– La Cumbre del Clima de París, ¿será distinta a todas las anteriores? ¿se tomarán medidas efectivas y globales para combatir el cambio climático?
Hay que entender la política de cambio climático como algo progresivo. Se lleva trabajando desde hace más de 20 años, con avances significativos como el protocolo de Kioto, pero hay que reconocer que estamos muy lejos de solucionar el problema.
Es cierto que estamos en un momento de esperanza, dado que hay muchos signos de que puede haber un acuerdo relevante; los grandes emisores, en especial Estados Unidos y China, han mostrado un cambio de actitud; la práctica totalidad de los países del mundo han presentado sus “contribuciones” en forma de compromisos a Naciones Unidas; y el sector privado está siendo mucho más activo, defendiendo el acuerdo y presentando propuestas significativas.
Todo esto puede dar un nuevo impulso al proceso, pero no es esperable un acuerdo perfecto y suficiente, posiblemente habrá avances significativos, pero la Cumbre de Paris deberá entenderse principalmente como una etapa importante en el camino hacia el objetivo de limitar el incremento de la temperatura a los 2° C. Tendremos que seguir trabajando mucho en estas cuestiones después de esta Cumbre.
– Entonces, ¿qué acuerdo se puede esperar de la COP21?
Lo fundamental sería lograr un compromiso de reducción de emisiones por parte de las principales economías del mundo que permita limitar el citado incremento de la temperatura, un objetivo que debe ser irrenunciable. Junto a esto, en la Cumbre se debería alcanzar un acuerdo ambicioso y jurídicamente vinculante y un marco de gobernanza, que favorezca la supervisión y revisión del grado de ambición cada cinco años.
El acuerdo probablemente proveerá unas señales políticas sólidas que servirán de base para seguir trabajando, en la creación de nuevos instrumentos (por ejemplo, relativos a la señal de CO2) que permitan desarrollar las inversiones necesarias. No obstante, quien espere un elevado grado de concreción sobre dichos instrumentos o las obligaciones a asumir por cada parte se verá con toda probabilidad decepcionado.
– ¿Va a tener un impacto importante en el sector energético?
Debería, porque energía y cambio climático son dos caras de la misma moneda. Dos tercios de las emisiones de CO2 provienen del sector energético, fundamentalmente de la quema de combustibles fósiles. Por tanto la energía es causa del problema, pero también la principal vía de solución. Y aquí es fundamental el sector eléctrico, ya que, a pesar de representar solo el 20-25% del consumo final, dispone de las principales tecnologías dentro del sector energético para hacer frente al cambio climático.
– ¿Cuáles son los instrumentos básicos que permitan cambiar el modelo energético?
Hay muchos instrumentos (estándares, precios, información y sensibilización...), pero si tuviera que elegir uno me decantaría por poner un precio a las emisiones de CO2 aplicando el principio de quien contamina paga. Con ello conseguiríamos dos objetivos: que las empresas internalicen en sus decisiones estratégicas y operativas el cambio climático y, en segundo lugar, que los gobiernos puedan recaudar fondos para dedicarlos a medidas contra el calentamiento global, como la promoción de las energías renovables. Pero es fundamental que estos precios se apliquen a todos los consumidores energéticos, no solo a algunos de ellos, como ocurre ahora.
– Pero en Europa ya se aplica un precio por el CO2 ¿no?
El sistema de comercio de emisiones de la UE, que es el principal instrumento para lograr el objetivo de reducción de emisiones fijado para 2030, sólo aplica a algunos sectores como el eléctrico, el cementero, o el químico... pero no a los llamados sectores difusos, como el transporte, lo cual no parece que tenga mucho sentido. Así, como resultado, si una persona utiliza un coche eléctrico debe pagar CO2, porque la electricidad está incluida en el sistema europeo de comercio de emisiones. Pero si en lugar de utilizar un vehículo eléctrico utiliza un coche de gasolina o diésel, que es más mucho más contaminante, no paga por el CO2. Es clave corregir esta situación para dar las señales adecuadas a la inversión y consumo y para que todos los consumidores energéticos contribuyan a hacer frente al coste de la descarbonización.
