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Entrevista a Ramón Fiestas, presidente de GWEC Latin America

“Las oportunidades para desarrollar energía eólica marina en la región son inmensas”

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El 5% de la capacidad industrial eólica en el mundo se sitúa en América Latina, región que suma ya 45 GW instalados en energía del viento. Varios países de América Latina se preparan, además, para dar el salto a la eólica marina, con la proyección de contar con los primeros parques offshore al final de la década. Ramón Fiestas, responsable para América Latina de GWEC, profundiza en estos datos y en la gran oportunidad que significa la eólica para la transición energética justa en esta amplia zona del globo.
“Las oportunidades para desarrollar energía eólica marina en la región son inmensas”

A finales de 2021, la capacidad instalada en energías renovables en América Latina y el Caribe sumaba 291.770 megavatios (MW), lo que representa una subida del 6% con respecto a 2020. ¿Qué papel ha jugado y está jugando la eólica en este desarrollo?
La matriz eléctrica en América Latina experimenta desde hace más una década una transformación notable a partir de la incorporación de energía eólica y más recientemente también con solar fotovoltaica. En la mayoría de los países de la región abundan excelentes recursos eólicos que complementan de manera muy eficiente a algunos sistemas altamente dependientes de recursos hidráulicos, donde la energía eólica refuerza en buena medida la seguridad del suministro en épocas de estiaje, o en otros casos muy dependientes de combustibles fósiles, donde la energía eólica resulta mucho más competitiva y contribuye significativamente a las metas climáticas asumidas por estos países.
Con registros de potencia eólica instalada que alcanzan en los últimos años los 5GW anuales, América Latina cuenta ya con 45 GW de capacidad eólica instalada de los cuales algo más del 50% se sitúan en Brasil, donde esta tecnología es ya la segunda fuente de energía y se desenvuelve dentro de un mercado eléctrico maduro y una cadena de suministro totalmente implantada en el país.
En un estudio que llevamos a cabo en GWEC con la Organización Latinoamericana de Energía (Olade) hemos advertido que a largo de la pasada década cerca del 25% de la potencia eléctrica instalada en América Latina ha sido eólica, repartida principalmente entre Brasil, México, Chile y Argentina, siendo muy notables los esfuerzos realizados también en Uruguay, donde la energía eólica cubre cerca del 40% de la demanda eléctrica dentro de un modelo de gestión integrada de energía eólica e hidroeléctrica que proporcionan muy altos niveles de estabilidad y seguridad de suministro, y donde sus crecientes intercambios transfronterizos con Argentina y Brasil también extienden este efecto a estos mercados.

Vemos que no todos los países de la región avanzan al mismo ritmo, y no solo por tener mejor o peor recurso eólico. ¿De qué manera condicionan el desarrollo de la energía del viento en América Latina aspectos como la inestabilidad política, los problemas económicos o la falta de apoyo público o inversión privada?
Efectivamente, la región no es ajena ni mucho menos a fenómenos de inestabilidad política, que cuando además acontecen en economías de por sí ya deterioradas, dificultan las posibilidades de inversión especialmente en infraestructuras eléctricas. Sin embargo, estos desafíos se han convertido en oportunidades cuando también ha sido posible canalizar muy importantes volúmenes de inversión con el diseño de políticas bien orientadas y de marcos regulatorios que han atendido a una adecuada gestión de los riesgos financieros.
El hecho de que en la mayoría de los mercados eléctricos de América Latina la fuente eólica junto con la solar fotovoltaica este siendo la fuente más competitiva, añadido al compromiso climático de de la practica generalidad de los países de la región, implica que para su despliegue no sean precisos esfuerzos financieros adicionales por parte de la demanda, sino al contrario, le corresponde a los gobiernos asegurar que estas fuentes de energía lleguen a atender las necesidades eléctricas de la generalidad de los usuarios y puedan beneficiarse de la eficiencia inherente a estas fuentes, lo que en el caso de la eólica viene de la mano de sus excepcionales factores de capacidad, que en muchos casos duplican la existente Europa y la convierte en la solución energética para acelerar la descarbonización en aquellos países más dependientes de combustibles fósiles, como son los casos de Chile, Argentina, México y otros en América Central.
No obstante, además de su insustituible contribución ambiental y precisamente debido a su competitividad, la eólica es la fuente que favorece la reducción de los precios de medios de electricidad en los mercados y por ello está siendo demandada de forma creciente por los consumidores eléctricos.

