El primer efecto del coronavirus en la energía ha sido el mejor comportamiento de las renovables frente al gas y el petróleo. Mientras se ha disparado la participación de las energías renovables, hasta el 55% en la Unión Europea y el 52,5% en España, la Agencia Internacional de la Energía ha pronosticado que esta crisis acabará con la demanda de combustibles fósiles.
Como sucedió durante la recesión de 2008, parte de la caída de la demanda en 2020 no se recuperará por dos cambios estructurales: una mentalidad social a favor de la sostenibilidad, contra la contaminación, y el progreso de las tecnologías de eficiencia energética y gestión de la demanda frente a la oferta de generación. La recuperación de la economía no será con más carbón, gas y petróleo sino con más eficiencia energética y electrificación con renovables locales en el transporte, los edificios y la industria.
El segundo efecto de la pandemia ha sido dejar al descubierto las mentiras de la década anterior contra las renovables: que las renovables son caras, culpables del déficit tarifario y del coste de la luz, la nuclear es la energía más barata, España será suministrador de gas a Europa, el vehículo eléctrico contamina o que la eficiencia penaliza la economía. Primero fue la CNMC quien demostró que la luz se podía abaratar recortando la excesiva retribución de las redes de transporte y distribución, especialmente del sistema gasista, y que no se debían autorizar nuevas infraestructuras gasistas por falta de demanda. Después, el virus ha demostrado que la mayor participación de las renovables en el sistema abarata el precio de la energía, reduce las emisiones y que el motor de combustión es el primer contaminador.
El Gobierno ha presentado esperanzadores proyectos de ley de cambio climático, residuos, comercio de emisiones y anunciado el de movilidad sostenible. Sin embargo, el objetivo rácano del 20% de reducción de emisiones para 2030 que propone nos aleja del Acuerdo de París. Ojalá su tramitación multiplique las renovables, la electrificación de la demanda y la eficiencia energética y no sirvan de salvavidas a los contaminadores con negocios, como el gas natural renovable, el autogás o la ambigüedad de los gases renovables. Mientras las baterías de almacenamiento desplazan al gas en el mundo, poco se habla de ello en las futuras normas.
Según el informe “Decline and fall, the size and vulnerability of the fossil fuel system” de Carbon Tracker, el coronavirus reducirá el valor de las reservas de petróleo, gas y carbón en casi dos tercios. Junto a la quiebra del fracking y la depreciación de activos de petroleras y gasistas, representa un cambio estructural. El informe de PwC sobre los ciclos combinados destaca que el 70% de las centrales de gas está en pérdidas y cerrarán. Los pagos por capacidad que exige el sector gasista deberá aprobarlos Bruselas previo análisis de cobertura de demanda que justifique su necesidad, según el Reglamento (UE) 2019/943 del mercado interior de la electricidad. A pesar de ello, Enagás insiste en convertir a España en proveedor de hidrógeno verde a Europa. Después del fracaso de la interconexión gasista MIDCAT con Francia, es una estrategia que solo pretende rentabilizar las centrales de gas y las regasificadoras, deficitarias e infrautilizadas por falta de demanda.
Los proyectos de hidrógeno verde son en realidad proyectos para crear demanda de gas fósil que haga viables las infraestructuras gasistas. Como ha explicado el Instituto de Tecnología de Georgia, de la Universidad de Atlanta (EEUU), los gases renovables o el gas natural renovable es más intensivo en carbono, porque en realidad es hidrógeno azul. Esa confusión de colores no debería trasladarse a las leyes ni a la regulación.
El artículo 10 del proyecto de ley de cambio climático y transición energética, dedicado a los gases renovables, debería prescindir de su ambigüedad, definir con claridad el hidrógeno obtenido con energía renovable y dejar de parecer una concesión al sector gasista y a la última gran mentira, la de que el gas fósil es una energía limpia, cuando en realidad atenta contra los principios de descarbonización y de neutralidad climática.