Este mes de marzo los líderes europeos se reúnen para responder a las propuestas de la Comisión Europea (CE) y orientar las grandes líneas de la política energética y climática. ¿Confía en que aprovechen bien el encuentro?
Creo que es importantísimo que los lideres se pronuncien ofreciendo claridad y criterio político para el desarrollo técnico. La CE ha hecho su trabajo, ha presentado una propuesta que es un compromiso muy delicado que necesita ser completado y ampliado, no reducido. El Parlamento Europea (PE) ha hecho también su trabajo, pidiendo mayor ambición. Las dos instituciones han manifestado su compromiso con una Europa descarbonizada, algo que forma parte ya del ADN de Europa. Ahora es el turno del Consejo, el responsable de ir desarrollando las medidas que harán creíble y aplicable ese paquete. Pero eso no es una decisión que se tome en una reunión y punto. Es algo muy complejo, hay que ir acompañándolo de cuestiones como la gestión de la gobernanza interna dentro del paquete, qué ocurre con la eficiencia energética, qué se hace con esa división entre la aportación de los estados y el doble compromiso comunitario de un 40% de reducción de CO2 y de, como mínimo, un 27% de renovables… Todo eso va a necesitar un desarrollo, y es absolutamente fundamente que el Consejo Europeo se pronuncie.
Pero el Parlamento Europeo es mucho más ambicioso que la CE en sus propuestas. Y sí quiere objetivos vinculantes de renovables para 2030.
En estos momentos lo que necesitamos es poner en marcha todo ese proceso de cambio. A título personal me parece que hubiera sido mucho más eficaz trabajar sobre la base de objetivos vinculantes y sobre una mayor claridad de las obligaciones de cada uno de los estados miembros. Pero creo que eso por sí solo no basta tampoco. Se necesita una política clara en materia de infraestructuras compartidas, se necesita un debate a fondo sobre cómo ha de cambiar el sistema de fijación de precio en el mercado eléctrico para que puedan entrar tecnología altas en la inversión inicial pero con costes operativos muy bajos, se necesita un impulso a la mejora tecnológica de lo que ya tenemos…. Hay muchas cosas que debemos hacer, pero lo importante es que hay herramientas para seguir construyendo sobre la propuesta que ha hecho la Comisión. Lo que sería una torpeza inmensa es pensar que aquello que propone la CE es el telón de fondo para iniciar un disparadero de yo quito por aquí, yo quito por allá. Es un mínimo común denominador.
Hay quien piensa que la Comisión propone el mínimo y el Parlamento el máximo y luego se hace la media y se llega al acuerdo.
Son orientaciones que requieren ser combinadas, un único objetivo de CO2 no garantiza un proceso razonable de transición. Lo más importante de todo es activar, acelerar el proceso de cambio, pensando que ese proceso tendrá elementos complejos, difíciles, pero que permitirá liberar recursos que hoy estamos destinando a importar bienes energéticos que podrían ser destinados a otro tipo de prioridades comunitarias como activar políticas de empleo, sociales, de apoyo a la I+D, etc.
¿Cómo se activa ese proceso de cambio?
Dentro del paquete Clima y Energía ha tres cosas que necesitan mayor criterio político, y otras que no están incluidas y que deberían ser atendidas por el Consejo. Entre las que sí están incluidas, tenemos la cuestión de la gobernanza. ¿Cómo se activa esa sugerencia innovadora que hace la Comisión de combinar un proceso en el que cada Estado se mueve dentro de lo que entiende que es más razonable para su realidad nacional con esa doble condición común que es un 40% de reducción de CO2 y un 27% de renovables como mínimo? ¿Cómo encuentra la aportación individual de cada cual un marco de coordinación que lleve a resultados coherentes, eficaces y más baratos porque se ponen en común los esfuerzos?.
Otro aspecto sobre el que necesitamos orientación es algo que aparece en el paquete de la Comisión: el proceso de cambio requiere facilitar financiación para las inversiones que hay que afrontar. Financiación no significa ni ayudas ni subvenciones de Estado necesariamente, significa facilitar el acceso al recurso dinero para poder acometer esas inversiones. Contamos con uno de los bancos más capitalizados del mundo a nivel europeo. En base a lo que ya hemos aprendido a partir del paquete de 2020 y a partir de las iniciativas de acceso a financiación para programas de eficiencia energética, o grandes infraestructuras en materia de energía limpia, podríamos explorar hasta qué punto la emisión de bonos verdes, la cobertura de riesgo para los estados, el acceso prioritario a determinadas líneas de política energética… podría facilitar ese project finance que en su conjunto Europa necesita.
