Nació en Madrid en 1948, matrículas de honor desde la más tierna infancia, becado con veintitantos en el MIT (el próximo mes de septiembre regresa allí para impartir clase), fundador del Instituto de Investigación Tecnológica de la Universidad Pontificia de Comillas en el 84, director hoy de la prestigiosa Cátedra BP de Desarrollo Sostenible... En fin, seguramente la persona que mejor conoce la turbulenta historia del mercado eléctrico español.
El Ministerio de Industria le encarga a usted cierto Libro Blanco. El documento ve la luz en verano de 2005. ¿Qué es y para qué ha servido ese libro?
El Libro Blanco es un encargo que me hace el Ministerio en 2004 porque la ley eléctrica que tenemos en ese momento, la del 97, se veía que no estaba funcionando. En el Libro digo que la reforma del marco regulatorio de la generación eléctrica es necesaria porque la normativa del 97 no ha conseguido todavía su objetivo: un mercado que funcione correctamente en un régimen de competencia. Lo que pretende el Libro es revisar eso en profundidad y presentar al Gobierno recomendaciones sobre cómo mejorar la situación regulatoria.
¿Y cómo estamos tres años después de presentado el libro susodicho?
El Libro se presentó, sí, a finales de julio de 2005, pero luego llega el parón de agosto, el cinco de septiembre se anuncia la OPA de Gas Natural sobre Endesa y la reforma se aparca indebidamente. Se aparca para dedicarse al problema de la restructuración del sector eléctrico español. El asunto de Endesa se alarga mucho, año y pico, y durante todo ese tiempo la reforma queda paralizada, algo que es, bajo mi punto de vista, insisto, un poco absurdo... Lo adecuado hubiera sido modificar el marco regulatorio y luego enfrentarse a la reestructuración. Y se hizo al revés, de forma que la gente que estaba comprando las empresas, Endesa en este caso, no sabía lo que estaba comprando realmente, porque el valor de una empresa depende bastante del marco regulatorio en el que se encuentra...
O sea, que el Libro Blanco se congela...
Sí, el Libro Blanco queda en hibernación durante año y medio. Luego cambia el ministro de Industria, sale Montilla y entra Clos; cambia el secretario general de Energía, sale Fernández Segura y entra Nieto; y, con el nuevo equipo, con Jorge Sanz como director general de Política Energética, pues sí que hay un afán de introducir la reforma regulatoria que hacía falta. Yo diría que se hizo caso... bastante... a muchas de las recomendaciones que hacía el Libro, no con toda la intensidad que hubiera hecho falta y no con toda la claridad. En algunos aspectos, el ministerio lo intentó, pero, luego, el Gobierno no aceptó algunas de las propuestas.
¿Por ejemplo?
Por ejemplo que las tarifas se adaptaran a los costes, cosa que ahora ha reventado, como tenía que ser. O sea, que se ha continuado durante tres años más con un despropósito y se ha estado acumulando un déficit tarifario que ya va por los 14.000 millones de euros.
Continuemos con el repaso histórico. A finales de 2005, Greenpeace presenta un documento, Renovables 2050, elaborado precisamente por el IIT, en el que asegura que, en ese año, si se tomaran las medidas oportunas, España podría autoabastecerse con renovables, y de sobra, de electricidad.
Renovables 2050, evidentemente, informa de que el potencial es muy grande. Otra cosa es cuántas placas FV, cuántas centrales termosolares y cuántos aerogeneradores queremos tener a cambio de no tener nucleares. Esa es una decisión política. En todo caso, yo le diría que es un poco paradójico que haya tenido que ser Greenpeace el que haya hecho el primer estudio de prospectiva en España, un estudio discutible a lo mejor en muchos aspectos, pero con mucho contenido, muy serio y muy interesante. Es una vergüenza que el Gobierno no haya sido el primero en sacar un estudio de ese tipo.
Ha dicho usted “discutible”.
