Juan A. Avellaner
Alfaro. La Rioja (1948)
Ingeniero industrial
La de veces que habré visto ese pulpo de la foto en El Chili, uno de los asadores más reconocidos de Santoña (Cantabria), por donde caigo varias veces todos los años. Llueva o escampe. Y hasta el otro día no he sabido que el diseño del pulpo era obra de Juan A. Avellaner. Llevamos décadas, literalmente, hablando de energía solar pero nunca había surgido este tema, y resulta que hemos pisado infinidad de veces las mismas calles del norte. La vida, que tiene estas cosas.
Juan A. Avellaner es uno de los grandes exploradores españoles de las renovables. Exploradores es, creo, una palabra que le define bien. De los que llevan siempre encima un cuaderno de campo, en el que anotan y dibujan (Juan A. es, de hecho, un artista) lo que ven, o lo que les inspira lo que ven. Y esa inquietud, unida a su intuición y a su mentalidad de ingeniero, le han ayudado a descubrir muchos de los secretos que nos permiten hoy sacarle el máximo partido a las energías renovables.
Juan A. fue de los que construyó la Plataforma Solar de Almería. ¡Ojo! Hablamos de finales de los 70 del siglo pasado. En los años posteriores, cuando los expertos en renovables se contaban con los dedos de la mano, combinó sus capacidades técnicas en termosolar, hidráulica, eólica… con multitud de tareas de gestión en el Ciemat y el IDAE, preparando muchos papeles que sirvieron de base regulatoria y de planificación para recorrer el camino que nos ha traído hasta aquí. Por ejemplo, participó activamente en la redacción del Plan de Energías Renovables de 1986, el primero de estas características que se hizo en España. Puso en marcha la Plataforma Tecnológica Española de Fotovoltaica (Fotoplat) y de Baja Temperatura (Solplat), en las que sigue participando. Y a sus 76 años recién cumplidos basta un rato a su lado para darse cuenta de que podría alentar mañana mismo una segunda revolución de las renovables. Por falta de energías no será.
Mientras tanto, en mi imaginación dejo a Juan A. en uno de sus lugares idílicos. Mirando la desembocadura del río Asón, entre Santoña y Laredo. Y pensando como piensan los exploradores: que son muchas las cosas descubiertas, pero son muchas más las que quedan por descubrir.
Luis Merino