¿Y la tercera cuestión?
La tercera cuestión es ver los elementos que puedan requerir atención para garantizar competitividad industrial. Los nichos de mayor competitividad para la industria europea son nichos de sofisticación: industria tecnológica, petroquímica…industrias que necesitan ver incentivos para poder acometer el desarrollo a medio plazo sin depender del precio del CO2 o de la cuestión de la energía. Debe ser al revés, el marco regulatorio ambiental o energético debe resultar un incentivo adicional para generar demanda interna o para poner en marcha las nuevas iniciativas tecnológicas en eficiencia energética.
Antes ha mencionado que hay otras cuestiones no incluidas en el paquete Clima y Energía que también deberían ser atendidas por el Consejo
Fuera del paquete me parece que hay por lo menos tres aspectos claves: el primero, las infraestructuras energéticas en su conjunto. algo de lo que se viene hablando hace mucho pero que todavía ha tenido poca concreción. Esas conexiones de gas o electricidad probablemente no son la panacea en todos los casos ni se requieren en todos los casos, porque vamos a un modelo en el que coexistirán la generación distribuida con gran generación, pero sí son imprescindibles para facilitar el máximo aprovechamiento en la gran generación. Hay que acelerar ese proceso.
La segunda cuestión es hasta qué punto es posible facilitar un sistema de mercado de la electricidad en el que se empiece a plantear el análisis de sistemas de formación de precio diferentes a los que tenemos ahora. El sistema de determinación de precios del que partimos difícilmente va a permitir que de forma seria entren nuevos generadores con una estructura de costes completamente distinta a la que ahora tenemos. También hay que ver cómo completar esa componente de innovación que me parece absolutamente vital para Europa.
¿La Unión Europea debe avanzar hacia la descarbonización por su propio interés?
Desde luego, del mismo modo que ha sido su propio interés el que ha llevado a China a movilizarse de manera muy importante en este campo o incluso a EEUU. Por su propio interés, Europa debe ahorrar energía, reducir la dependencia del exterior gracias a un modelo sobre el que ha venido trabajando desde hace tiempo, y entender que las dificultades que estamos viviendo en gran medida son dificultades propias de la etapa de madurez en la que hemos entrado. Una transición como en la que estamos supone abandonar cosas y llegar a otras, y eso siempre es traumático. No vale con acumular cosas sobre lo que ya había, que era lo que de algún modo alguien pensó que se podía hacer.
La mala situación económica es un argumento continuamente utilizado para frenar el desarrollo de las renovables. ¿Poner el acento solo en la sostenibilidad económica inmediata no nos hace aun más vulnerables a medio y largo plazo?
Yo creo que lo que hay que hacer es evitar distracciones respecto a lo principal. La realidad física más contrastada es la limitación de carga del sistema climático. Esa es una variable que a la hora de tomar grandes decisiones económicas en el medio y largo plazo resulta absolutamente determinante, y a veces tendemos a olvidarla por espejismos que pasan por delante y que nos pueden llevar a una situación de activos tóxicos a medio plazo si colocamos demasiado esfuerzo inversor en algo que no pueda ser viable en la distancia temporal en la que se está pensando.
¿Esa afirmación se puede aplicar al fracking?
Europa difiere de Estados Unidos en historia de conocimiento del subsuelo y en técnicas asociadas a ese proceso; es distinto el nivel de densidad demográfica y de protección medioambiental; y son distintos los niveles de posicionamiento social respecto a estas soluciones tecnológicas. En Europa no está claro si hay un volumen significativo real (de gas no convencional), porque no conocemos el subsuelo, ni cuando podría empezar a estar operativo Las estimaciones mejores dicen que no menos de 20-.25 años a fecha de hoy, lo que significa una inversión muy notable para algo que a lo mejor cuando llegue a estar operativo, los escenarios del clima y los compromisos adoptados por todos nuestros gobernantes de no superar los 2ºC lo conviertan en un activo tóxico que hay que desmotar inmediatamente después. Aún siendo menos intensivo en CO2, el gas natural no va a ser viable si no va acompañado de captura.
Tampoco creo que haya una capacidad de acogida social suficiente como para que esto pueda ser una realidad física. Mi conclusión es que esto en ningún caso va a ser una panacea, como tampoco lo es para EEUU, como ha puesto de manifiesto el IDDRI (ver artículo “The shale gas "revolution": implications for the US and the EU” en www.iddri.org) Debemos evitar que suponga una fuente de distracción notable, las grandes apuestas para Europa deben seguir siendo la combinación de eficiencia energética con renovables, incluso aunque puntualmente pudiera llegar a plantearse una explotación de este gas no convencional en zonas donde pueda tener mayor sentido, como Polonia, altamente dependiente de la importación de gas de Rusia, con una transición muy asociada a la actividad minera y con un peso muy significativo, muy por encima del promedio comunitario, de carbón en su mix eléctrico.
