El acuerdo de París para frenar el cambio climático no puede extrañar a los europeos. Es el tipo de acuerdos que adopta el Consejo Europeo desde la última ampliación hace diez años. Un objetivo global vinculante, pero sin obligaciones ni sanciones para los gobiernos. Esa es también la naturaleza del acuerdo de París para limitar el aumento de la temperatura del planeta dentro de 85 años.
Se acepta que el planeta no puede soportar una temperatura superior a 1,5 grados en 2100, pero se deja libertad para que cada gobierno establezca su plan de reducción de emisiones que será revisado cada cinco años a partir de 2020. Las contradicciones entre países ricos y pobres y el predominio de los intereses nacionales hacen pensar que es el mejor acuerdo posible, para que así pueda ser presentado como un gran éxito por todos los gobiernos.
Seguramente la casualidad ha hecho coincidir la reunión de la COP21 con la cumbre de la OPEP en la que Arabia Saudí ha impuesto su política de petróleo barato y abundante. En una semana el barril ha caído de 42 a 36 dólares y se espera que baje hasta los 25 dólares. Si la Reserva Federal de EEUU decide una subida de tipos de interés entramos en un terreno desconocido por la mayor inseguridad energética al crecer la dependencia de un reducido número de países productores, por la volatilidad de precios del crudo y una mayor conflictividad mundial.
Tomarse en serio el acuerdo de París es la propuesta más barata para enfrentarse a la incertidumbre de la geopolítica del petróleo y para iniciar la transición energética que prescinda definitivamente de los combustibles fósiles. De lo contrario, como hace España que aprovecha la caída del crudo para elevar las importaciones y el consumo de carburantes, es jugar a una nueva recesión económica.
Los planes de reducción de emisiones presentados por los gobiernos en la Cumbre de París todavía son insuficientes y aseguran un calentamiento del planeta por encima de los 3 grados y superior a los 5 si no se cambian las políticas. Ciertamente hasta 2020 no se revisarán los planes nacionales. Queda la perplejidad de por qué se dan por amortizados los próximos cinco años en la lucha contra el cambio climático. La euforia del acuerdo no explica su debilidad.
La gran diferencia con las cumbres anteriores es la nueva actitud que EEUU y China han escenificado. Por primera vez, las dos principales economías del mundo se suman a un acuerdo por el clima y de los discursos de sus presidentes se deduce que se ha abierto una lucha por el liderazgo mundial de las energías renovables. Ambos países van a multiplicar la inversión y sus objetivos de renovables. Un 25% ó 30% de cuota renovable en las dos primeras potencias mundiales para la próxima década es un hecho inédito que puede cambiarlo todo.
EEUU está liderando este año el avance del autoconsumo con balance neto y almacenamiento en hogares y edificios. Más de 600.000 hogares disponen ya de autoconsumo fotovoltaico y se va a duplicar la cifra en 2016. Hasta los republicanos defienden el autoconsumo como lo que mejor se identifica con el estilo de vida americano frente al intervencionismo del estado y de las multinacionales. La fotovoltaica en los tejados encaja también con los principios conservadores. La generación distribuida asegura la expansión de las renovables en EEUU.
El caso de China es diferente y es la contaminación atmosférica de sus ciudades lo que obliga a sus dirigentes a cambiar el modelo energético y a multiplicar la inversión renovable para sustituir al carbón, a la vez que fortalece su industria renovable y la expande por todo el mundo. Aumenta así el margen de reducción de precios de las renovables para los próximos años.
La Unión Europea aprobó en 2014 su estrategia de clima y energía para 2030 con objetivos vinculantes para el conjunto de la unión pero dejando libertad para que cada país decida su mix energético. La política energética de la UE es la suma de 28 políticas distintas. A la debilidad de la posición europea se suma ahora la desconfianza en el control de sus emisiones a raíz del fraude de Volkswagen, al que se añadió en plena cumbre el de Mercedes, con el agravante de que Bruselas ha denunciado la connivencia entre las autoridades alemanas y su industria. ¿Quién controla el software de las multinacionales que contaminan?
España ha acudido a la cumbre del clima desacreditada por su política anti-renovable. Líder en demandas internacionales por sus medidas retroactivas y en el encarecimiento de los precios de la energía. Ninguna autoridad ha explicado por qué bajando los precios del petróleo, los precios en el mercado mayorista han subido a máximos o la multa aplicada por la CNMC a Iberdrola por manipular esos precios en 2013. En este caso, la información ha quedado aplastada por la publicidad de la eléctrica. Nada de esto ha merecido el mínimo interés en la campaña electoral del 20-D.
Conclusiones
• La voluntad política para luchar contra el cambio climático es insuficiente para evitar el calentamiento del planeta.
• El petróleo a la baja es un riesgo. Saldrá más barato utilizar los ahorros por la caída del crudo en iniciar la transición energética para prescindir de los combustibles fósiles que en aumentar la dependencia energética.
• Seguirán primando las políticas y objetivos nacionales, por lo que habrá que construir un liderazgo en cada país con nuevos objetivos de renovables y eficiencia energética si se quieren evitar futuras crisis.
• EEUU y China son los principales garantes del acuerdo de París. Su lucha por el liderazgo de las energías renovables puede cambiarlo todo.