Evidentemente, insisto, el potencial bruto de las renovables es enorme. Otra cosa son sus costes, económicos y de uso del territorio. Y, segundo, está el asunto de la intermitencia, que hay que resolver. Esto pone patas arriba al sistema eléctrico... que no pasa nada, pero que hay que saber hacerlo y hay que demostrar que eso es compatible. Esas son asignaturas totalmente pendientes y, en ese aspecto, el documento deja bastantes asuntos abiertos. Pero Renovables 2050 es un documento muy inspirador y dice cosas que son muy serias.
En noviembre pasado, aparece "El cambio climático en España. Estado de situación", un informe encargado por el presidente del Gobierno y elaborado por diecisiete expertos. Uno de ellos, usted. ¿Qué dice ese documento y para qué ha servido o... va a servir?
Lo que hacemos ahí es, primero, contar cuál es el conocimiento científico que hay sobre el cambio climático, cuáles son las implicaciones que se estima puede tener sobre España, y luego vemos cuáles son las medidas que tendría que tomar el país para contribuir al esfuerzo mundial de lucha contra el calentamiento global y cómo tiene que hacer para adaptarse a él.
¿Qué le inspira el nuevo Gobierno? ¿Hará caso de esos... consejos?
Bueno, en principio, el presidente Zapatero ha dicho que una de las tres prioridades del Gobierno va a ser el cambio climático. Y... dado que había pedido ese informe... pues yo no tengo duda de que esto... lo dice en serio. Bien, acaban de poner a los equipos nuevos. Todavía no he visto reaccionar ante este tema al ministerio de Industria, pero espero que lo haga. Y... bueno, ha habido este cambio que... digamos... un poco inesperado, de la fusión de los ministerios de Agricultura y Medio Ambiente.
Bastante inesperado.
Para mí sí, pero tampoco soy un experto en política nacional.
Pues hay expertos en política nacional que lo han juzgado, sin vacilar, como inesperado.
Bueno... yo diría que... ahí hay una pérdida de una persona muy valiosa, que es Cristina Narbona... Hay una pérdida de una persona muy valiosa, que es Arturo Gonzalo Aizpiri. Y hay un ascenso... importante... de una persona también muy valiosa, que es Teresa Ribera. Habrá que ver qué ocurre y qué medidas adoptan y qué poderes se le dan...
Un documento que aún no ha visto la luz es el de Prospectiva 2030, encargado por el Gobierno a una docena de asesores de los ministerios de Industria y Medio Ambiente, entre ellos usted, y que vendría a redimir esa vergüenza de la que hablaba antes: el que Greenpeace haya sido la primera en mirar al futuro a medio-largo plazo.
Sí, tenemos un borrador prácticamente acabado, lo tiene el Ministerio, con un estudio de prospectiva con alternativas. Ahora... como ha cambiado la persona del ministerio... pues habrá que ver qué hacen con ello. Es cuestión de sacarlo, de discutir las alternativas con los ciudadanos.
¿Hay alguna sorpresa en esa Prospectiva 2030?
Bueno, pues depende. Para mí no. Pero no le puedo desvelar números. Le puedo decir que el documento analiza una serie de tendencias, contempla varios escenarios y mira lo que pasa en cada uno de ellos. No dice “la solución es A ó B ó C”. Dice que hay diferentes soluciones y da un elemento para tomar las decisiones.
¿Puede darnos alguna pista?
En todos los casos es imprescindible un gran esfuerzo en ahorro y eficiencia energética. Si no lo hacemos, habrá que poner nucleares, carbón, gas y lo que haga falta. Lo primero que hay que hacer es domesticar la demanda. Dos tercios de lo que se puede hacer de aquí a 2030 es ahorro y eficiencia energética y gran parte de ello es, además, rentable económicamente.
¿Nucleares? Cuénteme...
Mire, en 2003 el MIT hizo un estudio sobre el futuro de la energía nuclear. Si queremos mantener en 2050 el mismo porcentaje que hoy tenemos de electricidad nuclear hay que construir mil centrales nucleares en todo el mundo. Bueno... pues esa es una propuesta. Eso es poner los números sobre la mesa para que la gente sepa que no estamos hablando de siete centrales. Estamos hablando de mil. Mil... para mantener el mismo porcentaje que hay ahora, no para resolver el problema. ¿Qué quiero decir? Pues que si alguien dice “renovables 100%”, pues que haga como Greenpeace y ponga un documento sobre la mesa que se tenga en pie y donde se vean los puntos débiles y los fuertes de eso.
