En el interesante debate que pretende analizar los impactos ambientales de las distintas fuentes de energía, la minihidráulica está saliendo mal parada. Prueba de ello es que el año pasado sólo 24 pequeñas centrales nuevas (se consideran minihidráulicas hasta una potencia máxima de 10 MW) entraron en funcionamiento, con una potencia conjunta de 30,3 MW. Según datos del Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IDAE), el número total de estas plantas en España se eleva hoy a 1.071, que suman 1.573 MW de potencia instalada. En el año 2000, estas centrales produjeron 5.028 GWh, un poco más que los parques eólicos, a pesar de que la potencia eólica es superior, hasta 2.270 MW.
Por comunidades autónomas, el mayor número de instalaciones se encuentran en Cataluña, seguida de Castilla y León, aunque ésta última región tiene mayor potencia instalada (Ver tabla). La nueva potencia que entró en funcionamiento durante el 2000 se localiza, fundamentalmente, en Galicia (6.850 kW), Navarra (6.632 kW), la Comunidad Valenciana (5.060 kW), Asturias (4.301 kW) y Castilla y León (3.501 kW). Por cuencas hidrográficas, la potencia se incrementó en 8,5 MW en la cuenca del Ebro, que concentra el 31% del total de la potencia hidráulica en plantas de pequeño tamaño. Le sigue en importancia la cuenca del Norte, con el 21% de la potencia instalada, junto a la del Duero (11%), la del Guadalquivir (9,9%), la del Tajo (7%) y la de Cataluña, con un 6,9%.
El debate ambiental
No son, desde luego, datos para tirar cohetes. Desde el año 1992, en el que se pusieron en marcha 78 nuevas minicentrales hidráulicas con una potencia acumulada de 116 MW, la nueva potencia instalada no ha superado ningún año los 100 MW. Y desde 1995 ni siquiera ha alcanzado los 50. El evidente estancamiento que ha sufrido esta fuente renovable de energía no es debido a la falta de recurso, aunque tratándose del agua, hay años mejores que otros. El auténtico motivo está en las fuertes críticas acerca de los impactos ambientales de la minihidráulica sobre uno de los ecosistemas más sensibles de la naturaleza: los cursos altos de los ríos.
En julio del año 2000 se hacía público un estudio realizado por la consultora Auma sobre los impactos ambientales de las distintas formas de generación de electricidad. Auspiciado por el IDAE, el Centro de Investigaciones Energéticas Medioambientales y Tecnológicas (CIEMAT), la Asociación de Productores de Energías Renovables (APPA) y los órganos competentes de cinco gobiernos autónomos Aragón, Cataluña, Galicia, Navarra y País Vasco, el informe concluía que la minihidráulica era la energía más respetuosa con el medio ambiente:1 kWh minihidráulico es 300 veces más limpio que 1 kWh de lignito. Dicho informe no ha servido de mucho, a juzgar por los resultados.
Entre las organizaciones que más argumentos han esgrimido contra las minicentrales está la Asociación para el Estudio y Mejora de los Salmónidos (AEMSRíos con Vida). No obstante, su coordinador del área de Medio Ambiente, César Rodríguez, matiza que "no es un no sistemático contra la energía minihidráulica, nuestra postura quiere ser razonado y cada río, cada escala, cada caso es distinto; son muchas cosas las que hay que ver sobre el terreno para determinar si una minicentral está bien hecha o no".
Para AEMSRíos con Vida, los principales impactos ambientales son el efecto barrera y la explotación de caudales. "Se supone dice César Rodríguez que la evaluación de impacto ambiental de la obra debería corregir el primero, y que la obligación de mantener el llamado caudal ecológico es garantía para evitar la alteración del régimen del caudal. Pero la experiencia nos dice que ninguna de las dos cosas resuelve el problema por sí misma". En distintos informes elaborados por AEMS con la colaboración de biólogos y técnicos de las administraciones ambientales de algunas comunidades autónomas, se denuncia que la mayor parte de las escalas que salvan los azudes no funcionan. "Bien hechas podrían tener una operatividad del 80%, pero habría que estudiar bien las especies afectadas y contar con un protocolo de seguimiento que nos permita comprobar esa operatividad; algo a lo que se dedican pocas energías y presupuesto". Cesar Rodríguez insiste en que son "conscientes de que el único problema de los ríos no son las minicentrales; también está la falta de depuración o la demanda creciente para abastecimientos y regadíos. Pero al final es una cuestión de prioridades y de usos del territorio lo que debería hacernos pensar si merece la pena conceder la explotación de una minicentral en un río salmonero bien conservado, que guarda en sí mismo un recurso más valioso que unos cuantos megavatios".
Consciente del valor de la información y el diálogo, el coordinador del área de Medio Ambiente de AEMS asegura "percibir una preocupación creciente de los promotores de minicentrales por los impactos ambientales y no dudamos de sus buenas intenciones, pero tampoco hay que olvidar que la rentabilidad de estos negocios parte en muchas ocasiones de proyectos viciados que exageran los recursos disponibles".