– Los últimos datos de la Agencia Europea de Medio Ambiente apuntan a que la UE conseguirá reducir sus emisiones por encima del objetivo del 20% para 2020. ¿La clave es la crisis económica o se están dando pasos en la buena dirección? En todo caso, no será en España, donde la apuesta por las renovables se paró en seco hace cuatro años.
Es cierto que en los últimos años la crisis económica ha contribuido a ralentizar o incluso reducir las emisiones, pero no sería justo decir que ha sido el único factor que explica esta tendencia. En todo caso creo que hay que diferenciar entre los grandes emisores, que están bajo el sistema de comercio de emisiones y los sectores difusos. Los primeros están haciendo un esfuerzo considerable, llegando incluso a reducciones por encima de los objetivos, mientras que en los segundos no se están produciendo avances significativos.
En el ámbito renovable será especialmente importante acabar con la incertidumbre generada en sus marcos de apoyo tras la reformas que se han venido produciendo y establecer una señal de precio de CO2 lo suficientemente importante como para incentivar las tecnologías bajas en carbono. En esta línea habrá que diferenciar claramente aquellas tecnologías que se encuentran en una fase cercana a la competitividad (eólica, fotovoltaica…) donde los apoyos serán cada vez menos necesarios si se lanza una señal adecuada de precio de CO2, de las que se encuentran aún en una fase precompetitiva.
– ¿Las eléctricas de qué lado están? ¿Del lado de los que creen que el cambio climático es una consecuencia del actual modelo energético y hay que tomar medidas para evitarlo? ¿O de los que prefieren que los acuerdos sean de mínimos?
Yo puedo hablar de Iberdrola. Nosotros vamos a intervenir en varios foros en la COP de Paris dando tres mensajes clave: que es necesario luchar contra el cambio climático; que debemos actuar lo antes posible aplicando las medidas necesarias, fundamentalmente un precio de CO2 suficiente; y por último, que si se dan las señales adecuadas, las políticas climáticas pueden ser una oportunidad de más crecimiento económico y más prosperidad para la sociedad. A día de hoy somos una de las empresas eléctricas más limpias de la UE.
Por nuestra cartera de generación, con mucho protagonismo de las energías renovables, incluyendo la hidroeléctrica, y poco del carbón, nuestras emisiones son un 30% inferiores a la media de las empresas eléctricas europeas. Pero, a pesar de ser ya una de las eléctricas más limpias, queremos contribuir al éxito de la Cumbre de París con la presentación de nuestro objetivo de reducción del 50% de la intensidad de emisiones de CO2 en 2030 sobre los niveles de 2007, avanzando así hacia nuestra meta de alcanzar un suministro eléctrico neutro en carbono en 2050. Creo que tenemos la apuesta más ambiciosa entre las compañías eléctricas europeas en cambio climático.
– ¿Y cuál es la posición del resto del sector eléctrico?
El sector eléctrico es clave para hacer frente al reto del cambio climático, como ya he comentado, y apuesta por un acuerdo ambicioso. De hecho, el sector es considerado por los principales análisis prospectivos internacionales como el que cuenta con las tecnologías más eficientes para la descarbonización de la economía, a la vez que se le otorga un creciente peso en el mix energético.
Puesto que es el sector el que va a continuar haciendo el mayor esfuerzo en la reducción de emisiones, por sus características tecnológicas y económicas, el marco de políticas energéticas deberá velar por un reparto equilibrado de este coste entre el conjunto de los consumidores energéticos (gas natural, combustibles…), aplicando el principio de “quien contamina paga”, para enviar las señales de precio correctas a los consumidores energéticos y evitar distorsiones negativas en términos medioambientales y de competitividad.
– El mundo empresarial tiene mucho que decir en la lucha contra el cambio climático. ¿Está comprometido con la causa? En este sentido, ¿cómo son las empresas españolas? ¿Son proactivas contra el cambio climático?
