En los últimos años, la industria de la energía eólica ha virado hacia unas palas más y más largas por una sencilla razón de economía de escala: cuánto más largo el diámetro del rotor (el área circular dibujada por las palas de la turbina), más energía puede producir un solo aerogenerador. Es decir, que si tanto las fabricación de las palas como la construcción de la torre puede hacerse de forma económica, el coste de la electricidad se reduciría a medida que se alarguen las palas.
Lo explica el MIT (Massachusetts Institute of Technology) en su revista on line Technologyreview, en la que se hace eco de esta investigación. Las superpalas de Sandia se basan en el concepto desarrollado por Eric Loth, profesor de ingeniería mecánica y aeronáutica de la Universidad de Virginia, y dispondrán de una serie de articulaciones que las habilitarían para plegarse en respuesta a la fuerza del viento.
Situadas a sotavento de la torre (en contraste con la mayoría de las palas convencionales, que se colocan a barlovento), las palas se cerrarían como las garras de un ave rapaz bajo unas condiciones de viento extremo para disminuir la fuerza ejercida sobre la turbina. En condiciones óptimas, se extenderían totalmente. Son especialmente idóneas para las instalaciones en alta mar en zonas propensas a los huracanes, y posibilitarían producir energía de forma económica en regiones donde los vientos son ligeros.
La longitud de las palas está limitada, por ahora, por la logística y los retos de transporte: resulta difícil emplear camiones para transportar algo de docenas de metros de largo y varios metros de diámetro. Las palas más largas actualmente disponibles llegan a los 80 metros. Hay fabricantes, como Gamesa y Enercon, que comercializan palas segmentadas, pero no a todos los promotores de parques eólicos les gustan: desconfían de la adición de una potencial debilidad estructural a las largas y rígidas palas sometidas a gran estrés.
Los investigadores estiman que llevará una década o más para que su diseño de pala gigantesca llegue al mercado, si es que llega. Y queda por resolver otro reto: La construcción de torres de más de 120 metros que soporten a estos gigantes. También se trabaja en ello, con propuestas tan vanguardistas como las llamadas "grúas trepadoras" que, en esencia, subirían por la torre a modo de araña durante su construcción.