Los héroes de la minihidráulica
José María González Vélez es presidente de la Sección Hidráulica de la Asociación de Productores de Energías Renovables (APPA) y consejero delegado de la empresa Hidronorte. Los últimos acontecimientos parecen no dejarle mucha tregua para el optimismo. "Un promotor minihidráulico tiene que ser un héroe para poner en marcha una central comenta- así que no es de extrañar que en estos momentos se estén construyendo únicamente dos en toda España, una en León, en el río Porma, y la otra en el Jerte, en la provincia de Cáceres". González Vélez asegura que "hay que bregar con las eléctricas que ponen todas las trabas posibles para hacer la conexión; con las administraciones, que son capaces de alargar hasta un año los trámites que por ley deberían durar un mes; y por último, con la beligerancia informativa de los grupos ecologistas locales, dispuestos siempre a decir que los minicentraleros hemos acabado con el salmón. Nos consideran culpables por sistema y tenemos que demostrar nuestra inocencia, aunque nadie se preocupa después de analizar vertidos, sobrepesca, furtivismo, regadíos, etc".
Sergio de Otto, portavoz de APPA, asegura que "existen 173 presas del Estado que ya están construidas por tanto, con el impacto ambiental ya producido y a las que se podría sacar un aprovechamiento energético. Pero ni siquiera esas salen a concurso". La opinión de César Rodríguez es distinta. "Si bien es cierto que el impacto barrera está hecho, el que se deriva de la concesión para explotar los caudales aún no existe, y es igual de importante". APPA ha contabilizado que con impactos ambientales mínimos aún se podrían poner en explotación unos 450 MW minihidráulicos en España. Para cumplir las previsiones del Plan de Fomento de las Energías Renovables habría que construir, no obstante, cerca de 700 MW en esta década, hasta alcanzar los 2.230.
El IDAE considera que esos impactos ambientales mínimos son posibles por el estado actual de la tecnología y los nuevos diseños de las turbinas; "la posibilidad de enterramiento de las conducciones y el inicio de actuaciones que favorezcan, tras la etapa de construcción de la central, la regeneración natural de la zona, reducen al mínimo la alteración del medio y el impacto negativo sobre el ecosistema fluvial". Para mejorar en todos los sentidos la gestión del recurso, se están impulsando las instalaciones de equipos de telecontrol, tal y como sucede en Cataluña, donde el departamento de Medio Ambiente de la Generalitat ha firmado un convenio con las empresas concesionarias de minicentrales de esa comunidad.
En España operan 155 empresas en el área minihidráulica, tanto de ingeniería y desarrollo de proyectos como fabricantes, importadores de bienes de equipo y comercializadores. De este total, 56 tienen su sede social en Madrid, en torno a 25 en Cataluña y el País Vasco y otras doce en Aragón.
Minihidráulica en Europa
La producción minihidráulica en todo el mundo fue de 85 TWh en 1997, lo que apenas representa un 3% de la producción hidroeléctrica total. En la Unión Europea, ese mismo año había una potencia instalada de 9.705 MW, que permitió una producción de 38.287 GWh, según datos de EurObserv'ER. Los principales productores son Italia (2.186 MW instalados), Francia (2.004 MW), España y Alemania (1.370 MW). Los cuatro países suman el 72% de toda la potencia instalada en la UE. El objetivo plasmado en el Libro Blanco de las Energías Renovables es alcanzar los 14 GW (14.000 MW) en 2010, para lograr una producción estimada de 55 TWh.
Europa tampoco pone demasiado fáciles las cosas a la minihidráulica. Basta echar un vistazo a una de las últimas enmiendas de la recientemente adoptada Directiva sobre la promoción de electricidad producida por fuentes de energía renovable, donde se dice que "se debería excluir de estos sistemas de ayuda a las centrales hidroeléctricas que puedan producir electricidad a precios de mercado habituales a escala local".
El sector ha defendido siempre que para poder comparar los costes de las energías, éstas deben reflejar el coste total si se quiere garantizar la eficacia del mercado. Y este coste total debe estar formado por los costes internos de fabricación del kilovatio hora más los costes externos, entre ellos los ambientales. Según José María González Vélez, "es de locos que, desde el punto de vista ambiental, sea más difícil rehabilitar en Castilla y León una minicentral de 100 kW que instalar una planta de gas de 30.000 kW, a pesar de la diferencia abismal de contaminación en contra de ésta última".
¿La muerte del río? Hidronorte es una empresa que bien podría considerarse representativa del sector minihidráulico en España (también es promotora de eólica y biomasa). Propietaria de 12 minicentrales con una potencia de 57 MW instalada y en construcción, su producción anual media es de170 GWh. Para conocer los impactos ambientales de su central de Fecha, sobre el río Tambre, en el término municipal de Santiago de Compostela (A Coruña), Hidronorte encargó a una consultora independiente que, en colaboración con la Universidad de Vigo, realizara un Programa de Vigilancia Ambiental. El objetivo era analizar los efectos ambientales producidos durante los primeros años de vida del aprovechamiento y comprobar las medidas correctoras aplicadas durante la construcción y el funcionamiento de la central, como la escala de peces o la barrera sonora que impide el paso de peces al canal de carga de la central. |