En los últimos días de julio hemos podido ver en la India un anticipo de las crisis energéticas del futuro: crisis de suministro por fenómenos climáticos extremos. La mitad de los habitantes del segundo país más poblado del mundo se han quedado sin luz. Las ciudades más populosas y 600 millones de indios han quedado atrapados sin suministro de electricidad, sin trenes, ni metro, ni aeropuertos, hospitales paralizados, sin agua, sin semáforos y sin aire acondicionado. En el caos solamente funcionaron los sistemas de generadores caseros que constituyen una segunda red eléctrica y que ha funcionado como un sorprendente modelo de gestión de la demanda.
Las causas de tan descomunal apagón se han debido a la conjunción de una extrema sequía y altas temperaturas que han elevado la demanda de electricidad muy por encima de la capacidad instalada en un país cuyo déficit de energía se acerca al 10% de sus necesidades y cuya economía está creciendo por encima del 6%.
Un país sin energía es un país sin futuro y de este axioma casi nunca se sacan las conclusiones correctas. La principal es que las necesidades energéticas se han de planificar a largo plazo de manera dinámica, garantizando un índice de cobertura de la demanda, coherente con el crecimiento económico, con una estructura de fuentes energéticas donde el ahorro de energía y las fuentes autóctonas sean predominantes. Con un modelo energético diferente, basado en el autoconsumo y la generación distribuida con renovables no hubiera ocurrido un colapso semejante.
La abundancia y accesibilidad a coste cero del recurso renovable, unida a su más rápida aplicación hacen posible instalar la mayor capacidad de generación eléctrica en el menor tiempo posible. Es la condición básica para afrontar las futuras crisis energéticas que van a producirse por crisis de suministro de las fuentes convencionales y por los impactos crecientes del cambio climático.
Los fenómenos naturales extremos son una consecuencia del mayor impacto del deshielo de los polos y del aumento del nivel de los mares. El origen principal está en una economía global basada en los combustibles fósiles y un descontrolado incremento de las emisiones de CO2. La necesidad de cambiar de modelo energético es una evidencia cada vez más incuestionable. Sin embargo, el apagón de la India no ha dejado de ser para nuestra sociedad algo más que una anécdota exótica de verano. Acordarse de Santa Bárbara sólo cuando truena es la peor actitud que se puede tener a la hora de considerar el futuro de la energía, sobre todo ahora que todavía podemos anticiparnos a las crisis energéticas que vendrán.
Los artículos de Javier García Breva también se pueden consultar en: www.tendenciasenenergia.es
