Espero que nadie piense que me he vuelto loco, ni que no leo los periódicos ni que me esté refiriendo a cualquier cosa que pueda pasar en nuestro maltrecho país al menos a medio plazo.
La razón de mi optimismo es que he estado una semana en Abu Dhabi asistiendo a la 3ª Asamblea General de IRENA y a la Conferencia ADIREC, la bienal de energías renovables de marcado carácter político que se empezó a celebrar en Bonn en 2004.
Respecto a la Asamblea, la única e importante mala noticia es la confirmación de la falta de interés por parte del Gobierno español respecto a lo que pudo haber sido (y llegó a ser) uno de los grandes motores de nuestro desarrollo industrial y económico y que las grandes empresas de nuestro sector energético se han empeñado y conseguido destrozar. Pero esto, por archisabido, no merece más comentarios. El caso es que China, ha decido unirse formalmente a la Agencia, que ya aglutina a 160 países en el objetivo común de hacer de las renovables la principal solución energética en el mundo.
El trabajo que se ha hecho en los dos últimos años es impresionante y los compromisos concretos que están asumiendo muchos países en vías de desarrollo nos animan a pronosticar un enorme aumento en el desarrollo de este mercado.
Pero nadie dice que vaya a ser fácil, como no lo fue en los países que gracias a la implantación de mecanismos de apoyo a las renovables en base, sobre todo, a tarifas de inyección a red, conseguimos masificar la instalación de todas las tecnologías, alcanzando unos niveles de madurez tecnológica y competitividad de las que ahora ya se benefician los países en donde, precisamente, la energía instalada está muy lejos de satisfacer la creciente demanda.
Y la buena noticia es que, a pesar de que los poderosos lobbies de las energías basadas en los combustibles fósiles no van a permitir que sea sin esfuerzo, hay voluntad política y poderosas razones y argumentos a favor nuestro, que todos conocemos.
Aparte de IRENA, Naciones Unidas, bancos internacionales de desarrollo y una innumerable cantidad de instituciones públicas y privadas se han puesto en marcha con importantes presupuestos que ayudarán a dar el impulso definitivo a un modelo energético basado en las energías renovables. Y lo más importante es que ya no estamos sólo hablando de proyectos de ayuda al desarrollo. Hay planes muy concretos de acceso a la energía y de la integración y extensión de redes existentes en numerosos países.
Desgraciadamente, al igual que está pasando en casi todos los sectores económicos de nuestra sociedad, el pan hay que ir a buscarlo fuera. Deberemos seguir luchando aquí, pero el negocio, el gran mercado, hay que hacerlo allí donde se están creando las condiciones.
Con más pena que orgullo diré que en esta Conferencia, aparte del ya muchas veces nombrado Hugo Lucas, Director de Servicios de Asesoría Política de IRENA, y de Santiago Seage de Abengoa, fui el único orador español del programa oficial. No es un buen dato ni pone de manifiesto un gran interés en donde, bajo mi punto de vista, deberíamos tener más influencia.
Pero estamos a tiempo: Latinoamérica, Asia y sobre todo África van a ser, sin duda los grandes mercados para las energías renovables. Si nuestro Gobierno no está a la altura, no es excusa. Ya nos tiene acostumbrados.