En la actualidad, prácticamente todos los aparatos electrónicos llevan en su interior microchips. Y los componentes fotovoltaicos no son una excepción: baterías de litio, inversores, reguladores, cargadores de baterías, sistemas de monitorización… todos llevan estos pequeños componentes en su interior.
Los microchips o microprocesadores se encargan de procesar las operaciones lógicas y aritméticas que hacen funcionar los aparatos. Y algunos fabricantes de microchips como Samsung o Qualcomm han anunciado que son incapaces de producir y cumplir con las demandas y pedidos de chips de memoria, hasta el punto de no tener suficientes ni para sus propios productos.
Durante la pandemia el sector del automóvil sufrió un parón en su producción, lo que hizo bajar la demanda de microchips. Cada coche tiene alrededor de 100 chips, y este sector acapara entre el 10% y casi el 30% del mercado, según diversas fuentes. Por el contrario, el Covid ha provocado que se incrementen las ventas de ordenadores y otros dispositivos electrónicos para cubrir las necesidades del teletrabajo o el entretenimiento durante los confinamientos. El resultado es que los fabricantes de microchips semiconductores cambiaron sus líneas de producción para trabajar menos pensando en los coches y más en la informática.
También está saliendo a relucir otro de los problemas que se ha manifestado con esta crisis. Y es la concentración de proveedores, como la firma taiwanesa TSMC, que fabrica alrededor del 60% de los chips del mercado global.
Tras los peores momentos de la pandemia, la venta de coches inició una recuperación más rápida de lo esperado, mientras que la venta de electrónica seguía en ascenso. Esto ha creado una demanda que los fabricantes no son capaces de cubrir con las infraestructuras actuales y no parece que puedan llegar a ponerse al día en al menos un año. Un informe de la consultora Bain & Company asegura que pese a las grandes inversiones anunciadas y al apoyo institucional, las opciones para resolver esta situación a corto plazo son “muy limitadas” y la escasez durará como mínimo hasta 2022.
Según el distribuidor fotovoltaico Techno Sun, “la escasez de microchips está afectando a la fabricación de elementos básicos de las instalaciones fotovoltaicas, como los inversores y las baterías de litio. Y los fabricantes, más allá del stock que hayan acumulado en previsión de la crisis, ya lo están notando. A día de hoy los efectos son evidentes: los precios continúan aumentando sin que se perciba un tope máximo a la vista”.