, citada en otro artículo de Jordi Ortega, en la que lamenta los dementes argumentos para frenar las renovables que han dado a China el liderazgo mundial y “la estupidez de los que siguen buscando formas de extraer combustibles fósiles de las rocas sin entender que la edad de piedra se acabó, no precisamente por falta de piedras”. La falta de ética de las grandes petroleras está detrás de los hidrocarburos no convencionales.
El incremento de las emisiones de CO2 y de metano, la contaminación de aguas subterráneas y el expolio del agua que agrava el riego sísmico, son incertidumbres sobre las que al día de hoy reina la más absoluta falta de transparencia. El ejemplo que estamos viviendo en el parque nacional de Doñana es inadmisible. El gas no convencional es como la energía nuclear: la más barata hasta que llega el desastre de Fukushima y se comprueba que se ha antepuesto la rentabilidad a la seguridad y la responsabilidad civil. La sociedad no puede asumir ese riesgo.
Más de 400.000 hectáreas de nuestro país cuentan con autorización para exploraciones de gas no convencional. Solo el Gobierno de Cantabria las ha prohibido. Cualquier concepto de ordenación del territorio, sostenibilidad, planificación hídrica o alimentaria no se tiene en cuenta y se intenta que la capacidad de decisión de la sociedad no prevalezca sobre un sistema energético no democrático.
Eurovegas es una minucia frente a este impulso irracional a la economía de los combustibles fósiles. Como si nada se hubiera aprendido de la crisis, se sigue incentivando el mismo modelo productivo y energético que la provocó.