Los miembros del Comité Ejecutivo de SolarPACES –votación secreta mediante– le eligieron presidente a usted tras haber escuchado su discurso de presentación –y el de los otros candidatos al puesto– y tras contestar una serie de preguntas que le hicieron. ¿Qué les dijo para convencerles?
[Sonríe]. Les dije simplemente, y entre otras cosas, que me presentaba al puesto porque creía que estamos en un momento crítico. Crítico… en el sentido tanto de oportunidad como de desafío, las dos cosas. Existen factores que hacen que el espíritu de los tiempos vaya por aquí, por que esto sea una tecnología que contribuya al bienestar de muchísima gente. Y yo creo que SolarPACES, que ha desempeñado un papel importantísimo tanto en el desarrollo de las tecnologías, como en el desarrollo de la industria, tiene que seguir desempeñando, en esta coyuntura en la que nos encontramos, un papel importante, de referencia: un papel de… digamos… una organización neutral, con una autoridad científica y que sirva para decirle a las instituciones, a los gobiernos, a la industria, cuál es la situación actual de esta tecnología, cuáles son las expectativas de futuro, cuáles son las ventajas que tiene esta tecnología con respecto a otras... Yo creo que cada institución tiene que desempeñar su papel y que el papel de SolarPACES es el de autoridad científica y de institución de referencia a escala internacional.
Ha hablado usted del espíritu de los tiempos… Protermosolar, la patronal del sector, editó hace apenas unos meses “La Electricidad Termosolar. Historia de éxito de la investigación”, una obra que no más publicada ya es un clásico y en la que usted ha dejado escritas unas líneas que no puedo obviar: “la revolución solar no tiene vuelta atrás, es el camino del futuro, el espíritu de los tiempos”. Veo que insiste usted en esto último… Con la que está cayendo: problemas de financiación, primas incógnitas más allá de 2013, la mala prensa de las renovables, que no cesa... ¿No es un poco optimista?
No. Yo estoy convencido de que la revolución solar no tiene vuelta atrás. Es más, ya está siendo así. El otro día, cuando presenté mi candidatura a la presidencia de SolarPACES, comencé citando las primeras frases del libro “The tale of the cities”: “era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos, era la época de la oscuridad, era la época de la esperanza". Porque yo creo que estamos en la misma situación, en la misma que describía Dickens en esos momentos. Yo creo que la sociedad nunca ha sido tan consciente como ahora de los problemas ambientales y de que la causa de esos problemas es la actividad humana. Nunca hemos sido tan conscientes como ahora de eso. Y, al mismo tiempo, creo que la sociedad jamás ha sido tan consciente como ahora de la capacidad que tienen las energías renovables para aportar soluciones a esos problemas. Y estoy convencido de que esas dos cosas son tremendamente esperanzadoras.
Sí, pero, en todo caso, vuelvo al principio: ¿no estamos siendo quizá un poquito más optimistas de la cuenta? ¿Dónde queda la crisis?
Sí, sí, a ello voy. Vamos a ver, por una parte, insisto, creo que es tremendamente esperanzadora la conciencia de la que hablo, y, por la otra, está la crisis, sí, una crisis muy grave y de salida… tan desconocida... Porque lo cierto es que todavía no sabemos cuál es la solución. Además, hay también un factor muy interesante, y que no es ni bueno ni malo: el papel de los países emergentes, que nunca ha sido tan predominante como ahora. Y eso es importantísimo, porque yo creo que ahí está la clave de todo el sistema. Sí, ahí está la clave: mire, por primera vez, y después de vivir durante muchísimo tiempo sin esperanza, la población de todos esos países emergentes tiene aspiraciones generalizadas de vivir mejor. Hay países que llevan mucho tiempo creciendo y que están empezando a ver que… puede ser, que pueden conseguir una vida mejor. Pues bien, cuando esas esperanzas se tengan que materializar… todo eso va a requerir un esfuerzo energético enorme, y yo creo que la combinación de todos estos elementos hace que… Mire, a poco que uno sea racional… tiene que llegar a la conclusión de que hay que utilizar las energías renovables de manera intensiva y, en el caso de la solar, especialmente… Porque es que no hay otra solución.
¿No hay otra solución?
Mire, es inmensa la cantidad de energía solar que nos llega cada año a la Tierra en comparación con los recursos finitos que tenemos. Cualquiera que esté en su sano juicio tiene que llegar a la conclusión de que la única forma de seguir en un planeta finito, como el nuestro, que trata de crecer y de soportar cada vez más población, es utilizando una fuente que se renueva constantemente.
Discúlpeme, pero me veo en la necesidad de ejercer nuevamente de abogado del diablo: me da la sensación de que las instancias políticas, que son al fin y al cabo las que toman las decisiones, no están tan convencidas de todo esto.
