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Arturo Gonzalo Aizpiri, secretario general para la Prevención de la Contaminación y del Cambio Climático
"Detrás del Plan Nacional de Asignación está el compromiso político de todo el Gobierno"

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Entrevista publicada en el número 30 de Energías Renovables en papel, de septiembre de 2004 A finales de julio, Arturo Gonzalo Aizpiri encaraba las vacaciones como si fueran las primeras de su vida. Desde la llegada del PSOE al Gobierno, el trabajo en el Ministerio de Medio Ambiente ha sido un sinvivir por la mucha tarea pendiente y los plazos que se echan encima. Al final, el Plan Nacional de Asignación y el decreto que regula el comercio de derechos de emisión están preparados. La lucha contra el cambio climático no ha hecho más que empezar. Y este hombre es uno de los protagonistas.

– El Ministerio de Medio Ambiente ha tenido que trabajar contra reloj en los últimos meses…
Lo cierto es que sí. Estoy orgulloso del trabajo que se ha hecho entre todos, desde los responsables políticos hasta el último funcionario. En dos meses y medio hemos tenido infinidad de reuniones del grupo interministerial, del grupo de trabajo, nos hemos reunido varias veces con todos los sectores industriales, con sindicatos, ecologistas, con el Consejo Asesor de Medio Ambiente, con el Consejo Nacional del Clima, las comunidades autónomas. Ha sido impresionante.

– Pero algún trabajo estaría avanzado antes de su llegada…
El Ministerio había recopilado mucha información técnica pero no se había tomado ninguna decisión, por lo que faltaba una configuración final. El documento que dejó el anterior secretario de Estado de Energía, José Folgado, planteaba 22 cuestiones que afectaban a todos los parámetros de elaboración del Plan. Algún diputado socialista ha comentado que era un documento socrático, lleno de preguntas pero sin ninguna respuesta. Por eso, cuando nos hemos puesto manos a la obra y las empresas han visto que esto iba en serio, la información que estaba disponible hasta entonces se ha mostrado incompleta o inexacta.

– ¿Qué estaba ocurriendo entonces, que nadie creía que España tendría que cumplir los acuerdos pactados con la UE?
Lo cierto es que me pregunto cuál era el plan B, si acabar denunciando el Protocolo de Kioto o hacer una chapuza. Lo que sí puedo afirmar es que si no se hubiera hecho cargo del tema este Gobierno, España no hubiera podido cumplir sus obligaciones a tiempo, o no hubiera podido hacerlo con los requisitos de participación pública e información precisos.

– El Ministerio está siendo analizado con lupa porque todo lo relacionado con Kioto es de las cosas con más calado que se han podido hacer en política ambiental en este país.
Hay otros temas como el agua, que tienen una importancia enorme para el territorio y para la actividad económica también. Pero es evidente que el Plan de Asignación y el decreto ley que regula el comercio de derechos de emisión es fundamental. Y dado que las emisiones de CO2 tienen que ver con la estructura de producción y consumo de energía, y eso afecta al sistema económico y a todos los ámbitos de nuestra vida, ha centrado la atención de todo el país, en particular los sectores económicos. Nosotros pensamos que el medio ambiente debe ser algo que esté incorporado a las políticas económicas, de infraestructuras, al sector agrícola, residencial… y creemos que para eso es necesario un Ministerio de Medio Ambiente con capacidad política y competencia técnica, y una buena coordinación y comunicación con los restantes ministerios del área económica. Y esa ha sido una clave del éxito de este proceso, que ha estado dirigido y respaldado por la Comisión Delegada del Gobierno para Asuntos Económicos, y en particular por su presidente, Pedro Solbes, que es el vicepresidente económico del Gobierno. Hemos mantenido una relación estrechísima con el Ministerio de Industria, Turismo y Comercio; con los de Vivienda y Fomento, que son claves para el sector de emisiones difusas. Es decir, que se ha dado el compromiso político del Gobierno, porque estaba en el programa electoral del PSOE y en el discurso de investidura del presidente.

– Y el resto de sectores y agentes implicados, ¿cómo ha respondido?
Todos han hecho su parte. Se les ha exigido un esfuerzo enorme. El Consejo Económico y Social y el Consejo de Estado han elaborado sus dictámenes en tiempo record. Yo me quedo con la sensación de que España ha funcionado, que cuando se lo propone funciona. Si se compara el Plan de España con el de otros países, el nuestro es absolutamente homologable. Y estamos ya en el grupo de cabeza de los países cumplidores con la trasposición de la Directiva.

