Javier García Breva
Director general de SOLYNOVA ENERGIA
jgarciabreva@solynova.com
El pasado 17 de marzo ”El País” publicó un panfleto firmado por John Gray en el que se acusaba a las renovables de ser un desastre para el planeta, que la energía nuclear es la solución y que “más que centrarnos en programas fantasiosos de energías renovables, debemos garantizar métodos anticonceptivos y aborto libre y gratuito en todas partes. Un mundo con menos gente estaría mejor preparado para abordar el cambio climático”. “Un estilo de vida tan necesitado de energía no puede ampliarse a una población de 9.000 o 10.000 millones de seres humanos”. Es la misma idea de J.Lovelock, de Alan Weisman en su libro “El mundo sin nosotros” o de Les Knight y su “Movimiento para la Extinción Humana Voluntaria”.
Pero los despreocupados también están entre nosotros a través de la Fundación Juan de Mariana y de algún académico que nos advierten del desastre mundial de los biocombustibles. Se trata de una ofensiva en toda regla que nadie quiere parar, a pesar de su olor nauseabundo: ¿Por dónde empezamos la extinción de los seres humanos que hay de más en la tierra? Todos estos charlatanes se habrán alegrado con la noticia de que la ONU sólo tiene ayuda alimentaria para cinco semanas; pero mucho menos con Du Xiangwan, Vicepresidente de la Academia China de Ingeniería, quien ha declarado que las 30 nuevas centrales nucleares chinas sólo atenderán el 4% de la demanda del país. ¿Y el 96% restante?
Hay discursos más cercanos con mayor riesgo de manipulación. Alcaldes que han sido agredidos por querer un parque eólico para su pueblo o municipios de 40 habitantes en los que se han recogido 2000 firmas contra la instalación de aerogeneradores. La oposición a los proyectos eólicos y solares y la reivindicación terapéutica del paisaje que ahora se hace contra las renovables llaman la atención porque esa crítica nunca se hizo al desarrollo urbanístico de los últimos años que es el que ha destrozado gran parte de nuestro paisaje y nuestro patrimonio.
A los que de verdad les preocupe el paisaje que lean las conclusiones del estudio “Cambio climático en el Mediterráneo” del Instituto Español de Oceanografía, para enterarse de cómo puede quedar toda la costa mediterránea si se confirman las previsiones sobre la evolución de temperatura y nivel del mar. Más energías renovables es ahora mismo la mejor alternativa para luchar por un mayor equilibrio de nuestro paisaje a largo plazo.
Y llegados a este punto aún se dice: sí, pero son caras. En el año 2007 el sobrecoste de las energías renovables ha sido de 1.700 millones de euros, que es el 11,7% del total de sobrecostes de todo el sistema en España, que asciende a 14.510 millones. Comparando este dato con los 40.000 millones al año de importaciones energéticas y los 2.500 de las emisiones de CO2, garantizar la luz a todos las ciudadanos con el mínimo de emisiones exige un rápido crecimiento de las renovables y de la eficiencia energética.
Frente al infundado optimismo que oculta que la energía es un bien escaso y caro, que cuenta la historia por las OPAS especulativas y los libros blancos que nunca se aplican, es urgente construir un gran consenso sobre la inversión productiva en el sistema energético español a medio y largo plazo. El premio nóbel de economía Robert Solow recomendaba que el crecimiento de la economía española tiene que basarse en inversiones más productivas y afirmaba algo inquietante: “España y EEUU se han metido en un agujero y mientras no salgan de él no van a poder explotar sus posibilidades de crecimiento”. Una decidida voluntad para aplicar un Plan de Gestión de la Demanda implicaría introducir niveles de innovación tecnológica y de eficiencia energética en nuestro aparato productivo, muy lejos de la economía especulativa en la que está sumido el sector energético. Y si no, no hay de qué preocuparse porque el sol aún tardará más de siete mil quinientos millones de años en tragarse la tierra.
