Pero no debemos hacernos ilusiones. Estas buenas valoraciones se deben a la idea positiva que existe a nivel social respecto a la energía solar, que muchos asocian al autoconsumo con instalaciones en tejado. No se debe a una percepción favorable sobre el impacto que el sector fotovoltaico tiene para la sociedad. De hecho, muy pocos son conscientes del empleo que creamos, los impuestos que generamos, cómo ayudamos a reducir la factura de la luz o los equipos que fabricamos.
Es ahora, con el despliegue generalizado de instalaciones, cuando la sociedad está pasando de una percepción abstracta a una mucho más tangible. En este ejercicio de identificación, que está sucediendo ya, nos jugamos mucho, pues de ello dependerá nuestra reputación. Por ese motivo, en este proceso tan delicado, el sector fotovoltaico debe ser ejemplar y no dar por hecho que cuenta de manera automática con respaldo completo de la sociedad para operar (lo que suele denominarse “licencia social”), sino que debe ganarse esa credibilidad y legitimidad y mantenerlas con la aplicación de las mejores prácticas disponibles en todos sus proyectos.
La población es consciente del apoyo público que se ha brindado a las renovables en el pasado. Saben que si hoy tenemos renovables baratas es en gran parte gracias a ello, por lo que ahora esperan mucho de nosotros. Nos piden que generemos valor para el conjunto de la población y lo hagamos respetando los más altos estándares de sostenibilidad, que son el mínimo exigible hoy en día.
Afortunadamente, la energía solar fotovoltaica es una tecnología sostenible perfectamente capaz de generar este impacto positivo. En España ya existen plantas solares con técnicas constructivas y de diseño que garantizan su plena integración en el entorno natural y que además contribuyen a la mejora de la biodiversidad en los ecosistemas en los que se localizan.
Desde el punto de vista social, la implantación de nuevas plantas solares permite la formación de trabajadores y la generación de empleo local promoviendo el desarrollo de las comunidades a través de una mayor actividad económica (lo que se ve reflejado en mayores impuestos para los ayuntamientos) y contribuyendo a la fijación de la población rural.
Es decir, contamos con un punto de partida favorable gracias a una tecnología con bajo impacto ambiental que no genera ruido, ni residuos, que crea empleo y que se integra en su entorno natural. Pero esto es solo un punto de partida. Con estos mismos elementos, el grado de aceptación de un proyecto variará enormemente según la capacidad de incorporar a las comunidades locales y de generar un retorno social que sea verdaderamente percibido por sus integrantes.
Desde UNEF entendemos que los proyectos se deben desarrollar de esta forma, siguiendo una lógica de creación de valor compartido que permita generar un rendimiento empresarial al tiempo que se deja un legado positivo desde el punto de vista social y ambiental en las comunidades en las que se implantan.
Para facilitar la tarea a nuestras empresas socias y para aportar al conjunto de la sociedad hemos elaborado la Guía de Mejores Prácticas de Sostenibilidad, una herramienta para el planteamiento de los proyectos, con tres bloques:
Metodología para la Creación de Valor Compartido
En primer lugar, la Guía incluye una exposición de la metodología para realizar un desarrollo solar centrado en la creación de valor compartido. No hay que confundir este concepto con la filantropía o la responsabilidad social: se trata de una estrategia empresarial que pone en el centro a los distintos grupos de interés.
Para desarrollar una planta solar en suelo siguiendo la metodología de creación de valor compartido deberían realizarse los siguientes pasos:
• Análisis del contexto social, económico y ambiental de la comunidad
• Identificación de los grupos de interés (agricultores, ganaderos, políticos, ecologistas, etc.) y su posición respecto al proyecto
• Definición del plan de creación de valor compartido incluyendo objetivos de empleo, restauración ambiental y beneficio económico para la comunidad.
• Formalización de compromisos públicos y ejecución del plan en colaboración con las entidades municipales y los distintos grupos de interés.
• Medición de impactos, monitorización y mejora.
Banco de Mejores Prácticas
En segundo lugar, la Guía incluye un Banco de Mejores Prácticas, una batería de medidas concretas que se pueden incorporar al desarrollo de un proyecto para su mayor integración social y ambiental. El Banco se ha agrupado en tres ejes, que se definen respecto de cada uno de los principios ESG (Environmental, Social, Governance) sobre los que se construye la sostenibilidad. Es decir, medidas de:
• Integración ambiental, para mitigar el impacto de la instalación solar y contribuir a mejorar la biodiversidad en la planta y en su entorno.
• Integración social, para maximizar el impacto socioeconómico en la zona donde se ubique la instalación.
• Gobernanza y ética empresarial, para una relación transparente y dialogada con la comunidad local y los distintos grupos de interés.
Casos de Éxito de proyectos solares nacionales sostenibles
En tercer lugar, se incluyen en la Guía casos de éxito de proyectos ya realizados en España incorporando principios de sostenibilidad social y ambiental. Estas experiencias ponen de manifiesto el creciente compromiso por parte de los desarrolladores de maximizar el impacto positivo en las comunidades locales.