– ¿Están preocupados los sectores industriales implicados?
Creo que, obviamente, están preocupados por los efectos que puede suponer, pero no tanto para el periodo 2005-2007 cuanto para el 2008-2012. También sabemos que cerrar los ojos ante un problema sólo sirve para agravarlo y no contribuye a su solución. A mi juicio, las empresas se sienten mucho más tranquilas hoy que hace cuatro meses porque entonces no sabían a qué atenerse. El otro día me decía un alto cargo de una eléctrica: "más allá de que el Plan sea bueno o malo, por lo menos hay un Plan, y eso nos hace sentirnos mucho más seguros". La inseguridad jurídica de una empresa que a 1 de enero de 2005 no esté funcionando con una asignación de derechos respaldada por un Plan aprobado por la Comisión, es insostenible. En términos generales yo creo que todo el mundo está razonablemente satisfecho, más allá de que al ponerle el cascabel al gato, surjan las grandes preguntas: ¿qué significa el compromiso de Kioto para España y para Europa? ¿qué pasa si Rusia no ratifica? ¿Si Estados Unidos, China, India o Brasil se quedan fuera?

– ¿Y qué puede pasar?
Si Rusia no ratifica en un tiempo razonable, el Protocolo de Kioto no entrará en vigor. Y el instrumento que tantó costó acordar en la comunidad internacional habrá quedado sin efecto y habremos perdido 10 años en los que el fenómeno del cambio climático se ha hecho cada vez más evidente. Y habrá que buscar un nuevo instrumento, con pocas perspectivas de alcanzar un acuerdo que pueda llegar a ponerse en marcha algún día. Sería trágico para todos que el Protocolo de Kioto naufragara definitivamente.

– ¿Europa tratará de cumplir Kioto aunque no llegue a ratificarse?
La normativa europea que incorpora el Protocolo de Kioto como compromiso es plenamente vigente desde el punto de vista legal. Tenemos una Directiva de comercio de emisiones que dice que el plan de los estados miembros tiene que ser compatible con el objetivo de Kioto. Eso ya es ley en Europa. Pero si Rusia anunciara definitivamente que no lo va a ratificar, Europa, que no es irresponsable, abriría un debate sobre cuáles deben ser los instrumentos para abordar el problema. Yo no veo que eso pueda ocurrir para 2005-2007. Todos los estados miembros nos hemos tomado ese tiempo como una transición hacia un futuro distinto. Está previsto que la Directiva se revise en 2006, y no me cabe duda de que se abriría un debate sobre cuál debe ser la posición estratégica de Europa. Sea Kioto, sea otro instrumento, el Gobierno español está convencido de que son necesarios compromisos internacionales firmes.

– Hay voces que insisten en los costes excesivos que tendrá para España el cumplimiento de Kioto.
El problema de España es que hoy tiene un comportamiento imposible de sostener. El consumo energético final crece el doble que el producto interior bruto. Nuestras casas son menos eficientes que las de nuestros vecinos, el uso del vehículo privado es el más ineficiente de Europa, el desarrollo de las energías renovables está muy por debajo de su potencial y de otros países con menos recursos que nosotros. Alemania tiene diez veces más energía solar cuando sus horas de insolación son muchas menos. España ha caído en el error grave de pensar que cuanta más energía consuma, mejor. Y dependemos en un 80% de la energía del exterior. España va a tener graves problemas en un escenario de altos precios energéticos que es, según apuntan los expertos, el que se va a dar. El carbón y el petróleo están a precios inimaginables y la demanda crece a un ritmo inesperado. Hoy se está consumiendo lo que se había previsto para 2007. Todo ello apunta a que España va a tener un grave problema si no es capaz de crecer eficientemente. Si no cambia la tendencia, en dos años vamos a superar las emisiones per capita de la UE de los 15. Aquí no deja de crecer el consumo energético por unidad de producto interior bruto, mientras que en el resto de la UE no deja de caer.

– Reducir las emisiones difusas del transporte o del consumo doméstico parece una tarea imposible.
Es complicado, pero no imposible. Sería un gran error que los ciudadanos pensaran que ellos no tienen nada que ver en esto. Hay que explicarlo una y otra vez, hasta el agotamiento. Si los responsables públicos insistimos en estos mensajes empiezan a aparecer como por arte de magia artículos de opinión, reportajes, etc. En estas semanas se está hablando más del cambio climático, la eficiencia o las energías renovables que nunca. Estamos oyendo incluso a los responsables de las compañías eléctricas hablar sobre la necesidad de gestionar la demanda; quizá es un descubrimiento un poco tardío pero en todo caso nos tenemos que felicitar. Es una tarea en la que hay que implicar a todos. Y como es lógico, cuando todo lo demás no es suficiente hay que obligar, y hay que hacer normas como el Plan de Asignación, o normas de eficiencia energética en edificios como el Código Técnico de la Edificación. Todo eso tiene que venir reforzado por una acción pública que obligue a ir en esa dirección. Eso es imprescindible.