¿Sigue siendo Europa referente mundial en la lucha contra el cambio climático?
En muchos lugares sigue generando desconfianza, por desconocimiento, hasta qué punto es posible combinar un objetivo climático con otros objetivos prioritarios para la sociedad, como son mayores cotas de desarrollo, bienestar, acceso a servicios básicos… Es importante ayudar a hacer entender e identificar las oportunidades de hacer coincidentes ambos objetivos: desarrollo y desarrollo bajo en carbono. Ese es un papel en el que Europa no solo puede ayudar acompañando a los demás sino que el mundo mira lo que hace Europa. Europa no es creíble si no lo hace en su propia casa. Con esa coletilla de que nosotros hemos hecho mucho más y ahora que lo haga el resto, estamos perdiendo el tren de muchos elementos claves en las próximas décadas. Sobre todo en términos de competitividad industrial y de soluciones energéticas. Llevado al extremo, yo me pregunto si nos podemos llevarnos la desagradable sorpresa de que de aquí a unos años nos encontremos con que debamos ser nosotros los que tengamos que usar patentes generadas en otros países. No tiene sentido que Europa se plantee competir por costes sociales o por dumping ambiental. Ni tiene potencial demográfico ni económico ni financiero para soportar ese tipo de premisas. Europa solo puede competir en mercados globales por soluciones tecnológicas que todavía está en condiciones de producir más fácilmente que otros países.
¿Cree Vd posible alcanzar el próximo año en Paris un buen pacto global sobre el clima?
Si creo que es posible, pero también que va a ser algo muy distinto a lo que hemos conocido hasta ahora. En París lo que debemos conseguir es algo que genere dos cosas: un efecto dinámico, capaz de autoadaptarse a lo largo del tiempo conforme vayan produciéndose las evoluciones tecnológicas y las necesidades de hacer mayores esfuerzos, y de manera que incentive ese proceso de cambio reconociendo cómo van evolucionando los países conforme van pasando los años. No necesitamos la foto fija que tuvimos en Kyoto, extraordinariamente valiosa para empezar. Hace falta, además, que lo que acordemos en Paris sea un elemento catalizador fuera del propio proceso de la convención. No basta con que solo una extraña comunidad de gente dedicada al clima y cada uno de los países reuniéndose en un foro de Naciones Unidas active sus esfuerzos en materia de clima, necesitamos que las decisiones sean congruentes. Necesitamos que el resto de la realidad acompañe a esas premisas: los bancos nacionales de desarrollo cuando van a financiar un proyecto, las instituciones financieras internacionales cuando prestan dinero o vigilan la solvencia o los riesgos en que se puede incurrir, cuando se toman decisiones en materia de infraestructura…. Eso es algo que debe estar presente en el acuerdo de París.
¿Estamos a tiempo de no sobrepasar esa frontera de 2º C más de temperatura?
Con lo que se está haciendo, no. Estamos en un momento absolutamente peligrosísimo, creo que todo lo que tenemos identificado y anunciado como medidas es interesante pero manifiestamente insuficiente. Todavía hay una posibilidad de alcanzar ese objetivo pero nos costará más en dinero y en esfuerzo político y social poder llevarlo a la práctica. También creo que no vamos a conseguir nada mientras no haya una convicción colectiva de los beneficios de hacer eso, y hasta la fecha no hemos sabido explicar convenientemente que esto son beneficios. Es decir, las políticas de clima se han asociado habitualmente con valores negativos: limitación, prohibición, dificultad… y es importante hacer ver que las políticas de clima son garantía de acceso a agua, garantía de acceso a energía, precios razonables, garantía de competitividad, garantía de bienestar y no lo contrario.
¿Eso es lo que traslada en su trabajo como consejera del IDDRI en los foros a los que acude?
Uno de los objetivos fundamentales del instituto es entender mejor, dar argumentos en esta dirección, entender y explicar cuáles son los problemas de ese proceso de cambio a gran escala, cuáles son las herramientas que pueden facilitar ese proceso de cambio y cómo se pueden combinar en el tiempo para que tengan éxito. Es muy difícil encontrar soluciones simplistas, pero esa es una de las grandes tareas que tiene el grupo.