Energías Renovables ha buscado diez preguntas y ha decidido planteárselas a una serie de mujeres del sector de la energía. Unas han decidido contestarlas. Otras han dicho que no, que tenían problemas de agenda, o que no esperaban un cuestionario como este, o que estaban de viaje, o no han dicho nada. Alba del Campo ha sido una de las mujeres que ha dicho que sí. Estas son las preguntas. Estas son sus respuestas.
¿Qué tiene que ver la energía con el género?
La relación es directa, pero poco percibida. La energía determina nuestra relación con el planeta, las relaciones económicas, macro y micro, y nuestra calidad de vida. Está en todas partes y es imprescindible para todo, pero, hemos reparado poco en si nuestro modelo energético, que es uno de los pilares de nuestra sociedad, fomenta la desigualdad entre mujeres y hombres, o no. En si responde a nuestras necesidades de igual manera o no. En si tenemos las mismas oportunidades de participar política y económicamente o no.
Llevamos varias décadas reivindicando o tratando de construir un nuevo modelo energético renovable, sin fijarnos en que, desde la academia a los partidos políticos, pasando por las empresas y las asociaciones, o los medios de comunicación, estamos reproduciendo lógicas y comportamientos machistas en el sector, que por un lado, lastran la transición energética a un modelo renovable y por otro, perpetúan la exclusión de las mujeres de las esferas de toma de decisiones.
Si hubiese que asignarle un género a las energías renovables, ¿cuál sería? ¿Por qué?
No veo un género en las renovables. El género es una categoría que identifica personas con características comunes y nos es útil para identificar relaciones de poder, atribuidas cultural y socialmente, y para buscar soluciones a las desigualdades. Pero no hay uno bueno y otro malo. Hay unos roles y unas relaciones que cambiar. Y, por otro lado, tenemos un modelo energético oligopólico, fósil-nuclear, injusto y ecocida, que no nos gusta; y soñamos colectivamente en un modelo renovable, al que ponerle los adjetivos de democrático, sostenible, ecofeminista… y nos gusta más, porque habla de las mujeres y de la energía como herramienta de cambio social.
Creo que sería erróneo atribuir el modelo que nos gusta a las mujeres y el que no nos gusta a los hombres, y, además, tampoco sería realista. Ahora, si buscamos una imagen humana, que nos ayude a visibilizar las relaciones de género en relación con la energía, pensaría más en una especie de Frankenstein con cabeza de hombre y cuerpo de mujer.
Se trataría de un cuerpo (social) donde las mujeres gestionan las necesidades (son las que lo alimentan, lavan y visten, las que lo cuidan cuando está enfermo, las que padecen sus peores impactos), y también, las que tratan de cambiarlo poniendo en el centro la vida (aquí tienen 50 de estas mujeres). Y cosida a este cuerpo, habría una cabeza gobernada por un pequeñísimo grupo de hombres (muy muy ricos) enfermos de avaricia y competitividad, indolentes al sufrimiento ajeno, incapaces de escuchar y de satisfacer las necesidades de ese cuerpo (social). Se trata por tanto de un cuerpo monstruoso, enfermo y disociado, que tenemos que reinventar entendiendo las costuras y subvirtiendo las relaciones de poder que lo sostienen.
Si hubiese que asignarle un género a los combustibles fósiles, ¿cuál sería? ¿Por qué?
En el caso de las energías fósiles estarían bien representadas el pequeñísimo número de hombres súper ricos que se llenan los bolsillos extrayendo hasta el último céntimo de unos combustibles que deberíamos estar abandonando, así como por los sucesivos ministros de energía (en España siempre -os), que les han puesto en bandeja el festín energético. Villaseca, Sánchez Galán, Brufao, Soria, Nadal,.. serían los representantes de dichos combustibles, lavados verdes a parte.
Si hubiese que asignarle un género a la nuclear, ¿cuál sería? ¿Por qué?
Para mí, la energía nuclear tiene y tendrá siempre el rostro de Franco. Fue el sueño dorado del dictador y de las élites que ampararon su régimen y que han sabido sostener su chiringuito en estupendas condiciones hasta nuestros días.
Si queremos vivir en sociedades más democráticas y seguras, tenemos que cerrar cuanto antes las centrales nucleares. Generan mucha energía controlada por muy pocos, con grandes beneficios, que han servido, entre otras cosas para comprar voluntades políticas y asegurarse una regulación que las blinde frente a otras alternativas tecnológicas más sensatas. Y además es una energía cuyos residuos sirven, y para eso los quería Franco, para matar gente. Estamos generando una mochila nuclear muy cara y muy difícil de gestionar para las que vienen detrás.
Impuesto al Sol, ¿sí o no?
