Aparte del cambio al frente de la División de Energía Renovables del Centro de Investigaciones Energéticas, Medioambientales y Tecnológicas (Ciemat), con la sustitución de Enrique Soria por Mercedes Ballesteros, otra mujer ha llegado a la parcela renovable de este organismo público. Raquel Ramos, también con amplia experiencia en el apartado de la biomasa, es la nueva directora del Centro de Desarrollo de Energías Renovables (Ceder/Ciemat). Además, María Luisa Castaño se mantiene como directora del Departamento de Energía, que no hace mucho valoraba de forma muy positiva la investigación en power-to-gas con biomasa.
Sin embargo, la primera pregunta a Mercedes Ballesteros es sobre solar, sobre la Plataforma Solar de Almería (PSA), dependiente del Ciemat; sobre su delicada situación.
Quien mejor puede contestar a esa pregunta es Julián Blanco (director de la PSA), pero te adelanto que seguimos sujetos a una burocracia que produce un grave encorsetamiento administrativo derivado de la ley de presupuestos de 2016. Sí, manejamos dinero público, y tiene que estar controlado de forma exquisita, pero ese control no puede conducir a la inoperatividad. Siempre hemos tenido intervenciones posteriores, pero ahora se dan intervenciones previas a través de un procedimiento muy lento.
¿Y cómo casa eso con la investigación en renovables y dentro de proyectos europeos de dos o tres años, a lo sumo?
Muy mal. En la contratación hay trámites que somos conscientes que se deben de dar (publicidad, mérito, igualdad, procedimiento público…), pero eso no puede suponer que desde que se concede un proyecto hasta que consigues el visto bueno para cubrir las plazas de las personas que se encarguen de él ya casi se ha acabado.
¿Y nos quedamos sin proyectos? Debe ser duro para alguien que ha participado en más de medio centenar de ellos financiados por administraciones públicas autonómicas, españolas y europeas.
Mira, nos hemos esforzado en salir a buscar el dinero fuera. Los retornos del programa Horizonte 2020 han sido los mayores de los últimos años. Por primera vez esos retornos superan nuestra contribución. Hemos hecho bien los deberes en un momento de competencia grande en Europa. Pero luego es frustrante, porque no puedes ejecutar. Te esfuerzas en conseguir financiación para que luego te la paren. Hay muchas actividades en torno a proyectos de eficiencia energética en los edificios, bioenergía, eólica y fotovoltaica que están lastradas por esto.
¿Algún mensaje de esperanzaa partir de la llegada del nuevo Gobierno y del nuevo ministro de Ciencia, Innovación y Universidades, Pedro Duque?
Tenemos mucha confianza en el nuevo Gobierno y el ministerio es consciente de la situación de excesiva burocracia en la que nos encontramos, y hay mensajes de que se va a reconducir. Ya se dio un paso con la nueva ley presupuestaria, que elimina la fiscalización previa de los ingresos de carácter internacional, como los proyectos mencionados, pero queda modernizar y agilizar las gestiones.
Cuesta salir de un tema tan candente, donde la precariedad laboral, la jubilación de la plantilla y la escasa oferta de plazas para nuevos investigadores también salen en la conversación como más lastres para la investigación en general y en renovables en particular. ¿Todo esto lo han notado las renovables?
Sí, pero afortunadamente habíamos avanzado mucho antes, gracias también a un sector industrial muy activo. Que Barack Obama nos pusiera como ejemplo en 2009 no fue algo trivial. España no puede presumir de ser líder tecnológica en muchas áreas, pero aquí sí. En solar termoeléctrica no hubieran sido posibles muchos avances sin la PSA; en eólica hay muchas personas formadas en el Ciemat que luego pasaron a la industria y sin el Ceder muchas empresas no habrían encontrado el soporte tecnológico adecuado.
Ya sé que el Ceder es cosa de Raquel Ramos, pero no parece precisamente que el esfuerzo en investigación con bioenergía que tanto este centro como la unidades al respecto del Ciemat se hayan correspondido con un impulso industrial a la altura de la solar o la eólica.
El drama de la biomasa es su heterogeneidad. Cuando diseñas y construyes el primer aerogenerador de 500 kW, luego lo replicas con mayor potencia, buscas un buen emplazamiento, haces un contrato y a instalar las máquinas. Los proyectos de biomasa son casi cada uno a la carta y replicarlos es muy difícil, por lo que la curva de aprendizaje no se desarrolla del todo.
¿También habrá influido lo suyo la moratoria renovable y el vaivén normativo que sufren la biomasa, el biogás y los biocarburantes?
Sí, claro, la bioenergía es la que más ha sufrido esos cambios de legislación, agudizados por las competencias tan dispersas a que está sometida. No hay una ventanilla única; hay varios ministerios implicados. Eso no ocurre con otras tecnologías. Tampoco hay apuestas políticas concretas, como hizo Alemania en su día con el biogás o ahora Francia e Italia. Quizá no hemos sabido vender las ventajas de la bioenergía, darle un mayor respaldo, teniendo en cuenta que es un sector más complicado y menos lucido.
Tampoco se ha visto mucho a la geotermia por el Ciemat, ni a las energías marinas.
No, no tenemos departamentos para geotermia, ni para undimotriz o similares, pero estos campos cada vez son más interesantes y no descartamos que contemos con ellos próximamente. Somos conscientes de que hay que diversificarse porque en el futuro van a ser importantes.
Diversificación que también cuenta con la eficiencia energética, que ha tomado mucha relevancia últimamente en su departamento.
La presencia de la eficiencia energética es tan antigua en este departamento como las renovables. Se la consideraba el patito feo porque se la veía con menos capacidad de desarrollo que a las renovables, que contaban con el respaldo de una industria que las apoyaba. Pero esto ha cambiado, y los proyectos de ahorro y eficiencia son muchos, y siempre con esa idea de que la mejor energía es la que ni se produce ni contamina. Además, hay que destacar la labor importante que aporta la industria de la construcción.
Nos queda hablar del futuro, de los retos que se plantean en la investigación con renovables
Sin duda el reto está en las renovables eléctricas. Pero yo hablaría de dos retos importantísimos: ver cómo se adapta progresivamente un porcentaje mayor de energías renovables para que entren en las redes de distribución eléctrica, que no han sido diseñadas precisamente para ellas; y luego todo lo relacionado con el almacenamiento de energía, para no recurrir al respaldo con combustibles fósiles, que nos salen carísimos. En el almacenamiento trabajamos en varios departamentos y con varias tecnologías, porque es una de las claves del desarrollo de las renovables.
¿Confiamos entonces el futuro a la producción de electricidad con renovables?
Las renovables eléctricas son el futuro y es cierto que en algunos ámbitos se piensa en un sistema energético cien por cien electrificado, pero no va a ser posible. La electricidad incrementará su cuota de mercado en cuestiones de movilidad, pero, por ejemplo, en transporte pesado por carretera, aviación y marítimo serán los biocombustibles líquidos y gaseosos los que ganarán esa cuota.