En su informe, Oikos afirma que de estos 4 millones de viviendas, 2,4 millones podrían descarbonizarse a través de actuaciones de aislamiento; 1,2 millones mediante el impulso de la aerotermia y alrededor de 300.000 impulsando las redes de calor. Este potencial casi triplica los objetivos del gobierno para 2030.
De acuerdo con el think tank, las políticas de descarbonización deben enfocarse de modo prioritario en los usuarios intensivos—las viviendas que consumen más energía—“al ser más barato, rentable y evitar más toneladas de CO2 por cada euro de subvención pública frente a la estrategia actual”. Según su análisis, los ahorros que las viviendas intensivas en energía lograrían “compensarían la inversión en eficiencia, facilitando su financiación y reduciendo el gasto público en subvenciones”.
“Nuestro análisis apunta a que existe una masa de viviendas altamente intensivas en energía para las que las inversiones en eficiencia energética son una opción económicamente atractiva. Por eso incluimos propuestas para hacer aflorar esas situaciones, que los propietarios perciban el incentivo económico de la inversión y la lleven a cabo”, dice Luis Quiroga, confundador de Oikos.
Un parque de viviendas anticuado
Más del 55% de las viviendas españolas se construyeron antes de 1980, previamente a la entrada en vigor de normativas de eficiencia energética. Como resultado, una gran parte del parque tiene calificaciones energéticas bajas (E, F o G), con solo el 1% alcanzando una calificación A.
Las viviendas unifamiliares predominan en áreas rurales y representan el 33% de las viviendas españolas frente al 67% de las plurifamiliares. Al tener mayores superficies expuestas que las viviendas plurifamiliares son menos eficientes energéticamente, y además tienden a depender en mayor proporción de combustibles fósiles muy contaminantes, como el gasóleo. Por eso cuando son usadas como viviendas principales, tienden a consumir más energía, de acuerdo con los modelos teóricos usados por Oikos.
Para este tipo de viviendas, propone invertir en aislamiento y la electrificación de la calefacción, realizada principalmente a través de sustituir calderas de gas o gasóleo por bombas de calor. “Los ahorros generados por esta inversión son mayores, recuperándose antes la inversión, lo que permite que la electrificación de este tipo de viviendas sea autofinanciable”.
Para áreas urbanas densas con edificios multifamiliares, su propuesta es apostar por las redes de calor y frío. “En los climas fríos, estas redes pueden ofrecer una solución más económica que las calderas de gas y gasoil y reducir costes del sistema energético en un 17-20% al aprovechar el calor residual de procesos industriales, plantas de tratamiento de residuos y otras actividades que de otro modo se desperdiciaría”, afirma.
Oikos también pide “reequilibrar con ajustes fiscales la diferente fiscalidad sobre el gas y la electricidad, como se está haciendo en otros países de nuestro entorno”. Actualmente, “el precio del gas es 3-4 veces más barato que la electricidad en términos de energía útil”. Ese requilorio “permitiría incentivar una transición más rápida hacia soluciones electrificadas en España”, concluye.