¡Por fin lo hemos conseguido! Ya tenemos un marco legislativo que va a permitir el desarrollo del autoconsumo a cualquier escala. No hay duda de que el acceso al autoconsumo a escala residencial ha sido uno de los argumentos utilizados por casi todos los representantes y actores del sector fotovoltaico, principalmente los instaladores, importadores y distribuidores. Sin olvidar a los muy pocos fabricantes que quedan en nuestro país y en Europa. Hemos defendido el derecho a producir, gestionar y consumir la energía en nuestra casa, en nuestro comercio o nuestra industria. La “democratización” de la gestión energética en un escenario de generación distribuida e interconectada con la nueva movilidad, etc, etc.
El marco para el autoconsumo residencial (hasta 10kW) ya estaba bastante bien, al menos lo suficiente como para desarrollarse, desde octubre de 2015. Y la realidad, contrastada con numerosos profesionales, es que ese enorme mercado está creciendo, sí, pero de forma lentísima y con muchas dificultades. No dudo que el nuevo escenario vaya estimular a algunos ciudadanos, pero seguimos teniendo los mismos problemas: el desconocimiento general, la confusión de los pocos que algo conocen y el factor “amortización financiera” que tan ligado está a la fotovoltaica desde el año 2008.
Por otra parte, el autoconsumo industrial, a pesar de las limitaciones, ha crecido de forma espectacular, con plantas de hasta 1 MW, y se dice que podrían haberse instalado ya cientos que, por una u otra razón, escapan del control de REE.
En definitiva, parece que el modelo de desarrollo venidero, y el interés de la mayoría de los actores del mercado, está yendo a lo que podríamos definir como lo más fácil: autoconsumo industrial, PPA’s y las grandes instalaciones derivadas de la subasta de 2017.
¿A quién le interesan las pequeñas instalaciones residenciales? ¿Quién va a invertir en crear el conocimiento y la demanda? No el “sector” tradicional fotovoltaico y sí curiosamente todas las grandes, y pequeñas, compañías eléctricas. Pero, por el momento, sin dedicarle grandes recursos.
En España, más del 35% de la población vive en casas con “tejado propio”. Eso nos podría hacer sentir optimistas para desbancar a Alemania y sus más de 1,6 millones de instalaciones frente a (nadie tiene una cifra exacta) a lo instalado por nuestros poquitos miles de intrépidos españoles y muchos (en proporción) extranjeros afincados en nuestro país. Pero me temo que nos queda mucho camino por recorrer hasta que nuestra sociedad entienda el autoconsumo no sólo como una buena inversión financiera (de nuevo el único argumento comercial), sino como una opción responsable para mejorar el modelo energético. Y de paso contribuir a incrementar la independencia energética del país y la reducción de las emisiones.
A comienzos de este siglo, la entonces existente industria española y europea, junto con los centros de investigación y otros actores, promovimos las renovables con dos argumentos fundamentales: la creación de más industria y más y mejor empleo. Me gustaría que el “sector”, a partir de ahora, recuperase estos argumentos a la hora de apostar por el modelo de desarrollo. No lo dejemos sólo en manos de los grandes inversores y las importaciones masivas de productos asiáticos. Acerquémoslo a la gente y reinventemos la industria. No está todo inventado y tenemos investigadores muy capaces que seguro que pueden innovar y crear nuevos conceptos industriales que satisfagan este enorme potencial en España. El Gobierno central, los autonómicos y los ayuntamientos tienen un importante papel que jugar en este empeño.