Además de los problemas locales, hay otros de alcance mundial que nos impactan a todos: ¿cuánto ha condicionado la pandemia del Covid-19 y la actual crisis energética el crecimiento de la energía eólica en esta zona del mundo?
La pandemia ha tenido impactos desiguales en el desarrollo de los proyectos de la región. Mientras que las cadenas de suministro no se han visto afectadas en los mercados con proyectos en construcción, hasta el punto de que 2021 había experimentado registros récord en potencia eólica instalada, en otros mercados con proyectos aún en proceso de autorización y licenciamiento el Covid ha retrasado de manera significativa las actividades, afectando el normal de desarrollo de los proyectos no solo en cuanto a los calendarios de puesta en marcha sino también en algunos casos encareciendo su coste.

Como Vd señala, a día de hoy, el país con mayor capacidad eólica instalada es Brasil, con cerca de 25.000 MW. Otros, como México, Uruguay, Chile o Argentina están apostando también con fuerza por esta tecnología; y algunos, como Colombia, enfilan en la misma dirección. Todos ellos cuentan con un potente recurso eólico en amplias zonas de su territorio. ¿Qué otras fortalezas les acompañan?

El despliegue de las inversiones en proyectos eólicos en estos países se relaciona directamente, de una parte, con la estabilidad institucional que han mantenido y, de otra, con la muy alta competitividad que ha experimentado esta tecnología en la región, lo que ha despertado un interés de los gobiernos y los reguladores por activar las políticas y crear las condiciones regulatorias adecuadas para facilitar su entrada en la matriz eléctrica, principalmente mediante licitaciones públicas de contratos regulados de suministro a largo plazo . Sin embargo, se viene observando ya una tendencia de crecimiento de las inversiones en alguno de estos países fuera de los ámbitos públicos de contratación y por lo tanto más alineada con la demanda directa de los consumidores en los mercados eléctricos que paulatinamente van habilitando espacios para ello a partir de esta demanda social que va cobrando impulso.
En todo caso, mientras que la competitividad y la abundancia del recurso son una constante en todos estos mercados, cada país difiere sustancialmente en lo que se refiere a sus políticas y regulaciones energéticas, y no en todos están igualmente alineadas y comprometidas con los objetivos de la transición energética y la sostenibilidad ambiental.

Varias naciones latinoamericanas han aprobado, o están a punto de hacerlo, hojas de ruta para desarrollar la eólica marina; un sector al que algunas consultoras, como Wood Mackenzie, auguran una tasa de crecimiento anual en la región superior al 15% en la próxima década. ¿Comparten en GWEC este pronóstico? ¿Empezaremos pronto a ver parques eólicos marinos en estas aguas?

Las oportunidades para desarrollar energía eólica marina en la región son inmensas por sus excelentes y abundantes recursos y su plataforma continental, fundamentalmente, pero no solo en el eje del Océano Atlántico, lo que ha despertado el interés de inversores y algunos gobiernos en preparar las bases para un despliegue de los proyectos, como es el caso de Brasil y de Colombia. También hay iniciativas en esta misma dirección en Costa Rica y en Uruguay, que están avanzando planes y regulación para facilitar la implantación de los proyectos dentro de los plazos en los que se desenvuelven normalmente estas inversiones, por lo que confiamos en contar con parques eólicos marinos operativos en la región antes de finalizar la década.
Nuestras estimaciones apuntan a un despliegue masivo de esta tecnología en la próxima década, asegurado por un contingente de proyectos existentes en cartera que tan solo en Brasil ya superan los 100GW registrados ante la autoridad ambiental.

