Erich Spinadel
Viena, Austria, mayo 1929
Presidente de la Asociación Argentina de Energía Eólica
(Abril 2011. ER99)
Cualquier guionista que se precie no dejaría escapar la oportunidad de llevar al cine la vida de Erich Spinadel, o Erico, como le llaman en Argentina. De origen austriaco, a los nueve años vio a Hitler en Viena y dos semanas antes de la terrible “noche de los cristales rotos”, su padre, de ascendencia judía, fue detenido, y él y su madre expulsados de la casa familiar. Perdieron todo. Afortunadamente, todos ellos pudieron escapar en un barco rumbo a Buenos Aires, donde Erich se formó como Ingeniero Industrial. Ahora Spinadel cuenta 81 años y acumula muchas más historias, de las que apenas cabe aquí un esbozo. Ex profesor titular de la Universidad Nacional de Buenos Aires, en 1959 fue el operador del equipo que puso en marcha el primer reactor nuclear de Argentina… y de todo el Hemisferio Sur. Con él trabajaba su esposa, por aquel entonces embarazada de su segundo hijo. “El niño nació sin parietales” recuerda Erich. Nunca sabrá si fue por la radiación o por otra causa, pero ambos renunciaron a la energía atómica. Ella encontró en los números metálicos –es matemática– su vocación. Él, en los vientos de la costa bonaerense. Spinadel fundó en 1995 la Asociación Argentina de Energía Eólica (AEE), que desde entonces preside. También es vicepresidente de la Asociación Mundial de Energía Eólica (WWEA) y asesor de Naciones Unidas. Y tiene muchas, muchas distinciones a sus espaldas. ¿Su sueño? Exportar energía eólica en forma de hidrógeno. Porque Erich Spinadel siempre ha apostado por el futuro.