El pasado mes de noviembre comentaba algunos temas relacionados con iniciativas para recuperar toda la cadena de valor en la industria fotovoltaica en Europa. Algo más que necesario, imprescindible, dado el complejo entorno político internacional.
Escribo estas líneas cuando se acaba de publicar (literalmente) que “La Unión Europea ha elevado los objetivos de consumo de energía renovable más ambiciosos para los próximos años. En 2030, el 42,5% de la energía total tendrá que proceder de este tipo de fuentes de generación e, incluso, se contempla la posibilidad de subir el listón al 45%, según el acuerdo al que llegaron en la madrugada del 29 al 30 de marzo el Consejo de la UE y el Parlamento Europeo”.
Y en España, tal como indica el Plan Más Seguridad Energética, la autonomía estratégica requerirá del fortalecimiento de las capacidades de la industria nacional a lo largo de toda su cadena de valor en las diferentes tecnologías vinculadas con las energías limpias y con la descarbonización de la economía, para asegurar que las restricciones globales no pongan en riesgo la profundización de la transición energética. Por ello, el Plan indica que se dotará una partida adicional de más de 1.000 millones de euros para el refuerzo de la cadena de valor en la transición energética, alineada con el Perte ERHA.
Por su parte, recientemente la Comisión Europea ha publicado su propuesta de un “Plan Industrial del Pacto Verde”, que tiene entre sus principales objetivos “aumentar la capacidad de fabricación de la UE en relación con las tecnologías y productos con cero emisiones netas necesarios para cumplir los ambiciosos objetivos climáticos de Europa”. En el marco de este Plan, la Comisión ha analizado las vulnerabilidades y dependencias en la cadena de valor europea.
Hace cosa de 20 años, cuando en nuestro país fabricábamos células, pero no polisilicio ni silicio cristalino, se pusieron en marcha, entre otros proyectos, una fábrica de polisilicio, promovida por Isofoton, en Algeciras, que no llegó a nacer, y una de silicio en Puertollano, promovida por Pillar, fabricante ucraniano y proveedor de la mencionada empresa malagueña, que llegó a ponerse en marcha y que tuvo que cerrar con gran dolor y despidiendo a unos mil empleados.
La razón era muy sencilla: los números no salían para competir con la súper dopada y subvencionada industria china. Me consta que el gobierno chino ha estado siempre muy implicado en el desarrollo de esta industria, hasta asegurarse casi una situación de monopolio internacional. Dependemos casi totalmente de ellos para fabricar los miles de gigavatios con los que pretendemos asegurar nuestra dependencia.
El año pasado nos hemos movido mucho en Europa en este tema, pero ¡oh, sorpresa! Hace un año, por poner una cifra, los paneles estaban a 30 céntimos de euro el vatio pico. En pocos meses han bajado un 30%, crisis de transporte aparte. Y esto ha pasado con las materias primas subiendo, los precios de la energía subiendo, salarios, inflación, tipos de interés, etc. ¿No es un poco extraño?
Lamento parecer un “terraplanista”, pero para mí que esto no es casualidad. Por mucho que haya mejorado la ratio gramos de Si/Wp, los números no salen.
Supongo que hay mucha gente feliz por esta espectacular bajada, pero esto va a poner muy difícil las mencionadas iniciativas porque os aseguro que en Europa es imposible fabricar en condiciones capaces de competir con estos precios si no es perdiendo dinero, mucho dinero. ¿Soluciones? Pues hay que ir pensando. A Iberdrola y Enel les ha gustado mucho la nueva Ley IRA de EEUU. A las instituciones europeas no les ha gustado. Mientras tanto seguiremos perdiendo el paso. No sólo con la fotovoltaica. Y esto no son imaginaciones.