En los últimos años, las subastas copan los titulares de la prensa diaria del sector de las energías renovables. Y el por qué es evidente: este nuevo sistema para incentivar el uso de energía limpia ha supuesto un antes y un después en la industria. Especialmente en la industria eólica. Por un lado, son la prueba irrefutable de que la tecnología eólica no sólo es competitiva, sino que además supera a otras fuentes de energía más convencionales como son el petróleo o el carbón. Basta con hacer un repaso a las estadísticas (informes de la ONU, Lazard Institute, etc) para comprobar que los precios de la eólica son mucho más competitivos que los de las energías fósiles.
En este contexto, son cada vez más los países que apuestan por las renovables: ya no se trata de una “aventura” de un grupo de inversores con una visión puesta en el futuro, sino de un fenómeno global e imparable que se ha erigido como la solución más evidente frente al cambio climático. Las metas que antes eran impensables ahora se han convertido en objetivos tangibles y claramente realizables gracias a dos factores fundamentales: la innovación y la madurez del sector.
Como toda industria, la eólica también ha atravesado diferentes fases de desarrollo. En tan sólo unos años, el sector ha evolucionado mucho en todos los aspectos hasta convertirse en una industria de futuro y de referencia para muchos países. En materia tecnológica, los aerogeneradores de hoy día superan con creces cualquier estimación del pasado en cuanto a tamaño de rotor o funcionalidad. Asimismo, se ha comprobado que cuanto más se invierte en energía eólica, más se reducen sus costes. Es decir, cuanto más avanza la tecnología, menores son los costes tanto de financiación como de desarrollo del proyecto (CAPEX).
Dada su competitividad en el precio, la abundancia inagotable del recurso eólico y la sostenibilidad de todo el proceso, muchos países se han sumado ya al carro de las renovables y lo están haciendo de la manera más eficiente y rápida posible. Mientras en Europa se apostó en principio por sistemas de retribución como el Feed-in-Tariff (FIT) para más tarde hacer la transición a las subastas, la mayoría de los países que están promoviendo el uso de las energías renovables lo está haciendo directamente a través de las subastas. La madurez que ha alcanzado la tecnología eólica ha contribuido en gran medida a que se pueda implementar las subastas directamente sin necesidad de un mecanismo de incentivos como el FIT. Tecnología más eficiente y competitividad van de la mano.
Sistema eficiente
La eficiencia del sistema de subastas para asignar proyectos al coste más eficiente posible explica este proceso. Por citar algunos ejemplos, países como México o Chile han celebrado subastas abiertas a todo tipo de tecnologías, pero la eólica y la solar han sido las grandes vencedoras con precios medios que bajaron hasta los 35 $/MWh en el caso del primero.
Muchos países que se han subido recientemente al tren imparable de las energías renovables han aprendido la lección por parte de los mercados más maduros como son Italia, Alemania, España o Brasil. Cuantos más MW eólicos se instalan, más baja el coste por MW instalado, y a su vez, se consigue que los precios de la energía bajen también para los ciudadanos y empresas que utilizan electricidad generada a través de fuentes limpias.
Al igual que México, que dio un giro histórico en su política energética a finales de 2014 apostando por el desarrollo de energías limpias, muchos países en la región están o bien haciendo lo mismo (Argentina, Chile, Brasil) o bien explorando diferentes opciones para hacerlo (Cuba, Perú, Colombia). La mayoría de estos mercados tienen como objetivo modernizar sus economías y dar respuesta a una creciente demanda de electricidad sin tener que depender de las importaciones o los hidrocarburos. Se trata de un proceso imparable que pone de manifiesto la competitividad de la eólica, el compromiso de cada vez un mayor número de países en reducir sus emisiones de CO2 y el enorme potencial de crecimiento del sector de las renovables en su conjunto.
Ahora bien, existen una serie de parámetros clave que determinarán el éxito o fracaso de una subasta. Si bien es cierto que cada subasta es diferente y que las necesidades concretas de cada país o mercado difieren, unas reglas claras y transparentes, con una visión a medio y largo plazo que inyecten de confianza a los inversores y favorezcan la puesta en marcha de los proyectos es fundamental. No hay que olvidar que, sobre todo desde el punto de vista de los fabricantes, las subastas son muy binarias: o se gana un proyecto o se pierde, y no hay segundas oportunidades.
Múltiples factores
En este nuevo contexto, el enfoque del fabricante y el proceso de venta y adjudicación de los proyectos ha cambiado radicalmente. Nuestro trabajo con los clientes ya no se centra sólo en el precio del aerogenerador, sino en otros múltiples factores que determinan cómo de competitivo es un proyecto determinado frente a otros que compiten en la subasta. Al fin y al cabo, debemos de concretar con un sólo número (el bid u oferta) todo un proyecto que viene determinado por varios factores que juegan un papel clave en el desarrollo de la futura planta eólica: el precio de los aerogeneradores, los costes de operación, mantenimiento y financiación, así como producción anual de energía.
Por tanto, si bien el precio de cada máquina es importante, más aún lo es la garantía de que se va a producir la energía anual que se ha estipulado desde el principio o que los costes de financiación no se disparen a lo largo del proyecto. Si no se cumple el caso de negocio estipulado, el beneficio del parque eólico también se verá perjudicado. Asimismo, la naturaleza y el tamaño del negocio de cada cliente también determina su tipo de colaboración con el fabricante: por ejemplo, no es lo mismo trabajar en un proyecto junto a un fondo de inversión que una empresa de suministro.
Sólo un conocimiento pormenorizado de las reglas del juego y del mercado en sí permitirá al fabricante ofrecer ventajas competitivas a sus clientes (léase, desarrolladores, que compiten directamente en las subastas) que a su vez hará posible que éstos presenten ofertas con mayores posibilidades a la hora de asignarse los proyectos. Mediante la optimización de cada variable del proyecto (ej. CAPEX, OPEX) y los últimos avances en materia tecnológica, se pueden ganar proyectos en lo que nosotros llamamos el sweet spot, es decir, se logra la adjudicación sin dañar la rentabilidad del proyecto.
En todos los casos, el tiempo juega también un papel fundamental y a menudo se va a contrarreloj. Nuestros clientes han de presentar una oferta ganadora en un tiempo récord y muchas veces carecen del tiempo necesario para conocer al detalle las reglas o hacer un estudio detallado de qué tecnología les aportará mejores beneficios sin poner en riesgo la propia adjudicación del proyecto. De ahí que la colaboración entre fabricantes y desarrolladores sea cada vez más estrecha. No existe un proyecto igual que otro, pero sí hay similitudes entre unos mercados y otros. Por tanto, como se suele decir, “la experiencia es un grado”, y en el caso de las subastas, lo es aún más.