Esta es la pregunta que me hizo ayer mi hija Marta, de 28 años, con sincera angustia después de leer un blog, ciertamente catastrofista, en base a informe relativo a la acumulación de CO2 en la atmósfera publicado el 29 de septiembre y esta página, nada catastrofista, pero que ofrece una visión muy fría y preocupante del impacto del cambio climático.
Escribo estas líneas a 1 de octubre de 2016, en el que rondaremos en Madrid los 30 grados de máxima, situación que se extenderá a toda la semana que viene, sin lluvias, y quién sabe hasta cuando. Entiendo la angustia de mi hija que como veterinaria y amante de los animales se entristece al ver las fotos de osos pardos de nuestra cordillera Cantábrica famélicos por la falta de lluvias, y como consecuencia, de su alimentación.
Pero lo que está pasando, y que podemos ver de forma patente en nuestro país y en todo el planeta ya sabíamos que iba a pasar. Y seguirá agravándose por la falta de reacciones contundentes. Le podemos seguir echando la culpa a los políticos, pero nuestra generación es la primera que fue consciente del problema y de sus consecuencias y no vamos a ser capaces de impedir que si algún día mi hija tiene un hijo, ya no le pueda hacer a ella la misma pregunta. Lo sabemos perfectamente desde hace casi 30 años. Pero entre los “negacionistas”, los egoístas y los “pasivos sufrientes” les vamos a dejar un país y un planeta muy diferente al que era cuando nosotros nacimos.
Suelo recordar que el cambio climático era uno de los argumentos más fuer tes que usamos para promover las renovables cuando no eran competitivas, pero ahora que lo son, muchos nos hemos concentrado en el negocio y hemos dejado a un lado esa lucha. Y ni se menciona.
En estos días se celebra en Nairobi la tercera edición de IOREC, una conferencia que organizan IRENA y ARE en la que se promueve el uso de E ERR en los Países en Vías de Desarrollo. Casi todos ellos tienen en común que, aparte de la necesidad de energía, son víctimas y culpables también muchas veces de una deforestación salvaje. Nadie hablará de esto.
En unos días asistiré a otra conferencia similar en un país del Caribe, patrocinada por la CE. Más de lo mismo. Palabras y palabras de los mismos convenciéndonos de lo que todos estamos ya convencidos y sin promover el cambio radical que necesitamos.
Lo que podemos y debemos hacer es asumir personalmente un compromiso mucho mayor: Desde incorporar las E ERR a nuestra vida a llevar una vida más coherente, consumir menos e intentar llevar incluso una dieta más sana y sostenible, con mucha menos carne y mas productos locales, eliminando lo que sabemos que genera un serio
impacto en el medioambiente del planeta.
No sé si quiero tener nietos, ¡con lo que me gustan los niños!