Y es que habiendo, como había, petróleo, gas, y hasta carbón, para comprar fuera de nuestras fronteras, ¿para qué meterse en nuevos proyectos de generación eléctrica en base a nuevas tecnologías, aunque éstas fuesen nacionales y el “combustible” utilizado gratuito –en el caso que nos ocupa el sol– dejando así de depender del exterior? Pues para nada. Qué tontería, querer ser independientes en materia energética. Qué locura, investigar y querer ser cabeza de una nueva tecnología, con lo bien que nos iba con las viejas fuentes de producción eléctrica contaminante.
Además, ¿no teníamos ya suficiente energía renovable con la electricidad producida en los incontables pantanos y presas que jalonan nuestra geografía? Sí, aquellas que el dictador realizó por todo el país. Es por ello que muy posiblemente satisfechos con lo ya existente, pocas, muy pocas, son las nuevas infraestructuras hidroeléctricas inauguradas en las últimas décadas y menos aún las obras realizadas para utilizar algunas de ellas como grandes almacenes de energía, al estilo de nuestra central de Aguayo (Cantabria), aprovechando las horas de menor consumo de electricidad y por ello de menor precio. Y es que ¿para qué meterse en esos líos si se podía seguir con las viejas centrales de combustibles fósiles mientras las mismas aguantasen y el sufrido consumidor lo soportase?
Sin embargo, de pronto, y casi sin darnos cuenta, quienes hasta ayer se oponían rotundamente a la utilización de la energía fotovoltaica para la generación de electricidad –bien fuese ésta producida en cantidades significativas, en centrales construidas al efecto para su volcado a la red, o en pequeñas plantas de autoconsumo– acaban de descubrir que la misma es posible, que es barata y que es beneficiosa para el país –suponemos que también para ellos, claro, porque lo otro también era antes– por lo que abandonando las campañas de desprestigio hechas hasta el momento, y conseguido el objetivo de expulsar del sistema a la mayor parte de los insensatos que en la primera década de este siglo creyeron en la energía fotovoltaica y ayudaron al Gobierno de España a acercarse al objetivo fijado para este año de que el veinte por ciento de la energía producida fuese de origen renovable, han decidido que “ahora sí”, que ahora ya interesa la energía fotovoltaica, por lo que están dispuestos a gestionarla ellos solitos, que para eso son los expertos, tal y como han hecho tradicionalmente con el sistema eléctrico y el energético en general.
A este “caer del caballo” ha ayudado también la pandemia del Covid-19, que tan duramente está afectando a todo el Planeta Tierra, la cual está poniendo de manifiesto cuestiones que algunos venían ya vislumbrando y que ahora se han demostrado palpablemente, como ha sido la sensible disminución de la contaminación de nuestras ciudades y la mejora de muchos de nuestros entornos naturales durante el importante parón de la actividad industrial y la casi paralización total del transporte. Esta reducción del tráfico hizo que muchos responsables políticos comprendieran la importancia de reorientar el transporte en el futuro hacia medios no contaminantes, en los que los vehículos eléctricos ocuparán el primer nivel, y para lo que las energías renovables, junto al hidrógeno con ellas producido, será fundamental.
Así que ¡albricias!, la energía renovable fotovoltaica es necesaria, es buena, es bienvenida y debe ser impulsada y protegida. ¿Y quién mejor para tan alta misión que quienes saben de tan complicado e importante sector? Pues eso, las grandes eléctricas del país y algunas otras energéticas que al calor del momento se han sumado al negocio, digo al proyecto.
¿Es eso malo? No, claro que no, pues la obligación de toda empresa es intentar ganar dinero, pero ello, lógicamente, no debe hacerse a cuenta de quienes cuando nadie creía en la energía fotovoltaica arriesgaron su dinero para su implantación y desarrollo –decisión tomada, no se olvide, a petición del propio Gobierno para poder cumplir los compromisos adquiridos con la Unión Europea– razón por la que ahora no se deben olvidar las medidas precisas para recuperar de alguna manera las pérdidas sufridas por los recortes de que injustamente fueron objeto, haciendo así que la seguridad jurídica –faro que debe guiar toda actuación en un Estado de Derecho– siga brillando en toda su plenitud como garantía de futuros emprendedores.
• Cuando las renovables eran como la peste