Mi experiencia en este tema y el papel otorgado por el proceso negociador al sector privado en esta COP refuerza mi convicción sobre el compromiso privado en esta causa. De hecho, las empresas asumen la lucha contra el cambio climático como una “megatendencia” o un elemento de contorno a tener en cuenta a la hora de desarrollar su actividad. Las empresas españolas han mostrado su proactividad en este tema y una muestra de ello ha sido la creación del Grupo Español de Crecimiento Verde, donde participamos un grupo de compañías asumiendo la apuesta por la sostenibilidad ambiental como parte de nuestra actividad.
– Al margen de los temas de cambio climático, dos semanas antes de que se aprobara el RD de Autoconsumo, Iberdrola da un paso que podría calificarse de histórico al anunciar “una solución integral para potenciar el desarrollo de la energía solar fotovoltaica en España”. Y aunque el sector solar esperaba desde hace tiempo un movimiento de este tipo no deja de llamar la atención que después de años de ataques sin tregua contra la fotovoltaica ahora sea Iberdrola quien la vende. ¿Qué está pasando?
Iberdrola nunca ha ido en contra de las tecnologías solares. Lo único que hizo fue alertar de una mala regulación que provocó, de hecho, un desarrollo descontrolado de esta tecnología, que se ha visto a posteriori que no ha sido positivo para nadie.
Por otro lado, en los últimos años, tanto la bajada de costes de la fotovoltaica como el desarrollo de los sistemas de información y las TICs, han hecho que ahora estemos en un momento en el que podemos ofrecer a nuestros clientes soluciones de generación distribuida para autoconsumo, de tal forma que optimicen su consumo energético. Además, desde Iberdrola queremos ofrecer a nuestros clientes las soluciones que nos demanden y, en este sentido, nos preguntan cada vez más por este tipo de productos. De ahí que hayamos decidido desarrollarlos activamente dentro de nuestro portfolio de soluciones para clientes.
– ¿Cree Iberdrola que el autoconsumo (con fotovoltaica, minieólica o ambas) será un importante nicho de negocio en los próximos años?
Esta solución es una solución “a medida”, por lo que habrá que analizar caso a caso qué ofrecer a cada cliente. Creemos que ya tiene sentido para algunos tipos de cliente, como los regadíos y otros con determinados perfiles de consumo. Por ello, habrá que ir viendo paulatinamente qué grado de implantación es esperable. En cualquier caso, creemos que debe ser un producto que ofrezcamos a aquellos clientes que estén interesados en él.
– ¿Qué le parece el RD de Autoconsumo aprobado el 9 de octubre? ¿Cree que le espera una larga vida?
Es cierto que ha habido diferentes opiniones durante su tramitación. Lo primero que hay que considerar es que este RD regula una nueva actividad que hasta ahora no estaba suficientemente contemplada en nuestro marco normativo, por lo que la hace viable. Esto es positivo. Además, conviene entender que el RD pretende solucionar un problema de diseño tarifario, ya que las tarifas no estaban pensadas para esta nueva figura.
Las tarifas estaban diseñadas sobre la base de que todos los consumidores tomaban de la red la totalidad del servicio que requerían: energía, disponibilidad, calidad y fiabilidad. Pero todo este marco deja de funcionar cuando aparecen clientes que pueden optar por tomar de la red sólo una parte de la electricidad que necesitan. Esto es, un autoconsumidor puede proveerse a sí mismo de una parte de la energía que utiliza y sigue, no obstante, tomando de la red la calidad, fiabilidad y disponibilidad de un respaldo que siempre está ahí, servicios que deja de pagar en parte al dejar de pagar las tarifas por la parte de energía que produce para su consumo.
Por ejemplo, cuando consume su energía deja de pagar parte de las redes de transporte y distribución a pesar de que sigue necesitándolas de la misma manera ya que por la noche, que es cuando se produce la punta de demanda, es cuando no hay fotovoltaica, lo que no tiene sentido. Claramente las tarifas actuales ya no valen cuando aparecen este nuevo tipo de clientes. El RD de Autoconsumo ofrece una solución factible para que todos los clientes consumidores y autoconsumidores sigan contribuyendo de forma equitativa a sufragar el conjunto de los costes.
