El Ministerio que lidera Teresa Ribera parece que tiene un objetivo claro: conseguir que la transición energética sea una realidad, en lugar de unas palabras bonitas que están en boca de todo el mundo pero en manos de nadie. Mirando hacia atrás, nos encontramos errores repetidos constantemente, vale que el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra, pero es que en este país tropezamos una y otra vez. 2018 y 2019 son años clave para poder llevar a cabo todos los proyectos adjudicados en las subastas renovables y lo que nos encontramos son dificultades administrativas, especulaciones con puntos de conexión y veremos qué pasa con los problemas de suministro de materiales y mano de obra. Vamos, cualquiera que tenga un pelín de memoria le parecerá que hemos retrocedido 10 años y volvemos a estar en 2008. Una pena, con lo que nos pensábamos que habíamos aprendido en todos estos años de dura crisis.
Hablando de tecnologías, la fotovoltaica se ha puesto a tiro. Ha conseguido ser competitiva y ponerse a la altura de la eólica y otras fuentes de energía, pudiendo hacer proyectos sin necesidad de primas, en eso sí hemos mejorado en estos 10 años. Los proyectos a día de hoy cuestan la décima parte que 10 años atrás, habiendo mejorado en rendimientos y precios. Como decíamos antes, las grandes plantas de generación fotovoltaica ya están presentes entre las opciones de ejecución de proyectos renovables por parte de los agentes generadores y promotores de proyectos. Sin embargo, otros sectores se pueden ver también beneficiados por esta bajada de precios: el sector industrial y residencial.
Y es aquí donde entra en juego el autoconsumo fotovoltaico, que consiste en generar energía eléctrica mediante tecnología fotovoltaica, en los puntos donde hay consumo de manera que los kWh generados por la instalación sean consumidos en la propia red interior del consumidor (bien sea industrial o residencial), antes de la interconexión con la red eléctrica de distribución.
La parte técnica es sencilla, se instalan módulos fotovoltaicos en la cubierta o terrenos anexos disponibles, se incorporan el resto de elementos necesarios de cualquier instalación solar fotovoltaica de años atrás, pero se consume directamente la energía eléctrica generada sin necesidad de consumir estos kWh de la red. El diseño de la instalación óptima tiene su aquél, frente a un proyecto de venta a red, porque lo óptimo es minimizar los excedentes, es decir, la energía eléctrica que no puede ser consumida y se tiene que verter a la red de distribución. También hay que hacer un estudio detallado sobre la posible disminución del término de potencia contratada, para conseguir un mayor ahorro. Todo este conjunto de actuaciones, se ven respaldadas si van acompañadas de un proyecto de gestión energética, con una buena monitorización de consumos y producción, de manera que se puedan conseguir objetivos de reducción de consumos y una optimización de la energía eléctrica autoconsumida.
Mantenimiento de instalaciones de autoconsumo
Por supuesto, el mantenimiento de este tipo de instalaciones juega un papel fundamental para garantizar la rentabilidad de la inversión. Mantenimiento de calidad, basado en los procedimientos controlados, actuaciones predictivas y preventivas exhaustivas y tiempos de respuesta mínimos para maximizar la disponibilidad de la planta. Actuaciones como las que se llevan a cabo desde Aemer, para profesionalizar los servicios de mantenimiento a través de un “sello de calidad”. El Sello de Calidad ISP Aemer, permite identificar a aquellas empresas con calidad suficiente para ser identificadas por su excelencia dentro del O&M. Es una necesidad y una garantía de cara a favorecer la confianza de los clientes en el mantenimiento y son fundamentales para garantizar el éxito de proyectos y conseguir desarrollar un sector sostenible en el tiempo.
El reto tecnológico de este tipo de instalaciones está basado principalmente en la mejora de rendimiento de los módulos fotovoltaicos y, sobre todo, en el almacenamiento de energía, como solución fundamental para la gestión energética y la integración de energías renovables en la red.
Sobre todo, en el sector residencial, donde es más complicado cuadrar el consumo con la generación fotovoltaica, máxima en las horas centrales del día cuando generalmente no se está en la vivienda, el rendimiento y la bajada de precios de las baterías es un punto fundamental a resolver. Esto permitirá avances también en la movilidad sostenible, pudiendo abastecer la recarga del vehículo eléctrico con baterías cargadas durante el día con tecnología fotovoltaica.
Temas administrativos tienen mucho margen de mejora todavía. Los trámites administrativos se tienen que simplificar y sobre todo homogeneizar entre las comunidades autónomas y compañías distribuidoras. Actualmente es un mundo tramitar este tipo de instalaciones, dependiendo de su potencia y de la comunidad autónoma o incluso la compañía distribuidora de la zona. Es un tema político que debe estar incluido en esa hoja de ruta hacia la transición energética, sin duda tratado como una prioridad.
Y, por último, el tema económico que supone el gravamen con impuestos para este tipo de instalaciones. En el año 2013 se incrementaron los costes para el consumidor relativos al término de potencia, para evitar una drástica disminución de ingresos debido a la caída de la demanda. Con esta medida, se penalizaron drásticamente las medidas encaminadas a la reducción de consumo e incluso a producir tu propia energía, puesto que el consumidor se ahorraba menos por tener el coste de término de potencia con mayor peso que el de energía.
Desde octubre de 2015, cuando salió el Real Decreto de Autoconsumo, las instalaciones han estado penalizadas por el famoso “impuesto al sol”. El argumento de las compañías eléctricas es que, con la actual estructura de la factura de electricidad, el término de energía contiene una parte de peajes que, si los autoconsumidores fotovoltaicos no pagan, ellas dejan de ingresar poniendo en riesgo la estabilidad del sistema.
Estos dos factores supusieron sin duda la paralización del sector durante el periodo 2013-2017, por la incertidumbre regulatoria y por la penalización en la amortización de la inversión. Pero por fin la transición energética está en marcha, las tres instituciones pilares de la Unión Europea nos avalan. Parlamento, Comisión y Consejo de la UE establecen que los consumidores tienen derecho a generar su propia energía sin que puedan existir recargos de por medio, al menos hasta 2026, con independencia de la potencia de la instalación.
A partir de entonces los países europeos podrán reevaluar qué hacer con los recargos, pero las condiciones para que puedan hacerlo son exigentes: la revisión únicamente se podrá hacer si se puede demostrar con un análisis coste-beneficio el impacto negativo de la exención de los peajes sobre el sistema eléctrico y si, además, el autoconsumo alcanza un 8% del mercado –hoy apenas supera el 1%–. Esta posible revisión no podrá afectar, además, a instalaciones de autoconsumo de una potencia inferior a los 25 kW, que se mantendrán exentas de peajes.
El autoconsumo fotovoltaico es ya una realidad, cualquier consumidor se puede plantear la opción de instalar módulos solares fotovoltaicos en su cubierta o terreno, y contactar con una empresa con experiencia que le haga un estudio de viabilidad, donde habrá que mirar el tema económico por supuesto, sin dejar a un lado el beneficio medioambiental y de sostenibilidad que conseguimos con estas actuaciones.
Por primera vez los consumidores, sean del tamaño que sean, tienen cabida en el sector de generación de este país, pudiendo generar parte de la energía que necesitan consumir, mediante tecnologías respetuosas con el medio ambiente y obteniendo un beneficio económico por ello.