Después de mi viaje de despedida de ARE, en Sicilia, que fue muy emotivo y muy satisfactorio, al comprobar cómo ese movimiento en favor de la electrificación rural en países en vías de desarrollo sigue creciendo y sumando más entidades públicas y privadas a la causa, vuelvo a la realidad de las renovables en España.
A falta de estudios serios (al menos yo no soy consciente de que se haya publicado alguno) que nos informen del nivel de conocimiento e interés de nuestra sociedad sobre el tema de las Energías Renovables, me limito a ir extrayendo algunas conclusiones de mi contacto directo con un público variopinto en mis viajes por todo el territorio nacional.
En cuanto a la regulación, el mal que se ha hecho y se ha seguido haciendo, incluso después de la publicación del famoso decreto 900 de 2015, es notable. La mayor parte de los ciudadanos con los que me he ido encontrando en diferentes contextos y donde no dejo escapar la oportunidad de testar estos temas, cree que lo del autoconsumo, o está prohibido o es inviable por los terribles impuestos que hay que pagar. Además, eso sí, la gente se indigna mucho y se enfada porque España es el único país del mundo en el que “pasa esto”.
Luego, si tengo la oportunidad de explicar la realidad de las renovables en cuanto a costes actuales e implantación a nivel mundial, simplemente no se lo creen. Y claro, yo no voy por ahí con el ordenador “cargado” para disparar la información en cualquier momento, por lo que la duda la dejo ahí, pero eso de que la fotovoltaica y la eólica sean las tecnologías que más se instalan hoy en día para producir electricidad, en general, no se lo cree nadie.
La confusión entre la solar térmica y la fotovoltaica es un clásico y es perfectamente comprensible que la gente que ve un panel sobre una cubierta no distinga una cosa de la otra, pero es otra prueba de la falta de conocimiento del personal.
Pero, ¡ojo!: a pesar de la espectacular subida de la electricidad en los últimos años, gran parte del personal no tiene ni idea de lo que gasta y mucho menos del precio por kilovatio hora, que qué es eso. Y eso que las grandes eléctricas, hay que reconocerlo, están intentando adoptar una comunicación más amistosa y cercana, quizás como reacción a la dinámica actividad de muchas nuevas, y no tan nuevas, comercializadoras.
La energía sigue siendo una materia bastante desconocida para el ciudadano y esto no parece que vaya a cambiar si no se hace algo. El actual gobierno sólo está preocupado en mantener el carbón en el sistema y como todos lo que leéis esta revista sabéis, la alianza para mantener ese lobby es sólida. No creo que vaya a haber un interés institucional por informar al ciudadano de las bondades de las renovables o el autoconsumo, por lo que o los diferentes sectores interesados se organizan y se empiezan a mover, o el cambio de modelo va a tardar en implantarse demasiado tiempo.
Los recursos financieros de las empresas, las asociaciones y otras entidades interesadas en la promoción de las energías renovables son limitados, pero si consiguiéramos unirnos en un proyecto nacional para crear una sólida campaña de comunicación, cosa que jamás se ha hecho, quizás podríamos acelerar ese cambio, o al menos sacaríamos de la ignorancia y el desconocimiento a millones de españoles. Quizás sea nuestra más importante asignatura pendiente.