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Entrevista a Emilio Miguel Mitre, arquitecto bioclimático

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Frente a la forma de construir convencional está la arquitectura bioclimática. Un compendio de buenas prácticas constructivas y de diseño en las que factores como el clima, el emplazamiento del edificio y los materiales contribuyen a obtener el mayor grado de bienestar al menor coste ambiental posible. Emilio Miguel Mitre se ha hecho un nombre tanto en España como a nivel internacional aplicando la fórmula. La cita es en su estudio de Valladolid. Una ciudad que Emilio Mitre nunca pierde vista por más que su trabajo le lleve a recorrer, con frecuencia, media España y medio mundo. Aquí nació hace 44 años y aquí está su familia, su mujer Masuka, filóloga y profesora de español a extranjeros, y sus dos hijos, Elsa y Pablo. El pequeño, de 12 años, promete alcanzar muy pronto el metro noventa largo desde el que Mitre mira el mundo. Pero altura y altivez distan mucho de ir aparejados en su caso. Estamos ante un hombre cordial, acogedor, de hablar pausado y mente reflexiva, al que los muchos aplausos recibidos a lo largo de su carrera no le han hecho perder tierra.

P. ¿Qué le llevo a convertirse en arquitecto bioclimático?
R. Cuando terminé la carrera, decidí que quería que mis proyectos fueran menos arbitrarios y más motivados. Quería interpretar los datos del entorno y ser capaz de utilizarlos de manera que las casas y edificios que construyera lograran una mayor calidad de confort y de ahorro de energía y, a la vez, fueran respetuosos con el medio ambiente.

P. ¿Eso es lo que logra la arquitectura bioclimática?
R. Ese es el objetivo. La arquitectura bioclimática analiza el ambiente exterior del edificio y cómo debe comportarse la obra hacia dentro. Engloba aspectos como orientación de las paredes, materiales a emplear, integración de energías renovables… Así que va mucho más lejos que la arquitectura que sólo tiene en cuenta criterios de diseño.

P. ¿Y por dónde hay que empezar para conseguir esos resultados?
R Lo primero es la técnica constructiva. Los otros dos pilares en los que se apoya la arquitectura bioclimática son las instalaciones y la "inteligencia". Pero cuanto mejor resuelvas el primero, menos tendrás que recurrir a los siguientes. Un ejemplo: si en una pared pones 10 cm de aislamiento, la reacción térmica de la casa va a ser muy distinta según dónde coloques ese aislante: en el exterior de la pared, el interior o en medio. La orientación de las ventanas, las necesidades de ventilación o el destino que se le va a dar al edificio son otros de los muchos factores a tener en cuenta.. De todo eso trata la técnica constructiva.

P. Los edificios necesitan, además, otra serie de elementos que nos ayuden a sentirnos cómodos, sanos y seguros.
R Ahí entramos en el segundo pilar de la "trilogía": las instalaciones, que pueden ser convencionales o estar basadas en las energías renovables, considerando siempre como preferibles estas últimas. Uno de los recursos más claros es utilizar colectores solares para cubrir las necesidades de agua caliente sanitaria. Algunas personas se quedan ahí, pero se puede llegar mucho más lejos. Por ejemplo, utilizando sistemas de refrigeración basados en la energía solar. Dentro de las convencionales, se pueden utilizar sistemas de mayor rendimiento, como suelos radiantes de agua caliente para la calefacción. Todo depende de las necesidades y de los patrones de uso, porque está claro que no es lo mismo construir una casa unifamiliar que un edificio de oficinas ya que cuanto más compleja es la función del edificio más complejo es, también, el planteamiento arquitectónico y funcional.

P. ¿Y ahí es donde entra la "inteligencia" a la que se refería antes?
R La inteligencia es, sencillamente, explotar primero las estrategias más pasivas de la construcción y luego otras más activas, sin perder de vista que a veces también hay que incluir las convencionales. En otras palabras: si puedo construir un edificio que se refresque abriendo las ventanas, voy a utilizar ese recurso antes que instalar aire acondicionado. Y si tengo que poner aire acondicionado, voy a procurar que esté apoyado en la energía solar. Todo ello, teniendo siempre presente que no es lo mismo proyectar y edificar una casa de 100 m2 que un edificio de 15.000 m2. Si te das cuenta, la inteligencia debe ejercerse en el diseño y la operación del edificio

P. Por lo que dice, casi parece que, además de arquitecto, hay que ser ingeniero termodinámico para hacer edificios bioclimáticos.
R La verdad es que sí. A mi puede gustarme mucho hacer casas con barro y madera, y de hecho estos son materiales que utilizo con mucho gusto en algunos proyectos de casas individuales. Pero los edificios de ahora tienen una naturaleza muy compleja que requieren de tecnologías mucho más sofisticadas.

