“Nuestra tecnología destaca por su excelente versatilidad y flexibilidad frente a otras actuales”, señala Raquel Caballero, investigadora del CSIC en el Instituto de Óptica y coordinadora principal del proyecto.
“Las células solares que estamos desarrollando están basadas en combinaciones de antimonio, azufre y selenio, abundantes en la corteza terrestre”, explica la investigadora. “Los materiales resultantes son muy estables y duraderos y poseen unas propiedades electroópticas que permiten a estos dispositivos emplearse en entornos tanto exteriores como interiores y depositarse en prácticamente cualquier superficie, por lo que su rango de aplicación es muy amplio”, añade.
Dotado con 1,7 millones de euros, las células solares desarrolladas en el marco de Sunlife son semitransparentes y su viabilidad ya ha sido comprobada. Se podrán instalar en todo tipo de superficies: edificios e infraestructuras; en baldosas cerámicas con la doble función de ventilación de paredes y producción de energía; o en mecanismos flexibles para, a través de Internet de la cosas (IoT) conectar elementos de uso cotidiano a una red de comunicación.
“Con la previsión de una mayor expansión de dispositivos IoT en un futuro cercano, la fotovoltaica de interiores jugará un papel importante, pues permitirá el uso de estos aparatos sin depender de baterías, menos sostenibles tanto por los materiales necesarios para su fabricación, como por su poca vida útil”, señala Caballero. “Hoy en día ya se emplean módulos solares para fachadas de edificios, en agricultura o en IoT, pero los que nosotros estamos desarrollando se pueden adaptar a todos los escenarios manteniendo su eficiencia, algo que la mayoría de las tecnologías actuales no pueden ofrecer”, concluye,
Además del CSIC, organismo dependiente del Ministerio de Ciencia Innovación y Universidades, en el proyecto participan entidades de seis países: Centre national de la recherche scientifique (CNRS) de Francia; el Laboratorio Ibérico Internacional de Nanotecnología (INL) de Portugal; Technical University of Tallinn (Estonia); Università degli Studi di Parma (Italia); el instituto Bay Zoltan (Hungría); y la empresa española Nano4Energy.