fotovoltaica

Un artículo de Martín Behar Kölln, director de Estudios y Sostenibilidad de UNEF

¿Alguien se cree que una planta fotovoltaica pueda tener el mismo impacto ambiental que una central de gas?

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El debate sobre el cambio climático ha entrado en una dinámica de lucha de poder entre la evidencia científica y el mensaje político, mermando el mensaje de fondo que señala la necesidad de cambiar el modelo productivo. Es innegable que necesitamos electrificar la economía no solo para ser energéticamente independientes y resilientes, sino también para evitar una catástrofe natural de magnitudes desconocidas. En esta lucha, las visiones neo-negacionistas se están abriendo paso a través de la guerra cultural. Una guerra que, al igual que la corriente neo-negacionista, tiene sus orígenes en EEUU y que ha logrado colonizar una gran parte de occidente. Es un artículo de Martín Behar Kölln, director de Estudios y Sostenibilidad de UNEF.
¿Alguien se cree que una planta fotovoltaica pueda tener el mismo impacto ambiental que una central de gas?
Martín Behar Kölln, director de Estudios y Sostenibilidad de UNEF

Hasta hace poco, el neo-negacionismo era repelido por la ciencia. La evidencia científica sobre la aceleración del cambio climático impulsada por la acción humana era irrefutable. Sin embargo, manifiestos como “there is no climate emergency”, firmado por más de 1.600 científicos, o el caballo de troya publicado por Patrik Brown en la prestigiosa revista Nature (artículo al que el mismo autor torpedea una semana más tarde en la revista The Free Press) han dado munición cultural a la caverna fósil y nuclear en contra de la transición energética.

En España, el negacionismo climático se refleja en plataformas de oposición a las renovables, en partidos políticos oportunistas y en un conglomerado de actores que disparan hacia la transición ecológica con marcos discursivos que activan valores latentes tal y como ha descrito George Lakoff en su libro “No pienses en un elefante”. Mensajes que, tienen una gran carga simbólica impulsada por actores con intereses que compiten con un modelo socio-económico limpio y sostenible. Por citar dos ejemplos tan claros como mundanos, películas como “As Bestas” o “Alcarrás” juegan con valores que apelan al sentimiento por encima de la razón, y hacen pasar el mensaje neo-negacionista casi de forma imperceptible. Pocas de las personas que han visto Alcarrás sabrán que, en el mundo real, la planta fotovoltaica construida en ese pueblo se instaló sobre un vertedero de purines proveniente de una macro granja, que contaminaba suelos y napas, emitía olores y representaba una autentica pesadilla para la naturaleza y para los habitantes del pueblo. Tampoco sabrán que, en el mundo real, esa planta ha tenido un enorme apoyo político y social.

Es fundamental tanto reconocer y refutar los argumentos contra las energías renovables, como comprender las preocupaciones válidas acerca de su adopción acelerada. Actualmente, la falta de foros de diálogo inclusivos y constructivos que integren todas las perspectivas impide una transición armoniosa hacia estas energías. Establecer una vía de diálogo es esencial para esclarecer la realidad operativa de las plantas fotovoltaicas y promover una comprensión compartida.

En el contexto de una necesidad urgente por acelerar la transición hacia fuentes renovables, la energía fotovoltaica se sitúa como una de las más respetuosas tecnologías renovables. Si las plantas están bien situadas y se toman medidas de fomento de la biodiversidad, no solo pueden coexistir con el entorno, sino que terminan por convertirse en refugios de la naturaleza. En primer lugar, la falta de interacción humana y mecánica (tractores, maquinaria pesada, vehículos particulares, etc) dentro de las plantas produce un entorno de seguridad para las especies. Por otro lado, la ausencia de utilización de productos químicos (como fertilizantes, herbicidas o pesticidas típicos de la agricultura) hacen que el suelo y las napas subterráneas se regeneren durante los 25 a 30 años de producción de la planta. Este proceso ayuda a que la flora autóctona vuelva a coger fuerza, mientras se fomentan las especies polinizadoras que son la base de la recuperación ecosistémica. Un gran número de desarrolladores ya están aplicando medidas específicas de fomento de la biodiversidad que convierten las plantas fotovoltaicas en espacios de recomposición de la naturaleza.