Ahí es donde iba. La India proyecta instalar 20 GW de potencia solar de aquí a 2020. Marruecos pretende que una gran parte de su suministro energético esté basado en energías renovables. Y eso está sucediendo ahora, con la crisis, y con todos los problemas que hay. Y eso es así porque sus dirigentes están llegando a la conclusión de que no les queda otra, de que esto y no otra cosa es lo que hay que hacer. China está utilizando todas las fuentes de energía, sí, pero está utilizando fuentes renovables también, y en grandes cantidades. Nosotros [el Cener] estamos ahora en Botsuana, en un país africano que tiene muchísimas reservas de carbón, un país relativamente pequeño y que, como tantos otros, tiene que pedir préstamos… Bueno, pues va a hacer un esfuerzo para poner una o varias plantas termosolares de modo que una fracción importante de su producción eléctrica sea solar, aunque –insisto– tiene carbón. Mire, yo creo que la gente es cada vez más consciente de que esta es la solución y de que cualquiera otra será un solución temporal, que te va a estropear el medio ambiente durante veinte mil años, te va a servir durante veinte y te va a retrasar en ponerte a trabajar en la solución definitiva. Porque la solución definitiva son las energías renovables.
La solución definitiva son las renovables, dice el profesor Blanco. Pues el gobierno dice que hay que poner cupos, por ejemplo.
Mire, lo que yo digo es que yo no tengo ninguna duda de que cada vez hay más gente convencida de eso. Creo que las economías de los países emergentes tienen clarísimo que hay que apostar por las energías renovables, porque solucionan de verdad, y de forma definitiva y estable, a largo plazo, el problema del consumo energético. Es que, además, cada vez funcionan menos los bulos estos de que, sin otras fuentes convencionales, las energías renovables no sirven… Mire, acabamos de hacer un trabajo para el IDAE y, en España, con la legislación que hay ahora mismo, y excluyendo espacios naturales protegidos, terrenos dedicados a la agricultura y etcétera, etcétera, es posible suplir la demanda eléctrica nacional hasta veinte veces con centrales termosolares. Vamos, que digamos que hay margen, que no estamos hablando de suplir solamente un 10%, que esto no es ni mucho menos algo anecdótico.
Anecdótico no es, supongo, pero, ¿y caro? ¿No es demasiado cara la termosolar?
Vamos a ver, uno de los factores del precio es el tema de las expectativas. La fotovoltaica, por ejemplo, está bajando ahora los precios, entre otras cosas, porque se están produciendo inversiones para producir en masa. En cuanto haya mercado suficiente, las empresas harán lo que haya que hacer para poner en marcha grandes líneas de producción y eso disminuirá los precios de una manera importante. Esos cantos de sirena que vienen a decir “no, ustedes están todavía muy verdes; vuelvan ustedes al laboratorio…”. Eso es, sí, lo que hacían las sirenas con los marineros, atraerlos para comérselos. Si uno quiere reducir el coste de una tecnología, tiene que ponerla en el mercado. Porque ahí genera la dinámica para reducir el coste. Mire, los investigadores tienen que trabajar junto con la empresa porque eso es lo que nos conduce a centrarnos en abaratar el coste.
Bueno, sea como fuere, ¿cómo está el estado del arte, o sea: cuándo –la solar termoeléctrica– no necesitará prima porque podrá competir con las demás en un mercado completamente libre y ajeno a toda ayuda?
Para empezar, el mercado libre no existe. Las externalidades todavía no están metidas en el precio. Llevamos hablando de ellas treinta años, pero siguen sin estar metidas en el precio. No metemos en el precio la contaminación, no metemos en el precio los ejércitos… No metemos en el precio un montón de cosas. ¿Cuándo podrán competir las energías renovables, sin ayudas, con unas energías convencionales a las que no les contemos las externalidades? Esa es la pregunta. Y hay estudios por ahí que dicen que en cinco años podría ser. Como todo, de cualquier modo, depende de la demanda. Al final, una de las cosas que va a tener un impacto importante en la reducción de los costes de las tecnologías es que exista una demanda para que la industria se atreva a invertir en cadenas de producción y en procesos productivos más eficientes.
Pues, insisto, porque es que me da la sensación de que, en algún lugar de toda esta historia, hay un bucle. Vamos a ver: en España hay cupos y la industria puede no sentirse animada a invertir lo suficiente porque igual no hay demanda suficiente, y entonces los costes no bajarán porque no habrá fabricación en serie y volvemos al principio: no hay desarrollo suficiente y entonces tiene que haber primas y entonces no puede haber para todos y entonces hay que poner cupos...