P ¿Pecan de nostálgicos, entonces, los que identifican la bioclimática con la forma de construir de antaño?
R. Cuando se me pregunta sobre esto siempre tengo cierta prevención. Es fácil conectar con la nostalgia, sirve muy bien para comunicar una idea. Pero hay que recordar que nuestros abuelos vivían en unas condiciones muy distintas a las nuestras. Soportaban pasarse el invierno a 12ºC, cosa que nosotros ahora no aguantamos. Eso sí, la cultura constructiva tradicional responde muy bien al entorno en cuanto a uso de materiales y, en ese aspecto, entraña beneficios económicos y medioambientales. Pero nuestros antepasados carecían de los medios técnicos que nosotros tenemos.

P. ¿Qué peso tienen ahora los materiales en la construcción bioclimática?
R. Constituyen otro aspecto clave, que forma parte de la técnica constructiva. La idea es utilizar materiales que creen la menor carga interna y externa de contaminación. Para lograrlo, hay que tener en cuenta desde la energía contenida en el propio material, y en este sentido son más interesante los que tienen poca energía incorporada (como la madera), a la sanidad del propio material, la disponibilidad del recurso, las necesidades de tu cliente, el tipo de edificio… Hay que conseguir un equilibrio entre todos esos aspectos, y el análisis es complejo. El corcho, por ejemplo, en un aislante excelente, pero sería absurdo que todo el mundo pretendiera poner corcho en sus casas. Entre otras razones, porque el descorche del alcornoque sólo se puede hacer cada siete años.

P Por lo que dice, la arquitectura bioclimática es mucho más compleja de lo que, a priori, tendemos a pensar los profanos en la materia. ¿Es también un lujo?
R Depende de lo que entendamos por lujo. En una casa bioclimática no te puedes permitir que las ventanas sean malas, o que tenga un mal aislamiento. Si quieres que sea eficiente energéticamente, tienes que introducir una masa constructiva superior a la que pondrías en una casa económica. En esa comparación, claro que son más caras. Pero si la comparas con una vivienda de calidad, no cuestan más. Y si haces la cuenta a 15 ó 20 años, el periodo de amortización habitual de las hipotecas, siempre sales ganando porque el balance energético es mucho más favorable a las construcciones bioclimática. Es lo que yo llamo la hipoteca solar. Gracias al sol, la hipoteca de una casa bioclimática no cuesta más a pesar de que la construcción pueda ser algo más cara. Esto permite obtener un producto mejor y más saludable al mismo coste.

P. ¿Cuánta energía puede llegar a ahorrar una casa bioclimática?
R. El ahorro es siempre notable. Mejorando un poco las instalaciones, se consigue ahorrar en torno a un tercio de la energía. Pero yo busco ahorros superiores, del orden del 50% o más. Con instalaciones solares, puedes reducir en un 75% el coste energético de obtener agua caliente, y con un buen acondicionamiento, entre el 30 y el 35%. Así que con esas dos actuaciones ya logras un ahorro cercano o superior al 60%.

P. ¿Se pueden aplicar también esos criterios de ahorro y eficiencia energética a edificios ya construidos?
R. Desde luego. Hay aspectos sobre los que no puedes actuar, pero sí en otros. Ahora bien, antes de empezar la rehabilitación hay que analizar el edificio en su conjunto para saber dónde hay que actuar. Es como reparar un coche al que le vibra el volante. Cuando lo llevas al taller, no le cambian el volante, lo que hace un buen mecánico es investigar qué causa el fallo y a partir de ahí hace las correcciones oportunas. Del mismo modo, en un edificio hay que comenzar por analizar el edificio mismo, ya que viene a ser juez y parte del problema, para terminar por las instalaciones y el control o inteligencia. Si se interviene adecuadamente sobre el edificio, puede no hacer falta mejorar las instalaciones o, en todo caso, la necesidad de mejorar éstas será menor.

P Las administraciones apoyan ahora las energías renovables. ¿Hay también apoyos para la arquitectura bioclimática?
R En el Plan de Fomento de las Energías Renovables aparece varias veces la referencia a la solar pasiva, y en algún sitio a la bioclimática. Pero no existe ningún apoyo a la arquitectura bioclimática como tal. Si acaso hay alguna ayuda desde Bruselas. Yo he participado en un buen número de subvenciones del IV y V Programa Marco de la UE; la intervención energética sobre los edificios se considera prioritaria, pero el salto a la bioclimática, una vez más, no está claro.

