El año 2022 nos trae conclusiones y lecciones aprendidas importantes. Por un lado, es innegable que la eólica ha crecido más que el año precedente –más de 1.200 MW, a falta de contabilizar diciembre– y se ha consolidado como la primera tecnología del mix, comenzando 2022 con una cobertura del 24% de la demanda. Hemos registrado máximos históricos, como el del 21 de noviembre, con 416 GWh de producción eólica (64% de la demanda diaria peninsular) y, hasta octubre, ha ahorrado más de 2.016 millones de euros (M€) a los ciudadanos en el precio de la luz y más de 25,7 millones de toneladas equivalentes de CO2.
En 2022 no hemos crecido al ritmo necesario para cumplir con el objetivo del Plan Nacional Integrado (PNI) de Energía y Clima, es decir, incorporar 2.200 megavatios año. El ritmo existente de tramitación administrativa de proyectos es insuficiente y la potencia que se instala no llega a la dimensión que necesitamos, con las implicaciones directas que conlleva: menores ahorros para los consumidores, tensión en nuestras fábricas eólicas, menor seguridad energética, crecimiento en las emisiones, etc.
La instalación de más de 1.200 MW en 2022 tiene un mérito enorme. Nuestra industria eólica está viviendo tiempos convulsos y exigentes. La tormenta perfecta causada por el aumento del coste y plazos de las materias primas y la logística de componentes está condicionando gravemente los resultados financieros de los fabricantes en España y afectando a sus estrategias a futuro.
No obstante, el sector cuenta con fortalezas para cumplir con los objetivos europeos. Sumamos más de 32.000 empleos, mantenemos el 100% de la cadena de valor, con más de 250 centros industriales y con una aportación al PIB del 0,49%. Además, seguimos liderando el desarrollo de la tecnología. Somos el sexto país del mundo en patentes eólicas y
el primero en desarrollo de prototipos de eólica flotante.
Tenemos retos por delante. En la coyuntura geopolítica actual debemos apostar por políticas industriales y energéticas que velen por la competitividad de la industria eólica como industria de interés estratégico, premiando el valor de nuestros productos y no simplemente su precio, ante estrategias comerciales agresivas y proteccionistas de terceros países.
Lo que debe deparar 2023
La cadena de valor del sector eólico español es sólida y completa, pero una parte de la misma se está viendo sometida a dificultades que se trasladan de forma directa a otros eslabones. La principal solución es acelerar, estandarizar y simplificar la tramitación administrativa para que el incremento de eólica sea estable y el requerido. Son necesarios esquemas administrativos que den visibilidad y certidumbre a los promotores, lo que, a su vez, permitirá formalizar los encargos a las fábricas con agilidad y dar visibilidad a la industria sobre la dimensión real de mercado en nuestro país.
Europa ya ha establecido directrices y recomendaciones al respecto, pero la competencia del permitting reside en cada uno de los países. Para hacer viable el PNI de Energía y Clima debemos superar los 3 GW de proyectos con la Declaración de Impacto Ambiental favorable cada año, ya que de esos proyectos saldrán las instalaciones reales 2 años más tarde. A este respecto, el próximo 25 de enero, más de 19 GW eólicos están en riesgo de perder el acceso a la red y las garantías si las administraciones públicas no son capaces de resolver sus expedientes. Aun sabiendo de los esfuerzos de todos, no se deben dejar caer proyectos maduros porque la Administración no haya podido analizarlos y resolverlos a tiempo. Unos meses más de análisis pueden ser la clave para no perder generación eólica real en el medio plazo.
Enfocadas no solo a precio
Las subastas, aún con resultados controvertidos en 2022, son instrumentos necesarios para la incorporación de potencia. Deben estar enfocadas a valor y no a puro precio, y adaptarse a las circunstancias de los costes de las tecnologías de forma realista, contabilizando también la indexación de los ingresos futuros a la evolución del IPC. Ha habido megavatios eólicos que no han resultado adjudicados en la subasta de noviembre por superar el precio máximo. La cuestión clave es si esos proyectos no adjudicados se podrán financiar de otro modo o dependían de la subasta para ello. Lo primero implicaría que hay alternativas a la subasta que ofrecen expectativas de ingresos atractivas para los promotores habiendo condicionado sus ofertas al alza, pero sin poner en peligro la ejecución de los mismos.
Lo segundo implicaría una pérdida de oportunidad grave y de ahorros para los ciudadanos, ya que con precios ofertados un poco por encima del precio máximo pero muy por debajo del mercado actual y futuro, se estaría dejando de incorporar energía renovable al sistema.
El año de la eólica marina
2023 debe ser el año de despegue de la eólica marina en España. Es urgente tener aprobados los Planes de Ordenación del Espacio Marítimo en 2022 y actualizar el marco regulatorio para la eólica marina con un enfoque industrial, para poder convocar la primera subasta en la primera mitad del año. En paralelo, es necesario establecer un calendario para la eólica marina que facilite la inversión y ofrezca visibilidad para el desarrollo de esta tecnología en el país, cuyos parques podrán estar en funcionamiento en 2029. Por supuesto, el consenso social y la corresponsabilidad de todos los actores es esencial para hacer posible la convivencia de la eólica marina con otras actividades.
La eólica flotante es una oportunidad de país, por la creación de nuevos empleos y por las sinergias con otras actividades industriales propias, como la naval o la portuaria. El Libro Blanco de la Industria Eólica Marina, elaborado por AEE, calcula el impacto positivo de esta para España: más de 7.500 empleos en el periodo 2025-2030 creciendo hasta 17.400 en 2045-2050, con una aportación al PIB de más de 2.000 M€/año.
Convivencia
El 9% de nuestros municipios cuenta con un parque eólico, lo que se traduce en que el 11% de la población convive con la actividad eólica en perfecta armonía con otras actividades como la agricultura, la ganadería, la pesca o el turismo. La energía eólica ayuda a fijar población en los territorios de la llamada España vaciada, ya que los parques tienden a localizarse en municipios en los que la población es baja y ya desde su construcción generan actividad económica y empleo.
La eólica lleva con nosotros más de 20 años y es una de las tecnologías vertebrales para liderar el cambio de paradigma energético, para superar los retos socioeconómicos, preservar nuestro medio y reducir el precio de la energía.