Yo no quiero opinar mucho del tema político. Lo único que digo es que, en España, no es lo mismo invertir en comprar materias primas ajenas, o en desarrollar una parte insignificante de tecnologías que no dominamos… no es lo mismo, no, que invertir en tu propia industria nacional, en una industria exportadora, en la que ya estás y en la que tienes un papel importante. No, no es lo mismo. Tenemos mucho conocimiento y una buena situación ahora mismo… Hay empresas españolas que están licitando en todo el mundo porque tienen experiencia, tienen know how, lo tienen todo… y eso hay que mantenerlo. Hay estudios por ahí que demuestran que nos hemos gastado menos en ayudas de lo que hemos conseguido si tenemos en cuenta todo el efecto multiplicador que el sector tiene en la economía: puestos de trabajo, exportación, el tema impositivo. Mire, cuando se hacen bien las cuentas, y sin tergiversaciones, está clarísimo. El National Renewable Energy Laboratory de los Estados Unidos hizo también un estudio sobre todo esto y demostró que las primas, en España, han tenido sentido, y que han sido positivas económicamente de todas todas. Mire, esta es una de las pocas tecnologías que podemos decir que es tecnología propia y, además, tenemos una posición fuerte, internacionalmente, y, más aún, nos encontramos en una situación económica en la que tenemos que generar ingresos… Bueno, pues, dado lo dado, creo que sería absurdo que no potenciásemos nuestra industria.
De acuerdo, pero, insisto, las voces críticas siempre vuelven a lo mismo: esta es una tecnología muy cara.
Vamos a ver, hace poco hicimos un trabajo para un país determinado y una planta muy similar la hicimos para otro, y simplemente las condiciones económicas y fiscales hacían que hubiera una variación de un 25% en el precio del kilovatio hora. Yo siempre he creído que el precio de las cosas, lo que representa, es el interés de una sociedad en una determinada dirección. A mí me parece que la cuestión del precio es importante, pero en tanto en cuanto la sociedad vaya apostando más decididamente por estas tecnologías, tanto más bajará el precio. Es que, además, está demostrado: el precio del kilovatio hora solar que produce esta tecnología ya ha bajado considerablemente en estos últimos cinco años. Y hay que tener en cuenta que esta tecnología la llevamos desarrollando treinta años un grupo de científicos que cabía… pues no sé si en un autobús, pero es que… estamos hablando de un grupo muy reducido de personas. Ahora, sin embargo, hoy día, ya son miles los investigadores en todo el mundo que están desarrollando esta tecnología. Si uno mira la inversión que se ha hecho en I+D en solar y la compara con la investigación que se ha hecho en las tecnologías convencionales, en la nuclear, la cantidad es ridícula. Entonces, ¿estamos hablando de una tecnología cara? Digamos que, en cuanto empecemos a invertir en solar termoeléctrica lo que hemos estado invirtiendo en las tecnologías convencionales durante décadas… pues yo estoy segurísimo de que no solo equipararemos… sino que bajaremos ese precio.
Ha hablado de la nuclear. Dentro de veinte años, ¿será posible una España desnuclearizada, o solo solar termoeléctrica?
Yo siempre he pensado que cuando uno sale de su campo de experiencia corre el peligro de decir tonterías. De lo que puedo hablarle es de las ventajas que tiene esta tecnología, una tecnología que aprovecha una fuente que es predecible e inagotable, que está distribuida de manera lo suficientemente uniforme como para que no genere ninguna tensión geopolítica, que no va a dar sustos, o sea, que no te va a subir un día y te va a bajar al otro, que puede hibridarse con biomasa, por ejemplo, o con tecnologías convencionales allí donde tenga sentido, una tecnología que es gestionable...
¿Gestionable?
Sí, es una de las características diferenciadoras de esta tecnología renovable, el almacenamiento: la capacidad que tiene, con mucha facilidad, de almacenar la energía de forma térmica, de modo que uno puede estar captando el sol por la mañana e introduciendo la electricidad por la tarde, cuando se necesita. Más aún: en el último congreso de SolarPACES [Granada, septiembre de 2011], hubo una presentación muy interesante de un investigador de la Agencia Internacional de la Energía que venía a decir que las plantas de base no hacen falta. Es al contrario: esas plantas son un impedimento al desarrollo de las energías renovables, pues, cuando empiezas a tener mucha fracción de energías renovables, lo que tienes que tener son plantas que puedan adaptarse a la curva de demanda. Pues bien, él presentaba un sistema en el que conseguía la curva, pero con la parte solar aportando más o menos en función de la hora del día y de lo que solicitara el sistema.
¿Eso va directamente en contra de las nucleares, esas que no pueden parar cuando el sistema demanda menos energía?
