Isotrol y el nacimiento de la eólica en España
Con la crisis del petróleo de 1973 llegó la recesión. Aquel embargo de la OPEP fue una advertencia para las economías occidentales sobre su arriesgada dependencia del crudo. Buscando opciones, los países afectados giraron la vista hacia las energías renovables o alternativas, como se las conocía entonces. En aquellos años eran tecnologías costosas y poco desarrolladas, algunas incluso teóricas. La eólica, sin embargo, era una realidad en países como Dinamarca o EEUU; mientras que en España todavía estaba todo por hacer.
Fue en 1979 cuando el Ministerio de Industria y Energía puso en marcha el Programa de Investigación y Desarrollo para el Aprovechamiento de la Energía Eólica. El primer gobierno de la nueva democracia encendía así, con altura de miras, un nuevo mercado no exento de inseguridades y costes que, de hecho, duplicaban los de la generación convencional en aquel momento.
Uno de los objetivos de este plan fue trazar un mapa del potencial eólico de España, una empresa que llevó a cabo el Centro de Estudios de la Energía. El resultado de este proyecto fue que Tarifa, por la fuerza y persistencia de sus vientos, era el lugar idóneo en el que construir el primer parque eólico español.
Llamarlo parque puede dar a entender que se trataba de un complejo con varios aerogeneradores, pero en realidad consistía en un par de rotores. El más grande, al que la gente llamó Mazinger por el robot gigante de la conocida serie de dibujos, tenía 20 metrosx de altura, tres palas de fibra de vidrio y 110 kW de potencia. El segundo era más pequeño y estaba destinado a la extracción de aguas de cultivo.
El Centro de Estudios de la Energía construyó este parque experimental en unos terrenos cedidos por el Ayuntamiento de Tarifa junto a la carretera N-340; esperaban entonces que la planta proporcionase electricidad gratuita al municipio cuando empezara a funcionar. Una vez inaugurada en noviembre de 1982, la instalación sirvió, por ejemplo, para probar un nuevo tipo de aerogenerador que se pudiera producir y comercializar en serie a un precio de unos 7.200 euros de hoy. Desafortunadamente, la fuerza del viento del Estrecho obligó a paralizar estos planes hasta 1985, cuando se consiguió el primer ensayo con éxito.
Isotrol nació dos años después de la inauguración de Mazinger, como una spin-off de la Universidad de Sevilla, para abordar proyectos de monitorización y control innovadores en el sector eléctrico. Con el nacimiento de la eólica en España la compañía podría desarrollar e implementar soluciones tecnológicas específicas para el nuevo sector.
La introducción de Isotrol en las renovables
El eólico era un sector sin normalización en España casi una década después de que el primer parque experimental echara a andar. Los promotores tenían que hacerlo todo a principios de los noventa: buscar la ubicación para su proyecto, medir el viento o construir el parque; y eso si es que habían encontrado inversor. Pero con la puesta en explotación de los parques Planta Eólica del Sur (20 MW) y Energía Eólica del Estrecho (10 MW), en Tarifa, pareció terminar este primer ciclo para dar paso a un modelo de explotación intensiva.
El país sumaba 45 MW de potencia eólica instalada cuando estas dos instalaciones entraron en servicio en 1993; una cifra modesta si la comparamos con los 23,5 GW de 2018, pero notable teniendo en cuenta la inmadurez de un sector sostenido, a su vez, por una tecnología incipiente. Era una época en la que preocupaba el impacto ecológico de los parques, después de cómo se había actuado en algunos casos, y en la que se hablaba de sustituir los aerogeneradores envejecidos por otros más grandes y eficientes, en lugar de extender su ciclo de vida, como ocurre en la actualidad.
Isotrol ya intervino en estos proyectos del nuevo ciclo, desarrollando el software que comunicaba los aerogeneradores con los centros de control e integrando sus señales en la sede de Sevillana de Electricidad (Endesa) en Sevilla. Pero no fue hasta 1998 cuando la tecnología más innovadora de la empresa irrumpió en la industria eólica española para mejorar su eficiencia; en un momento, además, de preocupación generalizada por la viabilidad de las renovables, como quedó patente poco después en la cumbre del clima de La Haya.
Un sistema innovador para mejorar la gestión y reducir costes
En 1998 Isotrol colaboró en un proyecto de diseño y desarrollo de algorítmica de control para Made, la filial de Endesa especializada en el sector eólico que terminaría en manos de Gamesa. Ésta confió a Isotrol el desarrollo, implantación y puesta en marcha de un sistema de control y gestión de plantas eólicas que hiciera posible su teleoperación y gestión centralizada para, en fin, mejorar su disponibilidad y rentabilidad.
La respuesta de Isotrol, sin embargo, fue más allá. Sin duda, su experiencia con sistemas SCADA y su conocimiento sobre telecontrol fueron determinantes. El sistema implantado permitía leer los datos de las turbinas por medio de un bus de comunicaciones LonWorks cada cuatro segundos; un dato revelador teniendo en cuenta que, por entonces, había que esperar hasta medio minuto para hacerlo. El SCADA local, por su parte, incorporaba las funcionalidades y modelización propias de un SCADA comercial al que se le incorporó un driver de comunicaciones que enviaba datos priorizados al centro de control. El sistema garantizaba el envío y recepción de magnitudes de la planta utilizando un ancho de banda satelital de 4,8 kB por segundo.
Made pasó pues a disponer de un sistema centralizado y accesible que, además de facilitar tanto la gestión centralizada de todas sus plantas en un centro de control, como el rearme remoto y la obtención de informes; también reducía la indisponibilidad de los aerogeneradores y los costes operativos de las instalaciones, porque era capaz de diagnosticar con exactitud las causas de las pérdidas de energía.
Con tal resultado, Isotrol pasó a convertirse en una de las primeras empresas que desarrollaron soluciones de valor añadido para mejorar el rendimiento de las explotaciones renovables. La compañía dio de esta manera un salto decisivo que determinó su trayectoria como partner tecnológico especializado en un sector crítico en la actualidad. Un sector al que concurre con soluciones propias, como Bluence, sumando más de 30 GW de potencia instalada monitorizada alrededor del mundo.