En SUD, en los más de 18 años que llevamos trabajando, hemos instalado más de 100.000 paneles fotovoltaicos, y podíamos contar con los dedos de una mano los paneles que hemos tenido que cambiar por culpa de una granizada. Siempre hemos dicho que solo pasaría en casos muy excepcionales: la caída de una piedra de grandes dimensiones, vandalismo…
Los vidrios que cubren los paneles fotovoltaicos deben pasar unos ensayos de impacto de granito (Hail test, en inglés), que según la norma IEC 61215 deben soportar los impactos de estas bolas de hielo:
Ice balls allowed to be used according to IEC 61215
Esto debería ser suficiente, al menos hasta ahora. Pero la situación está cambiando. El verano del 2022 fue seguramente el primero en el que nadie duda de que los episodios extremos vividos son consecuencia del cambio climático: temperaturas récord en mayo, oleadas de calor consecutivas a partir de junio (42 días seguidos), sequía, fuertes vientos y tormentas. La temperatura del mar Mediterráneo está en niveles nunca vistos, y esto no sólo tiene consecuencias para la vida marina (como la elevada mortalidad de los mejillones), sino también tiene efectos importantes en la formación de las tormentas, que cada vez son más violentas, a menudo acompañadas de piedra.
Caen más piedras, y de mayores dimensiones, y ahora estamos notando un aumento en el número de incidencias en instalaciones fotovoltaicas. Un ejemplo es la fuerte tormenta de piedra que hubo la tarde del 30 de agosto en La Bisbal de l'Empordà, donde cayeron piedras de hasta 11 cm (¡mayor que una manzana!), que se considera el tamaño récord hasta ahora en Cataluña. Fue tan excepcional que hemos tenido que lamentar la muerte de un bebé de 20 meses, que recibió el impacto de una piedra, y más de 50 personas tuvieron que ser atendidas por contusiones o fracturas. La piedra rompió cristales de coches, y tejas de las cubiertas. Y lógicamente los paneles fotovoltaicos no quedaron inmunes:
Hemos recibido alguna imagen más de clientes de SUD con afectaciones en paneles, como la que abre este artículo, del municipio de Sant Salvador de Guardiola (Barcelona). Sorprende ver, en este caso, que sólo una placa ha resultado afectada y con múltiples impactos, y el resto se han mantenido intactas. Una primera lectura podría ser que este panel podría tener algún defecto de fabricación, y se está analizando con el fabricante, pero más probablemente la causa sea que primero recibió el impacto de una piedra de gran tamaño (que las demás placas no recibieron) y con ese primer impacto el vidrio perdió las cualidades de rigidez y no resistió el resto de los impactos posteriores más pequeños (que sí resistieron el resto de los paneles).
Episodios extremos como el de La Bisbal del Empordà son muy excepcionales, pero lamentablemente con el cambio climático serán cada vez más frecuentes, y dejaremos de contar con una mano (ni con dos ni con cuatro), las placas que deberemos cambiar por las granizadas.
¿Qué podemos hacer?
En primer lugar, es necesario recomendar que la instalación fotovoltaica tenga un seguro que cubra estas inclemencias meteorológicas (fuertes vientos y granizadas), como hacemos con los vehículos. El seguro de la casa, por sí solo, no lo cubre. Conviene que hablemos con la compañía aseguradora para garantizar que incluya también la instalación solar.
La garantía de los paneles muy probablemente no cubra estas incidencias, a menos que entren dentro de los valores que la norma marca que deben cumplir (que hubiera un defecto de fabricación, algo poco probable, por los controles de calidad a los que están sometidos).
La tecnología fotovoltaica también debe adaptarse al cambio climático. Los fabricantes de paneles –el sector fotovoltaico en general–, deberían revisar los estándares de calidad, incrementando la resistencia de los vidrios (aumentando el volumen de las piedras de hielo que pueden resistir). En SUD, a partir de ahora, incluiremos la calidad del vidrio como un estándar más importante en nuestra decisión de compra. Los fabricantes que lo contemplen tendrán más mercado, seguramente. Otra posibilidad es utilizar los paneles que hoy son sólo una alternativa para casos concretos, como los paneles sin marco ni vidrio, que hasta ahora utilizábamos en casos en que la cubierta resista muy poco peso, o que ésta no se puede agujerear.
Y si el tema se hiciera mayor, afectando habitualmente a una gran cantidad de superficie con paneles fotovoltaicos convencionales ya instalados, quizá habría que plantear medidas como las que han tomado toda la vida los campesinos de la fruta: instalar redes de protección. Ante episodios extremos, medidas extremas.
Quienes diseñamos, proyectamos, instalamos y mantenemos instalaciones fotovoltaicas también debemos adaptarnos al cambio climático. Ya no es suficiente con cumplir el Código Técnico de la Edificación. Debemos prever estructuras más resistentes, que aguanten vientos más extremos, evitando en lo posible el efecto vela de los paneles, eligiendo los equipos más resistentes del mercado. Y siempre recomendar contratar un seguro, porque cuando una cubierta vuela por causa de un huracán, poco o nada podremos hacer.
*Manel Romero es ingeniero industrial y socio cofundador de SUD Renovables. Durante 8 años, hasta la pasada primavera, fue representante de UNEF en Catalunya.