Una exploración detallada de los mecanismos técnicos implementados en las plantas fotovoltaicas revela su contribución crucial a la conservación de la biodiversidad. Estas instalaciones no solo utilizan charcas y cajas nido, que aumentan significativamente la población de aves y mamíferos, sino que también incorporan hoteles de insectos para fomentar la diversidad entomológica. Además, medidas como el vallado cinegético y la creación de corredores ecológicos e islas arbustivas facilitan el movimiento libre de la fauna evitando la fragmentación de sus hábitats. Estos son solo algunos ejemplos de las estrategias utilizadas que protegen la integridad ecológica de los entornos donde se ubican, pero que también promueven un incremento en la biodiversidad local, transformando las plantas fotovoltaicas en verdaderos santuarios de vida silvestre.

Desde hace más de tres años, se están llevando a cabo investigaciones enfocadas en medir el impacto de las iniciativas para promover la biodiversidad en las plantas fotovoltaicas. Estos estudios se centran especialmente en la avifauna, evaluando cómo diversas acciones han afectado las poblaciones de aves en estas instalaciones. Se ha observado que, cuanto más grandes y antiguas son las plantas fotovoltaicas, mayor es la diversidad y cantidad de especies presentes en comparación con los entornos circundantes. Estos campos solares no solo mejoran las condiciones del suelo sino que también crean hábitats adecuados para diversas especies, desempeñando así un papel fundamental en la conservación de la biodiversidad.

A pesar del consenso global sobre la urgencia de transitar hacia fuentes de energía más limpias y sostenibles, aún persisten enfoques políticos que podrían obstaculizar la transición energética. En particular, algunas políticas impositivas que originalmente se diseñaron para penalizar a las energías contaminantes basadas en fósiles, ahora también se aplican a las energías renovables. ¿Es razonable entonces equiparar la generación de energía renovable con la producción en plantas de ciclo combinado, que aún dependen del gas natural, un combustible fósil?

En comunidades autónomas como el País Vasco o Aragón, se está contemplando la posibilidad de imponer tasas a la producción de energía eléctrica renovable bajo el mismo régimen que las plantas de producción fósil como el ciclo combinado. Esta medida ha generado un debate considerable, ya que muchos expertos y ciudadanos cuestionan la lógica de tratar de forma similar a dos tipos de tecnologías energéticas con impactos ambientales claramente distintos. Es importante destacar que la energía solar fotovoltaica no genera emisiones de gases de efecto invernadero durante su funcionamiento. Además, las emisiones generadas durante la producción de los paneles solares se compensan típicamente dentro de los primeros 6 a 8 meses de operación eléctrica.

Aunque resulte paradójico y aunque se haya demostrado el prácticamente nulo impacto ambiental de la fotovoltaica, estos nuevos impuestos por afección ambiental parecen ser la nueva ola que intenta retrasar la transición ecológica. Equiparar tecnologías limpias con combustibles fósiles no solo es un contrasentido ecológico sino también una estrategia de erosión de imagen y económica, que puede comprometer la capacidad de alcanzar los objetivos de sostenibilidad a medio y largo plazo.

La energía solar fotovoltaica no solo representa una alternativa crucial para mitigar el impacto del cambio climático, sino que también juega un papel esencial en la promoción de la biodiversidad y el desarrollo sostenible siendo un actor consolidado en la protección de la naturaleza. Los proyectos, correctamente implementados, fomentan la conservación de la biodiversidad al mismo tiempo que reducen la emisión de contaminantes nocivos promoviendo la recuperación de áreas degradadas y actuando como espacio de refugio para muchas especies amenazadas. A medida que avanzamos hacia un futuro más verde, es crucial que la transición energética se maneje de manera que maximice los beneficios para la biodiversidad y el bienestar de nuestro planeta. Apostar por las renovables no es solo una decisión energética; es un compromiso vital con la vida y la salud de la Tierra.

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Félix
Para Idoia. Que cansancio: Hay abundantes estudios al respecto que muestran que las emisiones netas de la fotovoltaica (fabricación y funcionamiento) son menores que la de la mayoría de las energías disponibles. Es solo que lo bucarlo y leerlo. Por lo demás la pregunta para Idoia es ¿la alternativa energética que propones (¿que la tendrás, verdad?) es menos contaminante que las energías renovables?.
Idoia
Y qué nos dices de la obtención de los materiales necesarios para la construcción de los paneles? Cobre,silicio,aluminio......todo esto cae del cielo? Cual es el co2 que se emite en la obtención de la tierra de estos elementos? Cero??????
Carlos
Todas esas críticas hay que tomarlas y poner medidas. Fomentar la biodiversidad, evitar generar una isla de calor, evitar uso de tierra fertil, etc. Convertir esos fallos que nos señalan y hacer virtud de ellos.
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