Me ha hablado de dos documentos que usted considera serios, el del MIT y el que elaboró el IIT para Greenpeace. Y usted, ¿qué propone?
Ir con cabeza, no con dogmatismos. Hay que ir así, con estudios, hechos por gente conocedora y que no atienda a intereses de nadie. Para averiguar cuál es la capacidad de ahorro y eficiencia energética, cuánta energía va a hacer falta, cómo queremos o podemos generarla. En fin, hacer un estudio. Eso es lo primero: y mostrar las alternativas. Pregunta usted por mis preferencias. Pues, muy claramente, forzar el ahorro y la eficiencia energética todo lo que se pueda, llevar las renovables tan lejos como sea posible, pero con cabeza, sin gastarnos un dinero indebido, sino forzando también a la industria para que haga sus esfuerzos en I+D y en reducción de costes, y, después, ya... meternos en los terrenos más cuestionables... captura de CO2... y... bueno... en el largo plazo... fusión, hay que estar ahí... Pero eso no debe quitar dinero para otras cosas. En fin, debemos estar presentes en las otras alternativas e ir viendo, según aprendamos, dónde hay que apretar el acelerador. En todo caso, yo, desde luego, creo que en España, con los recursos que tenemos, y con la trayectoria y el pedigree que vamos acumulando, merece la pena seguir muy fuertemente por el camino de las tecnologías renovables.
Pero algunas son muy caras, según usted mismo dice.
Si la electricidad está costando en España, en el mercado mayorista, 65 euros el megavatio hora, la energía FV cuesta más de 400, y la termoeléctrica, entre 250 y 270. En inciso le diría que hace falta apoyar mucho la termoeléctrica, y sobre todo la termoeléctrica híbrida. Todas ellas, en todo caso, son tecnologías que requieren un esfuerzo en I+D. El potencial es muy grande, pero durante unos años debemos crecer de una manera moderada, para no gastarnos excesivamente el dinero hasta que los costes bajen. Yo creo que, de manera mesurada, hay que apoyar la FV, pero no hacer que el país se llene de placas a 400 euros el megavatio hora, lo cual es un dineral. Hay que apoyar la industria para que siga teniendo volumen, y, sobre todo, apoyarla en I+D, para que tengamos tecnología propia y se reduzcan los costes de producción.
Ahí entramos en el real decreto, ese que ha de sustituir al 661.
Sí, yo soy partidario de dar un incentivo para que toda esta industria progrese, pero no demos unos márgenes tales que se hagan ricos innecesariamente a costa del bolsillo de todos los españoles que pagamos por ello. A mí me parece bien que haya estabilidad regulatoria, que no haya retroactividad. Y me parece bien que haya una senda de ayudas decrecientes que incentiven a que se haga I+D para reducir los costes. El arte del Ministerio es el ir ajustando la remuneración de manera que no asfixie a la industria, sino que la estimule, pero que no la sobrepague.
Hace algo más de un año, se hizo popular aquello de que “la eólica se está forrando”...
Yo creo que la eólica no necesita apenas apoyo. Hace falta darle aún algún incentivo para que sea más competitiva, pero cada vez menos. Yo le diría que se pueden poner dos o tres veces más megavatios eólicos de los que hoy tenemos. Podemos llegar a cuarenta mil... y luego está la eólica marina (donde sí que hace falta algo más de I+D), pero en eólica terrestre yo creo que las empresas ya vuelan por sí mismas.
Por cierto: he leído en su currículo que en el MIT consiguió la máxima calificación en todas las materias, cosa que no debió extrañar a nadie, pues en el bachillerato ya había logrado matrícula de honor en todas las asignaturas... menos en dos. ¿Qué dos?
[Ríe]. Pues creo que fueron una Literatura y una Religión.
Pues vaya por Dios.