Un año después del devastador tsunami y de las explosiones nucleares de Fukushima, la economía de Japón crece al 4,1% gracias a la inversión pública y ahora prepara el sistema de primas más alto del mundo para sustituir la energía nuclear con un plan masivo de renovables a desarrollar en el menor tiempo posible. En el Reino Unido, el gobierno conservador está desarrollando la iniciativa laborista de un Banco Verde de Inversiones para destinar 245.000 M€ a cambiar su sistema energético en 2020 financiando proyectos de renovables y eficiencia energética. Alemania está elaborando una planificación energética hasta 2050 en la que ratifica el cierre nuclear y establece objetivos de 80% de generación renovable, ahorro del 50% de consumo de energía y la reducción del 80% de las emisiones de CO2. Estos países siguen el ejemplo de Brasil y Dinamarca convirtiendo las renovables en parte de su identidad nacional.
Aquí cargamos con el tsunami del paro, sin inversión pública y una prolongada recesión. Teníamos un modelo de renovables que los japoneses están copiando y que reunía todos los elementos para cambiar el patrón de crecimiento del PIB mejorando la competitividad con menos importaciones energéticas, más eficiencia y menos emisiones a través de la generación renovable. Desde 2008 y con los últimos decretos leyes de 2012 se han desmontado todas las políticas de fomento de las renovables y de ahorro de energía. La escalada verbal y normativa contra las renovables no ha cesado en estos años y la desvergüenza ha llegado a calificarlas como “prescindibles” ignorando el rápido crecimiento de la economía verde en todo el mundo. Es el mayor desprecio al consumidor y al contribuyente al que se impide beneficiarse de un hecho elemental: el crecimiento del régimen ordinario incrementa el precio del pool y el crecimiento de la generación renovable lo rebaja.
Tenemos un sistema energético enfermo porque confunde los ajustes con las reformas y no ha previsto el impacto de la crisis económica desde 2008. El descenso de la demanda energética ha tenido un coste para las eléctricas más grave que el déficit de tarifa. Sus ingresos se han reducido en cerca de 1.000 M€ cada año, se ha aumentado nuestra dependencia energética y se ha impedido cualquier política de ahorro de energía. El modelo de negocio basado en el mayor consumo y facturación a los consumidores es incompatible con la crisis y la definición de un nuevo patrón de crecimiento; es lo que ha originado el incremento arbitrario de los costes regulados y la inseguridad jurídica. Esa incompatibilidad ha llevado a la situación fatal de que todas las compañías son “opables” o, en palabras de un alto directivo eléctrico, de que “cualquiera de estas empresas puede ser comprada por un grupo chino en cualquier momento”.
Lo que demuestra Japón es que se puede cambiar el modelo energético por completo y que ese cambio va unido al crecimiento de la economía. Que las renovables son un instrumento eficaz de reactivación, de mejora de la competitividad y de creación de empleo. Que las renovables son más maduras que la nuclear y su más rápida aplicación las convierte en la tecnología óptima de generación para afrontar futuras crisis energéticas. Mientras reine la complacencia, a nuestro sistema energético le pasará lo mismo que al financiero.