Pienso que cualquier nuevo Gobierno que salga de las próximas elecciones hará un análisis de todos los aspectos que se derivan de esta nueva figura, el autoconsumidor, y aplicará una solución que sea sostenible y equitativa.
– Según un informe que acaba de publicar PwC, si el año que viene se instalasen en España 400 megavatios, el sobrecoste para los no autoconsumidores –es decir, lo que tendrían que pagar los no autoconsumidores para costear lo que dejarían de pagar los autoconsumidores- sería de 36 céntimos de euro al año. ¿Se equivoca PwC? ¿O habrá que subir el precio de la luz un 6%, tal y como dice Boston Consulting Group en otro informe también aparecido recientemente?
Esos informes hacen estimaciones derivadas de los parámetros tarifarios que están vigentes y publicados en el Boletín Oficial del Estado. Lo relevante es que, en determinadas circunstancias regulatorias, se podría producir una burbuja de inversión sobre la base de unos supuestos ahorros en la tarifa eléctrica de los autoconsumidores, que en realidad no son ahorros sino traslado de costes a otros clientes (como he explicado antes, parte del ahorro de los autoconsumiodres es que dejan de pagar costes fijos, como las redes, aunque sigan necesitándolas igualmente).
Hay quien opina que no habrá tanta potencia de autoconsumo y que esas cifras pueden estar exageradas. Es posible que sea así, pero sea mucha o poca la potencia que entre en el sistema por la vía del autoconsumo, lo importante es que se cumplan dos condiciones: que los ahorros que tengan los auto consumidores reflejen ahorros reales; y en segundo lugar, que no haya perjudicados por transferencias de costes de los autoconsumidores al resto de consumidores.
En España, a pesar de ser un país con abundante sol, hay una parte muy grande de consumidores cuyas viviendas no podrán alojar paneles solares. No parece justo que esos consumidores paguen más por su electricidad por el hecho de que otros sí hayan podido instalárselos.
– Iberdrola ha hecho estimaciones sobre lo que le costaría el autoconsumo a los no autoconsumidores y por eso proponía un peaje de respaldo. ¿Ha hecho estimaciones también sobre lo que ahorra el autoconsumo al sistema? Me refiero al ahorro en recursos energéticos, en pérdidas en las redes, en emisiones y otros impactos ambientales.
Los ahorros derivados de la aparición de autoconsumo no son, lamentablemente, tan evidentes como algunos pretenden demostrar. Como he comentado, España es un país cuya punta de consumo se produce en las noches de invierno, cuando no hay producción fotovoltaica. Esto significa que las redes de electricidad deben diseñarse y construirse para atender esas puntas de consumo. Al no haber producción fotovoltaica en dichas puntas, nada puede ahorrarse en este aspecto. Los ahorros en pérdidas energéticas en la red tampoco están claros. Habrá momentos en los que haya menores pérdidas y momentos en los que éstas sean mayores. Sí es claro que habrá menos pérdidas cuando el autoconsumidor consume la energía que produce; pero también es claro que, en redes donde haya mucha concentración de instalaciones fotovoltaicas, la evacuación de toda esa producción las congestionará en muchos momentos (a mediodía hay mucha generación fotovoltaica y muy poco consumo en las viviendas) y provocará pérdidas.
El efecto neto dependerá de las circunstancias de producción y consumo de cada consumidor y, sobre todo, de la penetración de ese tipo de instalaciones. Hay otro efecto muy importante y que creo que se suele confundir: la fotovoltaica es renovable y está libre de emisiones, pero tanto a través del autoconsumo como mediante los grandes huertos solares. Sin embargo, todos los análisis de costes indican que instalarla de manera distribuida y dispersa en los tejados de los consumidores es más costoso que desarrollarla en grandes instalaciones. Los españoles nos gastaríamos en conjunto menos dinero en conseguir los objetivos medioambientales si optamos por las soluciones más eficientes de energía renovable: la eólica y la fotovoltaica a gran escala.