– ¿Cuánto costará cumplir Kioto?
Alguien ha dicho que Kioto costará 15.000 millones a España. Eso es un disparate. Un intento deliberado de crear alarma social en el tema. Me parece inaceptable. Primero, porque los cálculos están mal hechos. Hoy nadie piensa que la tonelada va a costar 20 dólares, ni remotamente. Cualquiera puede ir a comprar toneladas a 5 euros en mecanismos de flexibilidad y a 9 en derechos del sistema europeo. Segundo, los precios están hechos sobre la hipótesis de que las emisiones siguen creciendo al ritmo actual, cuando las políticas públicas adoptadas variarán ese comportamiento. Los costes de derechos de emisión para España en el periodo 2005-2007 pueden estar en torno a 80 ó 90 millones de euros anuales. Obviamente depende de muchas cosas, sobre todo de si llueve o no, con lo que varía la energía hidroeléctrica. Pero también habría que incidir en los beneficios. Porque un ahorro energético de un 5% tiene para el país unas repercusiones positivas evidentes en términos de balanza de pagos, de seguridad estratégica, de mejora de la calidad del aire, de oportunidad de desarrollo tecnológico en campos como las renovables o la eficiencia.

– ¿Se van a cumplir las previsiones de reducción de emisiones que plantea el Plan?
Por primera vez las empresas tendrán que internalizar el coste del carbono en su planificación. Y estoy seguro de que las emisiones van a ser menores de las previstas. Para 2008-2012 es muy difícil hacer estimaciones de momento, porque necesitamos saber si la curva que hemos dibujado se va a ir cumpliendo o no. Depende, como digo, de factores como la lluvia. En años hidráulicos medios, si todos hacemos nuestra parte, se puede cumplir.

– La CEOE se ha manifestado en numerosas ocasiones en contra de Kioto.
Creo que hay que saber interpretar un poco los mensajes. Yo he hablado estos días con muchos empresarios y la percepción que tienen es que consideran el plan 2005-2007, oportuno, útil y necesario. Y no hay alarma en los sectores afectados. Más allá de que algún sector suba un poco el tono, lo que es legítimo en cualquier proceso de negociación. Pero el Gobierno está muy tranquilo a este respecto. Sabe que esto no es una carga inasumible para nadie. Otra cosa es que haya preocupación para el periodo 2008-2012. Esa preocupación la comparte el Gobierno. Por eso queremos poner en marcha unas mesas de diálogo social, para ver realmente de qué estamos hablando y no desenfocar ni exagerar los temas. Todavía hay muchas piezas que encajar pero al final seguramente vamos a descubrir que el objetivo de Kioto para 2008-2012 no es tan inalcanzable como pueda parecer. El Gobierno es el primer interesado en entrar en ese debate de forma realista, constructiva, pretendiendo cumplir los compromisos pero protegiendo al mismo tiempo la competitividad y el empleo.

– ¿Qué papel juegan aquí las energías renovables?
Para que esto se cumpla es necesario apostar con gran decisión por las renovables, lo que tendrá efectos sobre la seguridad en el abastecimiento energético, efectos sobre un sector con tecnología y capital español en muchos casos, que ha demostrado una capacidad enorme de competir internacionalmente y crear empleo, mucho empleo y muy bien repartido. Las renovables están permitiendo la insdustrialización de zonas tradicionalmente deprimidas. Y estamos hablando de un recurso a largo plazo, fuera de los vaivenes de los precios energéticos internacionales. Yo que vengo del sector del petróleo he conocido en cuatro años el petróleo a 13 dólares y a 40. ¿Qué sistema económico puede organizarse correctamente con esos vaivenes? Las energías renovables dan una estabilidad al sistema eléctrico y al económico muy importante. Y son energías limpias.

– Hay gente que dice que no le importa Kioto o que no se cree lo del cambio climático.
El cambio climático no es ningún engaño porque hay un montón de científicos que están avisando desde hace años sobre este fenómeno. El otro día leía un artículo de John Brown, el consejero delegado de la petrolera BP, que refiriéndose al Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático decía: "de lejos, el cuerpo de científicos con más autoridad trabajando en este tema". El Gobierno asume plenamente que la mejor ciencia disponible hoy en la materia es la del Panel Intergubernamental. Y yo creo que quien no acepta eso es que tiene una actitud sesgada que, sencillamente, niega la información científica que no le interesa. Pero aparte de eso, nuestras ciudades son escasamente habitables porque el espacio urbano está entregado al coche, porque hay un nivel de ruido y de contaminación que tiene efectos sobre nuestra salud. Por todo ello, hay que entender que el ahorro, el uso racional de la energía es un elemento de calidad de vida y de modernidad. Y no al contrario. No nos podemos comportar como nuevos ricos a los que ahorrar les parece algo cutre. Y este es el gran desafío.

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