América Latina destaca, asimismo, por su elevado potencial para la generación de hidrógeno verde y varias economías de la zona cuentan ya con hojas de ruta para impulsar su desarrollo. ¿Hasta qué punto el crecimiento del hidrógeno verde está conectado al de la energía eólica?
Efectivamente, las excepcionales condiciones de los recursos eólicos tanto en tierra como oceánicos en América Latina la convierten en un aliado inigualable para la producción masiva de hidrógeno verde.
La región apunta a la producción de este energético fundamentalmente para la exportación, siendo el caso que las condiciones de acceso a mercados internacionales como el europeo incentivan de forma inequívoca su producción con esta tecnología, precisamente apalancada en la competitividad que presenta en la eólica terrestre en la mayoría de estos mercados y la productividad que ya se anticipa de la eólica marina, junto con la curva de aprendizaje que se espera de esta tecnología en la presente década. 


En la región todavía hay 17 millones de personas que carecen de acceso a la electricidad, principalmente en los países centroamericanos, donde se espera que la demanda de energía siga creciendo en las próximas décadas. ¿Hasta qué punto la transición energética justa es una oportunidad para todos ellos?

Estamos viendo como cada dólar que se invierte en energías renovables multiplica por ocho su efecto sobre el PIB, por lo que su impacto socio económico es muy superior al de cualquier otra tecnología de generación de electricidad. Este efecto multiplicador es especialmente visible en América Latina, donde la modernización de los sistemas eléctricos y su preparación para una economía mucho mas electrificada viene de la mano de las energías renovables.
Aprovechar la oportunidad que brinda la competitividad de las energías renovables en esta región para reducir el coste de la electricidad para los consumidores, será uno de los desafíos político-regulatorios pendientes mas importantes para avanzar en la transición justa en la mayoría de los países de la región.
Además, la dispersión territorial de las inversiones en energías renovables también es un activo cuando favorece un reparto de sus beneficios y riqueza mucho más equitativo que el asociado a otras tecnologías. En efecto, el 5% de la capacidad industrial eólica en el mundo se sitúa en América Latina. A los ritmos de crecimiento que se esperan para la región, será preciso incrementar esta capacidad mas allá del 2027 por lo que la oportunidad para seguir creando empleo de calidad y localizándolo en el territorio es aún mayor, lo que resulta particularmente importante habida cuenta de las sensibilidades que despierta la diversidad cultural e identidades que presenta la implantación de sus numerosas comunidades en el territorio.
Tampoco podemos ignorar que en el desarrollo de las energías renovables en América Latina se encuentra un potente neutralizador de la brecha de género, como lo ha revelado un reciente estudio de la red MERL donde se advierte que la tecnología eólica es la que más empleo femenino tiene contratado en el sector eléctrico en Argentina.

La iniciativa Renovables in Latin America and the Caribbean (Relac), con 15 países firmantes, ha establecido que para 2030 el 70% del consumo de energía eléctrica en la región vendrá de energías renovables. ¿Ve alcanzable esta meta? ¿Hasta qué punto la eólica lo hará posible?
Sin duda; en la actualidad mas del 60% del consumo eléctrico en la región es renovable, siendo la participación eólica superior al 10%. EL objetivo de Relac se circunscribe a un incremento del 10% en el horizonte de 2030. Los ritmos de crecimiento de la capacidad eólica y de la solar fotovoltaica, con la región instalando mas de 10GW anuales con estas tecnologías, anticipan el objetivo antes de lo previsto e invitan a un incremento de la ambición en su próxima actualización para acomodarlo a los objetivos climáticos mas ambiciosos asumidos por los países de la región en el Pacto de Glasgow. 


Esta entrevista se puede leer también en ER219 (marzo 2023) 

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