El ex primer ministro de Italia y líder del Partido Democrático, Enrico Letta, ha declarado que hoy el europeísmo son los fondos del Next Generation UE. “El futuro de Europa depende de que Italia y España usen bien ese dinero, ya que van a recibir la mitad de los fondos. Si lo hacen bien, los 27 se convencerán de convertir en permanente esta revolucionaria idea. Si fracasan, Europa tendrá difícil financiar los avances sociales y volverá al pacto de estabilidad”.
Las elecciones de septiembre en Alemania sitúan a Los Verdes como alternativa de gobierno poniendo en el centro las estrategias climática y digital. Sus dirigentes han pedido superar la mentira de que Europa puede poseer una moneda común sin una política de inversiones o un presupuesto compartido, que es lo que representa el fondo de recuperación. Se toman en serio el reto de gobernar y no hacer campaña permanente.
El debate en España lo ha descrito la periodista Soledad Gallego-Díaz: “No hay muchos países europeos en los que la lucha entre partidos esté poniendo en peligro, con fines exclusivamente electoralistas, la llegada de los fondos de recuperación y su correcta utilización, probablemente porque esa estrategia raya con la indignidad política”. El acoso del PP al Gobierno y su política de confrontación total puede retrasar y dificultar los planes de recuperación. Nadie, excepto aquí, está arriesgando la oportunidad de mejorar la situación de su país a cambio de hundir al adversario.
La falta de consenso europeísta perjudica a todos y más a las jóvenes generaciones. Beneficia a las grandes energéticas y al capitalismo concesional, el que se enriquece a través del BOE. Basta elegir alguno de los titulares de estos días: “Las energéticas evitarán ampliar capital si logran 80.000 millones de la UE”. “Las eléctricas protagonizan una puja desbocada e histórica para apoderarse de la mayor parte de los 140.000 millones de euros de subvenciones y ayudas”. “El hidrógeno es el salvoconducto para acceder a los fondos europeos”. “Los planes de recuperación desatan la carrera por el hidrógeno en la UE”.
La ambigüedad del reglamento europeo sobre inversiones sostenibles permite que las empresas sean solo verdes de boquilla. Nuestra planificación energética sigue plagada de combustibles fósiles y la regulación sigue cargando a los peajes todos los costes y déficits del sistema eléctrico y gasista. Nuestros códigos de construcción aún ignoran las últimas normas europeas de edificios y rehabilitación. Existe un armazón normativo europeo y nacional que actúa como un muro para que España se modernice y descarbonice.
Ni un euro de los fondos europeos debe destinarse a alimentar el nuevo ciclo inversor especulativo de eléctricas, gasistas y petroleras ni a tecnologías inmaduras y de elevado coste que pagarán los consumidores. El plan de recuperación es trienal, por lo que la eficiencia y la eficacia han de ser lo más valorado. El mayor potencial de reducción de emisiones, integración de renovables y eficiencia energética, de empleo e innovación se encuentra en las pequeñas economías y en los sectores difusos, edificación, transporte, agricultura e industria.
Un cambio de la regulación del mercado eléctrico, de las normas de edificación y movilidad es imprescindible para que el uso de los fondos europeos llegue a la economía productiva. Los recursos energéticos distribuidos, el autoconsumo, las comunidades energéticas, el consumidor activo, la transformación del parque inmobiliario en edificios de consumo nulo, la recarga de vehículos eléctricos, el almacenamiento detrás del contador o la agregación de la demanda son a corto plazo la inversión más pertinente porque reduce el consumo y las emisiones, abarata la energía y cambiará los hábitos de los consumidores, que es la mejor receta frente al cambio climático.
