Quinientos gigavatios de potencia de generación eólica (500 GW) se yerguen a día de hoy en altos y llanos de los cinco continentes (ahora mismo hay menos de 400 gigas de potencia nuclear operando en todo el mundo). La eólica crece a toda máquina (continúa creciendo) en (casi) todas partes, lo cual se traduce, por ejemplo, en empleo. Según WindEurope, el sector ya emplea a más de 1,2 millones de trabajadores y se ha constituido -más allá de la escena estrictamente energética- en uno de los sectores industriales más dinámicos de la economía global. "La energía eólica -presume WindEurope- se ha convertido en el principal impulsor del futuro energético sostenible".
La asociación de la industria eólica europea apunta por otro lado que su tecnología es actualmente "la opción más barata para la instalación de nueva potencia de generación de electricidad en un número creciente de mercados". Según sus datos, ya en 2016, instalar potencia renovable, sin subsidios, fue más barato que instalar potencia fósil en más de treinta países. WindEurope prevé además que "esta será la situación en 2025 en la mayoría de las naciones del mundo". En la misma línea han ido las declaraciones que ha hecho esta semana, con motivo del Día Mundial del Viento, el secretario general del Global Wind Energy Council, Steve Sawyer: "la tecnología eólica, y otras renovables -ha dicho-, ya están ganando la partida económica [a las tecnologías convencionales]".
Barreras y oportunidades
La sobrecapacidad, particularmente en los mercados de la OCDE (en muchos de los cuales hay más potencia instalada que la realmente necesaria), y la caída de la demanda de electricidad (por la crisis o las mejoras en ahorro y eficiencia) podrían ralentizar el despliegue de la eólica u otras tecnologías limpias. Las formidables subvenciones públicas directas (a la producción y el consumo) que reciben los combustibles fósiles todos los años -añaden desde WindEurope- tampoco favorecen la transición energética hacia un modelo limpio. Como tampoco lo hace el precio del CO2 en los mercados, tan bajo que sigue sin ser en absoluto disuasorio para los generadores convencionales.
Según la asociación eólica europea, ese escenario regulatorio beneficia a las instalaciones más contaminantes, muchas de las cuales WindEurope califica además de ineficientes. Pues bien, frente a ese escenario, el sector eólico europeo propone sin circunloquios el cierre de las centrales convencionales de generación más obsoletas y una transición rápida hacia la movilidad eléctrica, por una parte, y la descarbonización de la generación de calor, por otra. Esas medidas -considera la industria eólica- ayudarían a mantener al sector renovable tan floreciente como hoy en los mercados más consolidados y se traducirían además "en enormes beneficios ambientales, en materia de salud pública y económicos".