P ¿A qué obedece esa falta de apoyo?
R Una de las razones tiene que ver con la pereza administrativa, que es una manera directa de referirme a lo que puede definirse como "dificultad de verificación de resultados", o algo así. Resulta fácil calcular, por ejemplo, la aportación de un colector solar. Pero, ¿cómo se mide la de una casa que, finalmente, consume menos calefacción? Además, en el sector de la construcción la variabilidad es enorme. No sólo por el tamaño de los edificios, sino también por la extraordinaria dificultad de un sector descomunal y de relativamente baja cualificación, en el que hay quien construye para uso propio, otro para alquiler, otro para vender… Esa complejidad "desanima" a las diferentes administraciones a prestar apoyos. Sin pretender minimizar estas realidades, creo que falta entendimiento y voluntad. En realidad, habría que empezar por explicarles detenidamente qué es esto de la bioclimática.

P Pero la gente sí aprecia los beneficios de vivir en una casa ecológica…
R Es cierto que, si lo preguntas, todo el mundo dice que preferiría una vivienda de esas características. Sin embargo, en general se trata de una respuesta emocional. Intelectualmente, muy pocas personas saben por qué es mejor una casa así. En términos económicos, aún menos. La realidad es que, de momento, no se tiene una apreciación clara por parte del comprador. ¿Y por qué un promotor va a hacer unas casas cuyo beneficio repercute en el comprador y no en él?. Los sectores de producción innovan cuando no hay más remedio, y el de la construcción es extremado en eso. Aquí la innovación llega sólo cuando está clarísimo que hay que hacerlo así.

P Así que el peso de la bioclimática dentro de la arquitectura es mínimo, ¿no?
R De hecho, no ha existido en la crítica culta de la arquitectura hasta que empezó a haber algunos concursos que, para ganarlos, había que ser bioclimático. Eso ha llevado a que algunos maestros que han hecho muy buena arquitectura, pero no precisamente bioclimática, de repente se llamen así. También ha ocurrido que en algunos concursos, aunque el requisito bioclimático figuraba en las prescripciones, luego te dabas cuenta de que, en realidad, sólo lo habían puesto porque tenían que hacerlo, con bastante desconocimiento y sin intención real de llevar la idea adelante. En definitiva, el peso de la bioclimática como corriente es muy débil. Muchos arquitectos incluso desaniman a los clientes que la piden, alegando de que crea muchos problemas. Pero nos encontramos, sin duda, en un momento muy interesante de evolución.

P ¿Se vive mal, entonces, como arquitecto bioclimático?
R Yo, al menos, vivo bien, gracias a unos clientes muy convencidos, y a mucho trabajo. Ahora mismo tengo tanto clientes privados como públicos. Me gustan en especial los privados, porque vienen con auténtica convicción y te dejan trabajar de una forma muy libre, pero la empresa pública puede llegar más lejos a la hora de hacer cosas.

P Ahora que se habla tanto de viviendas inteligentes, ¿combina bien este tipo de arquitectura con la domótica?
R La domótica puede entrar en ese concepto de inteligencia al que aludía antes, ya que puede ayudar a facilitar las funciones del edificio. La domótica, según nos la venden, puede hacer regar el jardín o regular la iluminación para reducir el gasto de energía. Puede también ejecutar funciones más elevadas orientadas al confort, siempre, desde luego, desde luego, que no entre en contradicciones con lo que requiere el inquilino, porque si no será una inteligencia poco inteligente. En cualquier caso, no hay que confundirlo con esos supuestos edificios inteligentes tan de moda hace algunos años en los que no se podía ni abrir las ventanas y que son, en realidad, enemigos del confort.

P Frente a ese clima enlatado están las casas sanas. ¿Ayuda también los edificios que Vd. diseña a mantener "un buen tono"?
R Yo no soy experto en ese terreno, pero sí aprecio en los usuarios de mis edificios una respuesta general de satisfacción, sin duda relacionada con la salud en sentido amplio. Los edificios bioclimáticos tienen "buen aire" y eso, a la larga, se nota.

Más información.
Estudio de Arquitectura EMMA
Paseo Zorrilla 98, 7E. 47006 Valladolid
Tfno: 34 983 221330
fax: 34 983 220898
email: emmitre@infonegocio.com

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