Energías Renovables ha buscado diez preguntas y ha decidido planteárselas a una serie de mujeres del sector de la energía. Unas han decidido contestarlas. Otras han dicho que no, que tenían problemas de agenda, o que no esperaban un cuestionario como este, o que estaban de viaje, o no han dicho nada. Vanessa Álvarez González (abajo incluimos una breve reseña biográfica) ha sido una de las mujeres que ha dicho que sí. Estas son las preguntas. Estas son sus respuestas.
¿Qué tiene que ver la energía con el género?
Me gustaría comenzar hablando de mujeres y no de género. Porque somos nosotras, las mujeres, las que sufrimos con mayor virulencia las profundas desigualdades, las discriminaciones y la feminización de la pobreza (según la ONU, el 70% de las personas empobrecidas en el mundo son mujeres), en el ámbito energético – y en todos –. Es necesario y urgente abordar la relación que las mujeres tenemos con la energía y sus usos y cómo la falta de acceso a ésta condiciona la vida de muchas, principalmente en el Sur global pero también en el Norte empobrecido.
Si hubiese que asignarle un género a las energías renovables, ¿cuál sería? ¿Por qué?
Ecofeminista y con un claro enfoque interseccional, porque el nuevo modelo energético tiene que estar sustentado por energías renovables y ser distribuido, descentralizado, justo, equitativo, inclusivo, democrático, representativo, participativo, emancipador y en manos de las personas; un nuevo modelo energético en el que la energía sea considerada un derecho básico, la vida se sitúe en el centro y que minimice los impactos en nuestros cuerpos, en el de todos los seres que cohabitamos el planeta y en los otros territorios.
Si hubiese que asignarle un género a los combustibles fósiles, ¿cuál sería? ¿Por qué?
Heteropatriarcal, androcentrista y masculinizado porque nuestro actual modelo energético es extractivista, neocolonialista, dominante, explotador y neoliberal, pero además está obsoleto, es contaminante, injusto, dictatorial y ecocida. Un modelo estrechamente ligado a los desplazamientos forzosos de miles de personas cada año, en el que una vez más somos las mujeres las que salimos peor paradas. En los conflictos nuestros cuerpos son convertidos en campos de batalla tanto en el país de origen, durante el tránsito como en el país de acogida o refugio. Conflictos generados por los intereses de grandes corporaciones, oligopolios energéticos, cuya máxima es la concentración de la riqueza en manos de unos pocos y donde se obvian las consecuencias de esta sobreexplotación definida como externalidades.
Si hubiese que asignarle un género a la nuclear, ¿cuál sería? ¿Por qué?
No dista mucho del caso anterior, de los combustibles fósiles. Pero se ha sabido vender como la alternativa al calentamiento global y abanderada de la soberanía energética, un caso digno de estudio para el tan de moda greenwashing. Me recuerda a la expresión: “ni machismo ni feminismo, igualitarismo”. Se traslada una visión parcial y sesgada de este tipo de energía obviando factores tan importantes como su ciclo de vida, los impactos que tiene la extracción de minerales, su enriquecimiento y la posterior gestión de los residuos (miles de años en el caso de los de alta radioactividad), las subvenciones que recibe (opacas y sin ningún tipo de transparencia y difusión), la peligrosidad ante un escape, fuga o accidente nuclear, lo inaccesible y poco democrática que es, etc.
Impuesto al Sol, ¿sí o no?
No. El nuevo modelo energético tiene que basarse en la generación distribuida y la soberanía energética asumiendo la ciudadanía su papel consciente como agente activo del cambio, transitando desde consumidor/a a prosumidor/a. Una ciudadanía implicada en la generación, distribución y comercialización de la energía así como en el ahorro y la eficiencia energética.
Nuclear, ¿sí o no?
No por los motivos expuestos, por coherencia y sentido común. Una energía elitista que no atiende a la justicia socioambiental no puede ser la solución.
Carbón, ¿sí o no?
No. Y como asturiana deseo que la transición energética sea una realidad muy pronto y mi “Asturias verde de monte y negra de minerales” tenga ríos, aire, tierra, montes y mares limpios y sostenibles.
¿Cómo adjetivarías el gas?
Como la transición energética maquillada y edulcorada que nos quieren vender desde el oligopolio para no ver peligrar sus privilegios. Una transición que transita hacia el ecocidio y el colapso patrocinada por las multinacionales energéticas.
¿Vas a hacer huelga el ocho de marzo? ¿Por qué?
Sí, por las que ya no están, por las que no pueden, por las que vendrán, por mí… por todas nosotras. Una huelga laboral, de cuidados, de consumo y estudiantil para reivindicar que las mujeres no vamos a seguir tolerando que se nos invisibilice, discrimine, oprima, violente en todas sus formas y se nos condene al ostracismo por parte de este sistema heteropatrialcal y neoliberal. Invito a todas las compañeras del sector a firmar y difundir las razones por las cuales #LasDelSectorEnergéticoParamos.
¿Qué pregunta debí hacer y no he hecho?
Tal vez sería interesante plantear por qué es necesario responder a estas preguntas en el 2018 y cuál es el futuro que nos espera si no abordamos ya un cambio radical de nuestro modelo socioambiental, económico y, por supuesto energético.
Nota del periodista
Cuando me puse en contacto con Vanessa, le pedí una breve reseña biográfica -unas pinceladas- para elaborar a partir de ellas un retrato de la entrevistada. Me ha gustado tanto cómo lo ha escrito ella que aquí lo dejo tal cual.
«Nací en Oviedo en el 86 y aunque ya llevo una década fuera de mi tierra, ahora en Madrid, extraño como el primer día la lluvia y el mar. Desde muy pequeña quería ser bióloga o periodista hasta que descubrí las Ciencias Ambientales y me decanté por esa carrera por vocación y activismo. Aún así, necesitaba ampliar perspectivas y conocimientos y me fui formando en feminismos, metodologías y presupuestos participativos, mediación comunitaria, gestión de conflictos, educación ambiental… con el objetivo de tener una visión holística de las múltiples realidades que nos rodean. Hace poco más de un año llegué por una cadena de casualidades a ecooo, empresa de no lucro de la economía social y solidaria, y he encontrado mi espacio en el mundo desde donde poder aplicar todos estos sentires y saberes en el departamento de comunicación. Me han puesto muchas etiquetas y luzco con orgullo las de vegana, ecofeminista, antiespecista, ecologista y decrecentista. Pero el mayor de los orgullos es, sin duda, formar parte de entidades transformadoras como ecooo, la Red Ecofeminista, Ecopolítica y Ambientales y Energía. Me apasiona la fotografía, estar en la naturaleza, la literatura, las canciones protesta y el tiro con arco».