“Gracias a estos trabajos se ha avanzado en la consecución de células solares de buen rendimiento, bajo coste y características arquitectónicas muy interesantes", asegura Juan Bisquert, director del Instituto Universitario de Investigación de Materiales Avanzados (INAM), de la Universitat Jaume I de Castelló (UJI); el único organismo español que han participado en el proyecto.
Los objetivos de Sunflower eran muy ambiciosos, añade Antonio Gerrero, otro de los investigadores, puesto que se pretendía "no solo mejorar la estabilidad y eficiencia de los materiales fotovoltaicos, sino también reducir sus costes de producción". De hecho, según Guerrero, "se han mejorado los procesos para dar el salto del laboratorio a la escala industrial porque, entre otros, se han usado disolventes no halogenados que son compatibles con los métodos de producción industrial y que reducen considerablemente la carga tóxica de los halogenados".
"La implicación de nuestro instituto en estos proyectos es de gran interés porque una de nuestras líneas prioritarias de investigación son los nuevos materiales para desarrollar las energías renovables", apunta Bisquert. Además, estos consorcios implican el trabajo en común de la academia y la industria. En consecuencia, añade el investigador, "se favorece la transferencia de conocimiento a la sociedad y, en este caso, demostramos que materiales orgánicos investigados durante veinte años están ya cerca de convertirse en tecnologías viables".
El papel de la UJI
La participación de los investigadores de la UJI en Sunflower se ha centrado en "mejorar el aspecto de reactividad química de los materiales o la compatibilidad estructural", señala Germà García, otro de los investigadores. "Hemos trabajado para pasar de los conceptos de la electrónica inorgánica en células fotovoltaicas a la parte de la electrónica orgánica", añade. Los investigadores querían aprovechar las facultades de absorción y conducción de materiales plásticos y comprobar su capacidad de producción solar, un uso poco habitual porque normalmente se utilizan como aislantes eléctricos.
En los laboratorios de la UJI se han estudiado los materiales orgánicos, unos dispositivos muy complejos porque tienen hasta ocho capas nanométricas. "Hemos realizado mediciones eléctricas avanzadas para ver dónde se encontraban las pérdidas energéticas y, de este modo, poder informar a los productores de materiales y dispositivos con objeto de mejorar la estabilidad y eficacia de las células solares", explica Guerrero.
Múltiples aplicaciones
"Las posibles aplicaciones de la tecnología fotovoltaica orgánica (OPV) son numerosas, desde dispositivos electrónicos móviles de los consumidores hasta la arquitectura", subraya Giovanni Nisato, el coordinador del proyecto, que está gestionado por el Centro Suizo de Electrónica y Microtecnología (CSEM). "Gracias a los resultados que hemos obtenido, la fotovoltaica orgánica impresa se convertirá en parte de nuestra vida cotidiana", agrega Nisato. “Desde ropa a construcciones”.
Además, en opinión de sus responsables, los resultados de esta investigación podrían duplicar la cuota de las energías renovables en su matriz energética, del 14% en 2012 al 27-30% para el año 2030. De hecho, Sunflower ha facilitado el avance hacia un aumento significativo en el uso de la energía solar incorporado en objetos de uso cotidiano.
El proyecto Sunflower se ha desarrollado durante 48 meses y ha contado con un presupuesto global de 14,2 millones de euros, con una financiación de 10,1 millones del Séptimo Programa Marco de la Comisión Europea. En su desarrollo han participado centros de investigación y empresas de Suiza, Reino Unido, Bélgica, Italia, Suecia, Alemania y España.
Vídeo explicativo del proyecto: www.youtube.com