Sabíamos que iba a pasar, porque siempre había pasado. Es decir, no creo que los que advertíamos que era un error subvencionar el autoconsumo de la forma que se planteó en 2022 fuéramos profetas o visionarios, simplemente observadores de una realidad reiterada y suficientemente constatada en todas las autonomías en dónde se venían aplicando desde hace años.
Pero, si cabe, en 2022 fue peor porque, precisamente, también sabíamos que se estaban dando condiciones excepcionalmente favorables para que el autoconsumo fotovoltaico creciera de forma importante. Sin necesidad de dopaje.
Si algo he observado en mi ya dilatada vida es que, por alguna razón, a los políticos les encanta regalar dinero. Esto viene de muy antiguo. Es una forma un tanto simplona de pretender ganar el favor y el voto de los ciudadanos, y que cuando viene de fondos europeos, parece que les quema en las manos. Como dijo aquella “ilustre” ministra, Carmen Calvo: “El dinero público no es de nadie”. Y actúan como si tal cosa fuera cierta.
Pues bien, las consecuencias son muy visibles. No pretendo asegurar que sea la única causa del declive del 2023 y del malísimo comienzo de 2024, pero hay razones objetivas que nos demuestran que las subvenciones en fotovoltaica, al menos tal y cómo se han planteado, son contraproducentes. Pan para hoy y hambre para mañana. Por un lado, los que ya no pueden acceder se sienten frustrados y muchos de los que han obtenido lo cuentan como una experiencia con demasiadas adversidades.
Desde que los sistemas de autoconsumo fotovoltaico llegaron a ser rentables, hace ya varios años, introducir una alteración tan grave en un mercado inmaduro provoca una distorsión que condiciona ese mismo desarrollo al extremo de paralizar el mercado cuando la subvención desaparece. Y es algo no puramente financiero sino psicológico. Aunque puedas convencer al cliente de que, incluso sin subvención, la instalación le sale más barata por la extraordinaria caída de los precios, da igual: no sin mi subvención.
El autoconsumo fotovoltaico va a seguir existiendo para siempre, con cambios tecnológicos, con innovaciones de tipo administrativo, llegando a gente que ahora no puede, pero hay que permitir que sea un mercado libre y sin ayudas que lo distorsionen e impidan un desarrollo lógico.
Sólo, y no es la primera vez que lo comento, se me ocurren dos buenas formas de incentivar, siempre desde la implementación de mejoras fiscales, para que sean más justas (lo de ahora ha sido lo contrario y lo más alejado de una visión socialista).
La primera, favorecer a particulares y empresas de las zonas de España con una radiación más baja, estableciendo una referencia, por ejemplo, de 1.600 kWh/año y por encima de esta 0€ de subvención, y por debajo, dependiendo de la cifra y, progresivamente, hasta el máximo que se determinase para alcanzar una rentabilidad similar a la media. Es complejo, pero es justo. Y perfectamente viable. Y debería ser para siempre.
La segunda, en función de la renta y siempre dentro del escenario anterior. De nuevo, es algo más complicado, y también más justo.
Y ante la duda: Subvenciones: No, ¡Gracias!
