En primer lugar quiero expresar mi agradecimiento a los lectores de esta revista. Especialmente a aquellos que no están directamente relacionados con el sector de las energías renovables. Les agradezco su interés por estos temas y su paciencia por lo reiterativo, muchas veces, de la visión de los que aquí tenemos la oportunidad de escribir y que vosotros leéis cada mes.
Casi todos los columnistas y articulistas estamos o hemos estado directamente implicados en la industria y somos, lógicamente, parte interesada. Y por lo tanto podría interpretarse que esa casi obsesiva y melancólica visión es parcial o incluso manipulada. Pero sinceramente no es así. Y se que lo sabéis y lo entendéis. Tenemos la suerte o la desgracia de estar vinculados a un sector del que dependen muchas más cosas que nuestro propio futuro profesional o empresarial.
Pero llega un momento en el que a fuerza de leer y repasar lo escrito en este foro en los últimos años, al menos yo, me doy cuenta que estamos encerrados en un bucle argumentarlo del que no salimos porque la realidad insiste en darnos, lamentablemente, nuevos argumentos para insistir en nuestra desgracia. Porque, efectivamente, lo que le ha pasado al sector de las renovables es una auténtica desgracia. No solo para las empresas y profesionales sino para la sociedad y la economía de este país. Y no voy a insistir en las numerosas razones que soportan esta afirmación. Os bastará con leer la revista de este mes y de cualquier mes posterior a 2007.
De vez en cuando he querido dar una visión optimista – y real– aprovechando algunos de los acontecimientos internacionales a los que normalmente asisto y compartiendo los datos de planes y realidades de países en donde las energías renovables si que están teniendo o van a tener el impulso necesario para convertirse en protagonistas de un modelo energético alternativo. Pero la realidad más cercana pesa mucho más que lo positivo de esos lejanos escenarios.
Suelo esperar hasta el último momento, poniendo a prueba la paciencia de mi amiga Pepa Mosquera, para escribir estas líneas esperando que surja alguna buena noticia que sirva de pretexto para cambiar un poco el chip. Pero suele pasar lo contrario: la nueva subida de las tarifas eléctricas, los grandes resultados de las compañías eléctricas españolas (o casi españolas), o el informe del IPCC. Me dejan sin palabras. Seguro que otras personas mucho más preparadas os comentaran estas cosas este mes.
Sólo voy a insistir en algo que ya comenté en alguna ocasión: la necesidad de unir nuestras cada vez más mermadas fuerzas y encontrar la forma de llevar un mensaje contundente a la opinión pública. Estoy de acuerdo con el comentario de un lector, Jaime Díaz, que escribía sobre la necesidad de insistir después de haber estando 20 años trabajando por y para este sector. Reconociendo que nuestros enemigos son muy poderosos, también tenemos que hacer algo de autocrítica y asumir que tampoco lo estamos haciendo tan bien. O por lo menos que debemos mejorar. No tengo la receta pero seguro que entre todos encontraremos la manera de hacer más eficaz nuestra lucha. ¿Un líder apoyado por todos los actores, quizás?
Mas acción y menos palabras.