No, sin contemplaciones. El Impuesto al Sol y el absurdo sistema de legalización de las instalaciones han logrado frenar el autoconsumo y esto es un despropósito ambiental, económico y social. Esto, sumado a los recortes retroactivos de las renovables, ha sido fatal para el sector y para la sociedad en general.
Aunque estemos viviendo el mundo al revés, donde los corruptos gobiernan y la gente va a la cárcel por poner un twit, no podemos perder el norte. Las empresas energéticas se deben adaptar a las necesidades de la sociedad, no al revés, como pasa ahora. Necesitamos una regulación energética sensata, hacer borrón y cuenta nueva. Y para ello, queda patente que hace falta un cambio de gobierno y erradicar las puertas giratorias.
Nuclear, ¿sí o no?
No y de manera urgente. Como decía, tenemos que cerrar las centrales nucleares, por seguridad, por sostenibilidad y por razones económicas. Las empresas que hoy se están lucrando con estas centrales no se van a responsabilizar de los costes de su desmantelamiento, ni de la gestión de unos residuos altamente peligrosos durante miles de años. Este país nunca debió apostar por la energía nuclear. Otros países más democráticos y sociales que España, como Dinamarca, por ejemplo, nunca lo hicieron y hoy les va (y les irá) bastante mejor.
Carbón, ¿sí o no?
No y de manera urgente. Debemos hacer una transición ecológica de nuestras sociedades y lo deseable es hacerla de forma democrática y planificada. Lo que está pasando con el carbón es sintomático de los tremendos obstáculos al cambio que hay, y de las contradicciones que genera, incluso en los nuevos partidos. Negarse al cierre de las centrales de carbón, o subvencionarlas, como estamos haciendo, es un suicidio climático. La transición ecológica tiene que ofrecer oportunidades para el buen vivir en las regiones que históricamente han dependido del carbón, y hemos de enfocar los recursos en eso. Lo bueno es que hay ejemplos maravillosos de que no sólo es posible, sino deseable, como el de la región francesa de Loos-en-Gohelle.
¿Cómo adjetivarías el gas?
Es innecesario, socialmente insostenible, muy lucrativo y ecocida. Además, pensemos en los países a los que les compramos gas, o en Arabia Saudí, el segundo país del que más petróleo importamos. Una parte de cada euro que invertimos en combustibles fósiles va al bolsillo de las élites de estos países, donde se mantienen regímenes políticos de pesadilla. Como país, nuestra factura de combustibles fósiles es igual al PIB que genera el turismo, ¿tiene algún sentido?
Pensemos en las violaciones de derechos humanos que se producen en Nigeria, Catar o Argelia, y en las mujeres de estos países, que se encuentran en una situación de subordinación respaldada legalmente. Si pensamos en la violencia y en las guerras que genera el pillaje y el negocio de los combustibles fósiles e incorporamos una mirada ética a la energía, se nos quitan todas las ganas de encender el gas.
¿Vas a hacer huelga el ocho de marzo? ¿Por qué?
Sí, en esta huelga hay que estar y contagiar. Yo paro por todas las violencias que sufrimos las mujeres; porque, en toda crisis, lo primero en lo que se recorta son nuestros derechos; porque las desigualdades acaban en muerte; porque en este planeta cientos de millones de mujeres son casadas a la fuerza; por la brecha salarial, los techos de cristal, las violaciones, las ablaciones, la esclavitud de las trabajadoras domésticas, la prostitución forzada y la miseria.
Y animo a parar a las mujeres del sector energético, por eso, junto con otras mujeres, hemos lanzado la iniciativa de #LasDelSectorEnergéticoParamos, animando a las mujeres de la energía a sumarse a la huelga feminista y para seguir trabajando estamos armando una red en torno al I Encuentro de Mujeres sobre Género y Energía.
¿Qué pregunta debí hacer y no he hecho?
¿Estamos contribuyendo a que el nuevo modelo energético disminuya las desigualdades entre hombres y mujeres o poniendo el acento sólo en las tecnologías estamos perpetuando el machismo? ¿Cómo sería un modelo energético feminista? ¿Cómo podemos desde los medios de comunicación combatir el machismo en el sector de la energía o visibilizar los impactos de este mal modelo en las mujeres?
Le pido se presente y así lo hace
«Soy Alba del Campo y vivo en Cádiz desde que en 2015 entró en el Gobierno municipal Sí Se Puede Cádiz. Soy ecologista y feminista. Tengo la suerte de trabajar en lo que me gusta y de haber realizado dos documentales sobre energía que cambiaron mi manera de ver el mundo. Mi tiempo se reparte entre el trabajo (asesora en políticas energéticas), el multiactivismo (energético y feminista), mi tesis doctoral, que avanza despacio, y el disfrute de la vida con la gente de esta maravillosa ciudad».