ernesto macías

Autoconsumo fotovoltaico: algunas reflexiones

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Parece mentira, pero ya han pasado más de cuatro años desde que apareció la primera y deseadísima regulación del autoconsumo fotovoltaico que permitió arrancar el desarrollo de un nuevo mercado, para todos desconocido entonces. En este tiempo la regulación ha evolucionado hasta un punto que, sin ser la ideal, podemos considerar buena para un desarrollo casi infinito de instalaciones. Un mercado potencial enorme.

A los que llevamos algún tiempo nos llamó mucho la atención que incluso antes de octubre de 2015, Iberdrola lanzara su Smart Solar, siendo un precursor en una oferta residencial con baterías y acercándose al cliente empresarial con una comunicación bastante buena, a mi entender. Desde entonces, prácticamente todo el sector eléctrico ha puesto en marcha ofertas similares a clientes, tanto particulares como empresas.

Paralelamente, una pequeña multitud de empresas de muy variado perfil y origen han ido abriéndose un hueco en este nuevo mercado, la gran mayoría enfocados al cliente empresarial. El mundo del residencial va más lento por muchas razones pero, posiblemente, la principal sea la falta de base de instaladores eléctricos suficientemente preparados o, al menos, interesados en lanzarse a esta actividad. El principal reto para todos, sobre todo para los grandes operadores, es el de conseguir precios de instalación muy bajos y, a ser posible, con “tarifa plana”. Es algo complicado pero seguramente se acabará consiguiendo, y a partir de ahí el mercado eclosionará hasta llegar a las cifras que el estudio del Observatorio Español del Autoconsumo Fotovoltaico pronosticó: llegar a más de 300.000 hogares en tres años. Otra dificultad que tendremos es la de, precisamente, monitorizar esta evolución por los problemas que se derivan de la falta de control oficial de este tipo de instalaciones pequeñas.

Ya definido el tema de la compensación, tan sólo insistir en que, para llegar a una autarquía relevante y rentable a la vez, el uso de las baterías (que también se beneficiará de la compensación) se hace imprescindible. El autoconsumo directo, fabuloso en fábricas y empresas, se convierte en algo meramente simbólico en la mayoría de los hogares actuales. La reducción de costes, sin duda ayudará. Lo que sigue siendo complicado, aunque sea un tema políticamente muy sexy, es el autoconsumo compartido. En nuevas promociones de viviendas será algo relevante, pero en el parque de viviendas de las ciudades las limitaciones son mucho mayores que las soluciones que la ley permite. Veremos. Lo que está claro es que las empresas instaladoras prefieren dedicar sus esfuerzos a lo que, en principio es más fácil y rentable.

En cuanto al autoconsumo industrial, los números y los beneficios para las empresas son tan apabullantemente buenos que la única razón de que aún no haya explotado se debe a su desconocimiento o a que muchas empresas están aún explorándolo. Pero hay empresas con potencial de cientos de megavatios que, sin duda, acabarán invirtiendo por la seguridad del retorno en la inversión. Aquí el tema crucial es el del control de la calidad de productos e instalaciones, que no conviertan una oferta en puro papel mojado. Se habla de empresas que reetiquetan módulos cambiando su potencia e incluso la marca. Yo no me lo creo, pero cuando el río suena, agua lleva.

La tranquilidad que representa para una empresa, y una familia, saber cuánto te va a costar gran parte de tu consumo durante muchos años garantiza un mercado que no va a dejar de crecer de forma geométrica. Porque el coste del kWh producido con las instalaciones fotovoltaicas ya está por debajo del precio del pool.

El proceso de electrificación que vamos, sin duda, a experimentar va a contribuir a que el autoconsumo crezca más allá de lo que lo haría de “forma natural”.  Un ejemplo: en las condiciones actuales un concesionario de automóviles medio podría cubrir un porcentaje relevante de su consumo con una instalación de 100 kWp. Pero la electrificación del automóvil ya está empezando a influir en esto al necesitarse una mayor capacidad para los cargadores. ¿Y qué mejor que ampliar la instalación fotovoltaica? Ya está pasando. Grandes cadenas de supermercados, hipermercados, centros comerciales y empresas de todo tipo están analizando soluciones de carga con apoyo fotovoltaico. ¿Y qué decir de las grandes empresas consumidoras? Desde aeropuertos a grandes industrias de todo tipo han anunciado o puesto en marcha proyectos de megavatios.

El impacto de estas futuras instalaciones de autoconsumo puede llegar a unos niveles que mucha gente en el sector fotovoltaico “tradicional”, más orientado a las grandes plantas de conexión a red, no llega a imaginar. Y entiendo que, a todos los actores interesados, comenzando por el Gobierno, se les debería obligar a un análisis más profundo de cómo va a transformarse el sistema eléctrico en los próximos diez años.

El plan previsto contempla la instalación a la red de 30 GWp de aquí al 2030. ¿Pero cómo va a ir evolucionando el autoconsumo? Hace 20 años nadie podía ni soñar en el papel que la fotovoltaica ha alcanzado, pero lo curioso es que aún estamos arrancando y yo tampoco me siento capaz de hacer una estimación. Sí que parece poco arriesgado pensar que la demanda diurna, aun creciendo a pesar del autoconsumo, puede verse afectada por una bajada de precios importante a esas horas. Me imagino que los inversores son conscientes de esta previsible realidad y han hecho sus números, pero deberíamos evitar que el autoconsumo se convierta en el enemigo de las grandes plantas y viceversa. Confieso que siempre he defendido la energía distribuida y la generación cercana y asociada al consumo, y eso no me sitúa en contra de esas grandes instalaciones. Pero insisto en la necesidad de analizar y planificar esta nueva perspectiva que nos ha venido dada por la gran competitividad del autoconsumo a todos los niveles.

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