Bueno, no sé si va directamente en contra… Va directamente en contra de cualquier planta base [se sonríe]. Ya he dicho que no voy a hablar de esa otra tecnología. Aparte de que… Mire, cuando se habla de la gestionabilidad… Lo que yo creo es que la red tiene que ser distinta. Hay que pensar que podemos ir a otros sistemas, más distribuidos aún. Yo creo que un sistema renovable y muy distribuido… Pues empiezas a tener ya, con las leyes de la estadística, posibilidad de que se estabilice él solo, quiero decir, sin necesidad de plantas base. Si usted tiene un sistema muy distribuido… pues pasa como con Internet, que no hay quien lo eche abajo. Además, un sistema descentralizado también es mucho mejor que un sistema centralizado si lo miramos desde el punto de vista de la seguridad de un país.
Bueno, vamos al futuro. Y, para eso, empecemos por hacer historia: en los años ochenta, usted formó parte del International Test and Evaluation Team de la Agencia Internacional de la Energía que evaluó aquel pionero sistema de torre de la Plataforma Solar de Almería (PSA). Allí, había entonces una planta de torre y, al lado, una cilindro parabólica. ¿Con cuál nos quedamos?
[Se ríe]. Nunca hubo una decisión clara de si las torres eran mejor que los cilindros parabólicos o viceversa... y, en realidad, todavía se sigue discutiendo eso. Yo creo que, en cualquiera de estos procesos, es peligrosísimo elegir una tecnología. Hay que darle tiempo a la inventiva. Ahora, después de treinta años hay por fin mucha gente trabajando en esto, y cada vez son más los investigadores. Bien, pues yo creo que lo que hay que hacer es animarles a que innoven.
Bien, en todo caso, treinta años después de aquella evaluación, ¿por dónde va la I+D+i en materia de solar termoeléctrica?
Pues una de las materias en las que se está haciendo mucho hincapié es precisamente en el almacenamiento. El sector está haciendo muchos estudios y muchos avances para abaratar aún más esa vertiente de esta tecnología. Ahora mismo, por ejemplo, el objetivo es desarrollar fluidos con mejores propiedades térmicas que las sales, con un punto de fusión más bajo. Otro de los asuntos en los que hay mucha actividad –en este caso es algo más a largo plazo, pero muy importante también–, es el tema de los combustibles solares, de la química solar, el utilizar la radiación para almacenar la energía solar en combustibles químicos. ¿Por ejemplo? Almacenar energía solar en forma de hidrógeno de modo que pueda usted utilizarlo como combustible para el transporte, por ejemplo, o producir gas de síntesis… Hay una línea química muy interesante que va a permitir a largo plazo desacoplar totalmente la producción de la energía solar y que va a permitir… digamos… embotellar, en forma de productos químicos, la energía solar para emplearla en el transporte.
Otra pregunta para medir casi treinta años de historia de la termosolar. Tras su experiencia en la PSA, conoce usted los Sandia National Laboratories, la otra meca de la solar termoeléctrica. ¿Quiénes estaban más adelantados en lo que se refiere a la solar termoeléctrica en esos momentos… y cómo andamos ahora?
En esos momentos estaba así, así. Los americanos habían conseguido en el año 86 una planta de demostración de torre de un tamaño importante. Tenían una instalación en Sandia National Lab relativamente... bueno... interesante. Pero las instalaciones de la PSA, tal y como acabaron configuradas, eran las más diversas y las más grandes del mundo y yo creo que, en cierta medida, y desde el punto de vista de la investigación… siguen siéndolo.
Sevilla, Almería, Estados Unidos y, ahora, Navarra. Ha recorrido usted toda la geografía termosolar, o está escribiendo quizá la historia allí por don de va. En fin, ¿qué hace un sevillano en Pamplona?
Pasárselo estupendamente. Yo estaba trabajando en la Universidad de Texas. Allí, a los seis meses de llegar me nombraron director de departamento y, a los tres años, catedrático. No sé, mi familia quería volver a España y, además, estaba surgiendo, en aquel año, 2006, toda la revolución solar. Y me pareció que el Cener [Centro Nacional de Energías Renovables] era una institución muy moderna y muy distinta de la experiencia que tenía yo, una institución muy dinámica y, además, planteada con un enfoque muy profesional. Y la verdad es que me sigue encantando el planteamiento que tiene el centro: creo que es modélico en cuanto al sistema de gestión y en cuanto al enfoque que tiene de cómo hay que desarrollar la tecnología y cómo hay que colaborar con la industria. En fin, que me gustó muchísimo y que además estoy encantado.
Vamos, que se va a hacer usted del Osasuna.
No, ja, ja, ja… soy del Betis, y ahora, además, vamos los primeros [y así era… en el momento de hacer la entrevista].
Entrevista publicada en la edición de noviembre de la revista (papel) Energías Renovables.
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